En medio de una búsqueda de empleo, podemos preguntarnos una y otra vez, especialmente si parece haber pocas perspectivas: ¿Valgo algo realmente? Pero ésta no tiene que ser una pregunta desmoralizadora si se hace en el contexto de la oración. La oración abre un panorama nuevo en lo que se refiere a lo que valemos y a nuestros verdaderos recursos como lo indica esta entrevista con la consultora de empleos Dianne Hartshorn. Dianne, su marido y un tercer socio son dueños de una agencia de colocaciones en una gran ciudad. Hace quince años que están en el negocio de ayudar a las compañías con las que trabajan a encontrar empleados, y también ayudan a personas que están en busca de empleos temporales y permanentes.
¿Cómo ve el propósito de su compañía? Hay un versículo en Isaías que lo dice por mí: “Me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel”. Esta analogía sobre lo que podemos hacer para ayudar a nuestro prójimo cuadra con nuestra profesión. Constantemente predicamos buenas nuevas a quienes están en momentos de transición, que están pasando de ser estudiantes o amas de casa al mundo laboral, de haber formado parte de una institución a entrar en el campo de la industria. A menudo se sienten muy humildes respecto a sus habilidades, y podemos compartir las buenas noticias con ellos sobre lo que son capaces de hacer realmente, sobre lo que son las oportunidades. Ahora bien, no siempre somos los que conseguimos trabajo a estas personas, pero nadie jamás se ha ido de nuestra oficina sin una sensación de esperanza o algún tipo de alimento espiritual que pueda servir de ayuda.
En esta parte de nuestro país además es necesario vendar a los quebrantados de corazón. Hemos visto personas que vienen a nosotros acongojadas porque han perdido la carrera de su vida en una compañía importante en la que creían tener empleo asegurado para toda la vida. Algunas personas se preguntan: “¿Qué soy después de todo? ¿Es este currículum vitae todo lo que soy? ¿Soy realmente prisionero de una profesión?” Cuando compartimos con ellos las otras oportunidades que pueden tener y los ayudamos a encontrar oportunidades, de algún modo estamos abriendo caminos para “publicar libertad a los cautivos”.
¿Cómo ayuda a las personas a obtener esta visión más amplia acerca de sí mismas? Cuando pensamos en un empleo, algunos de nosotros tal vez no vamos más lejos en nuestro pensamiento que la necesidad de ganarnos la vida, pero realmente nuestro propósito espiritual es dar testimonio de nuestro creador. A menudo no le hablo a la gente con estas palabras, porque hablar mucho sobre Dios los pone incómodos, pero sí les hablo acerca de la única Mente o inteligencia divina o algo similar. Adecúo lo que digo de acuerdo con cada persona, pero les explico que un empleo nos da la oportunidad de expresar muchas cualidades derivadas de Dios.
Por ejemplo, puedo decirle a alguien: “Tiene derecho, es su don divino expresar su honestidad, humildad, altruismo, disciplina; su inteligencia, intuición, fortaleza. Esos son dones que merecen una vitrina, y vamos a encontrar distintos métodos para exhibirlos”. Mientras hablo con ellos de esta manera estoy sabiendo para mí misma que la Mente divina mantiene al hombre, que es la imagen y semejanza de Dios. En realidad, no soy la responsable de su empleo. Pero puedo trabajar con ellos para ayudarlos a elevar su pensamiento.
¿Puede pensar en un ejemplo específico sobre cómo esto ayudó a alguien? Como parte de la preparación para un nuevo año, con frecuencia reflexionamos sobre las metas que nos hemos fijado y lo cerca que llegamos a alcanzarlas profesionalmente. Hace poco revisé el fichero de todas las personas que había colocado y descubrí que le había encontrado empleo a casi mil doscientas personas. Hubo algunas experiencias invalorables para mí. Por ejemplo, puedo referirme al caso de una señora que vino a mí desesperada: era una madre sola con tres hijos, uno en la universidad, otro por entrar a la universidad y otro en la escuela secundaria. Una organización local le comunicó que la iban a dejar cesante. Sus antecedentes eran muy particulares, por eso las oportunidades de encontrar algo parecían escasas. Sentía que a ella y a sus hijos los iban a echar a la calle. La aterrorizaba la vergüenza de no poder pagar su educación.
