Un Consejero Universitario, después de haber examinado mi actuación académica en la escuela secundaria, me dijo que yo no tenía la capacidad para asistir a la universidad. Esto fue muy desalentador ya que completar una educación universitaria había sido una meta importante para mí.
Dediqué mucho tiempo a orar sobre esto, y con el apoyo devoto de una practicista de la Ciencia Cristiana, me di cuenta de que tener una inteligencia por debajo de lo normal es solamente una creencia falsa sobre el hombre. Es preciso ver la verdadera individualidad que tiene el hombre por ser el hijo de Dios, que manifiesta la inteligencia divina, y que jamás es menos que perfecto. La falsificación de la inteligencia divina es la creencia material en una inteligencia humana limitada. Para romper esta mentira, es necesario reconocer que la inteligencia es infinita, y tiene su fuente en Dios.
Como resultado de aferrarme a esta verdad espiritual la limitación personal desapareció. Me inscribí en una universidad cercana y empecé haciendo dos cursos nocturnos además de mantener un empleo de tiempo completo. Con el correr de los años continué insistiendo en que, en realidad, puesto que soy hijo de Dios, puedo manifestar inteligencia divina porque soy la expresión de la Mente divina. Tuve que aprender a no admitir ninguna clase de impedimentos.
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