Ella y yo hablamos del Salmo noventa y uno. Ella fue muy abierta y receptiva al versículo: “El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente”. Le hizo saber que la presión no tenía que estar sobre ella, que podía recurrir a una autoridad más alta.
Treinta minutos después, me llamaron por teléfono, pidiendo a una persona que tuviera exactamente los antecedentes de esta señora. Fue a la entrevista, y resultó ser amor a primera vista. Todo salió de lo mejor; también le aumentaron el sueldo. Todavía tengo contacto con ella, y está teniendo una oportunidad para desarrollarse y progresar. Para mí esto es practicar mi oficio, usando los dones que Dios me ha dado para ayudar a los demás.
Otra experiencia muy especial sucedió el miércoles anterior a un feriado nacional. Eran más de las cinco y media de la tarde y yo era la última persona que quedaba en la oficina; estaba deseando empezar el feriado con mi familia, cuando apareció en la puerta una joven que iba a acudir a una entrevista para un empleo el viernes después del feriado. Quería tener la oportunidad de repasar algunos términos relacionados con el procesador de palabras para que le fuera mejor en su entrevista.
Cuando entró, traía a su hijita de tres años, que estaba muy enferma. La madre se sentía presionada y tenía mucha ansiedad. Yo tomé a la pequeñita en mis brazos y le di a madre el programa de instrucciones que estaba buscando. Le dije: “Nosotras nos vamos a poner cómodas en la otra habitación”.
Simplemente expresé amor a la niña y pensé en ella de la misma manera que hago con mi propia hija. Pensé en una maravillosa declaración de Ciencia y Salud. La Sra. Eddy escribe: “Tal como una gota de agua es una con el mar, un rayo de luz uno con el sol, así Dios y el hombre, Padre e hijo, son uno en el ser”. Me aferré a ese pensamiento mientras mecía al bebé. En unos pocos minutos quiso bajarse de mi falda. Quería lápices de colores. Cuando regresó la madre, unos diez o quince minutos más tarde, estaba escribiéndole cartas y haciendo dibujos. Cuando se fueron las dos estaban bien. El resultado fue que a la madre le dieron el empleo.
Antes de irse le di lo que le doy a todas las madres, o a cualquiera que esté preocupado por el bienestar de alguien. Le expliqué cómo oro por mis hijos usando el Salmo noventa y uno y el Padre Nuestro, repitiéndolos muy despacio, pensando en el significado de las palabras. Ahora bien, mis clientes que aspiran a obtener empleo y las compañías que nos piden empleados no son Científicos Cristianos. Pero cuando me parece apropiado, como lo fue en ese caso, hablo de “nuestro Padre”, mi Padre, el de ella, explicándole que su hija no tenía sólo a uno de sus padres. La calidad de padre, en realidad, es mucho más amplia, incluye mucho más. Ese Salmo noventa y uno parece calmar, consolar y dar confianza a muchas personas que vienen a nosotros.
Personas en muchos países de todo el mundo se ven enfrentadas con la creencia de que las economías se están reduciendo, que hay menos empleos y que los empleos disponibles pagan menos ahora de lo que solían pagar. ¿Cómo trata esto en su negocio? Mi marido y yo a menudo hablamos sobre el relato en la Biblia de la viuda que tenía el aceite y la harina que nunca se acabaron durante la época de escasez. Cuando hay ideas correctas, siempre hay oportunidades. Y cada uno de nosotros de ninguna manera está limitado para poder tener ideas, las ideas correctas, que vienen de Dios.
Hace unos cuantos años mi marido y yo acudimos a un practicista de la Ciencia Cristiana para que nos ayudara por medio de la oración. Nos quejábamos porque las oportunidades correctas parecían no presentarse, las personas correctas no parecían ser atraídas a nuestro negocio. Una de las cosas que nos dijo es lo que usamos continuamente con nuestros candidatos para empleos y clientes: “Nunca podemos atraer lo que queremos. Sólo podemos atraer lo que somos”.
Eso nos llevó a la base; nos hizo examinar nuestras verdaderas ambiciones. Trae a nuestros candidatos de vuelta a la idea básica de lo que son. Puedo empezar a hablarles acerca de lo que ellos son, son honestos; tienen talentos intuitivos; tienen creatividad. La idea también nos ayuda con nuestros clientes, las compañías que usan nuestros servicios, cuando nos dicen todas las cosas que quieren. No estoy segura de que cambie la estructura salarial, pero lo superficial desaparece de la descripción del puesto. Las necesidades se aclaran.
Creo honestamente, como también mi marido, que cuando estamos actuando de la manera correcta, dejamos el campo a Dios y sabemos que El se encarga de nosotros. Encontramos áreas para progresar, oportunidades que continuamente pueden ayudar a la gente a prosperar. Por ejemplo, una señora oriunda de Alemania, que en ese entonces ya era ciudadana estadounidense, se vio enfrentada con un dilema moral muy difícil. Era el único sostén de la familia, que consistía de ella y su hijo que estaba en la universidad. Su empleador le exigió que, en su calidad de jefa de personal, jurara en falso a favor de la compañía, en un juicio en la corte que se iba a celebrar el mes siguiente. Sentía que no podía dejar su empleo, porque necesitaba el sueldo; no podía rehusar hacer lo que se le pedía, porque la iban a despedir de inmediato.
La clase de trabajo que desempeñaba no era fácil de encontrar, por eso ella creía que estaba en un tremendo aprieto moral. Vino a nosotros, y trabajamos juntos sobre el concepto que el bien, y sólo el bien, se puede expresar. Ella tenía el derecho a estar moralmente en lo correcto y libre de esa imposición a su integridad.
Hablábamos diariamente sobre distintas posiciones laborales que yo había encontrado para ella, y le hablaba de ella a las compañías. Finalmente, fue a una entrevista. El día antes que tenía que aparecer ante la corte, le ofrecieron un empleo con un sueldo mucho más alto que le permitía usar su habilidad bilingüe. Sentía que le daría mucha más estabilidad para el futuro. Era en una compañía que tenía una reputación de elevada integridad moral. No tuvo que testificar en la corte después de todo, ya que había presentado su renuncia el día anterior al que debía comparecer; por eso ya no le correspondía testificar en favor de la compañía.
Trato de que la gente recuerde los dilemas que ha enfrentado en el pasado. En esas ocasiones creyeron que no había respuestas y, sin embargo, todo se arregló. Bien, las cosas pueden arreglarse otra vez, y les digo que vamos a trabajar juntos en esta ocasión. A veces me tengo que asegurar de que lo que digo no aparezca como religión sino más bien como alimento espiritual.
“El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy” son palabras del Padre Nuestro. En la interpretación espiritual de esta oración en Ciencia y Salud encontramos estas palabras: “Danos gracia para hoy; alimenta los afectos hambrientos”. Alguien me dijo una vez que en nuestro país millones de personas se van a la cama con hambre. Pero todas las noches muchas más personas se acuestan con hambre de alguna palabra amable o un poco de aliento. “Alimenta los afectos hambrientos” nunca parece ser más verdad que cuando se tiene la oportunidad de trabajar con personas que están en un estado de crisis.
¿Cómo se da cuenta si alguien está preparado para escuchar acerca de Dios, acerca de la oración? Sabe, mi marido y yo hemos luchado con esto de tanto en tanto porque a través de los años hemos visto una gran variedad de buscadores entre los que acuden a nosotros. En mi entrevista pregunto sobre los valores de las personas, y puedo probablemente contar con los dedos de una mano la cantidad de personas que me han dicho que su valor número uno es Dios. Por lo general dicen: “Lo que más valoro es mi familia”.
Pero hay suficientes indicaciones en el curso de una conversación que me permiten saber si puedo hablar sobre Dios. Tal vez cantan en el coro de su iglesia o son activos en los grupos juveniles de sus iglesias o algo por el estilo.
¿Qué le diría a quienes pueden creer que la oración es demasiado pasiva? La Sra. Eddy dice: “El amor no puede ser una mera abstracción, o bondad sin actividad y poder” (Escritos Misceláneos). No hay nada de pasivo en esa declaración. Y cuando una persona está buscando la verdad, una curación, una idea correcta, ése es un proceso muy activo. Es verdaderamente orar sin cesar. La pasividad no lo hace. Uno está llegando allí y remangándose la camisa, poniéndose de acuerdo con su adversario pronto, viendo que nada puede interponerse en el camino de la Verdad; pasando las barreras y yendo directamente a la Verdad. Eso no es pasivo.
