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¿Mi vida? ¿Mi propósito?

Del número de septiembre de 1992 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿Que Voy A hacer con mi vida? ¿Cuál es mi propósito?

Si usted es como la mayoría de nosotros, esas preguntas lo han inquietado, tal vez hasta angustiado en alguna ocasión. Y si usted es como la mayoría de nosotros, ha experimentado algunas dudas, quizás confusión o hasta temor. Realmente es natural que estos sentimientos salgan a la superficie. La razón es que las preguntas mismas podrían llevarnos hacia lo incierto.

Tratemos las preguntas cambiando el énfasis: ¿Qué va a hacer Dios con mi vida? ¿Cuál es Su propósito para mí?

Sin este cambio de énfasis, tenemos la clase de pregunta que hace la mente humana. No está mal hacer algunas preguntas. Pero las respuestas pueden venir más fácilmente y ser mucho más significativas, si se redactan sin egoísmo. La mente humana ve las cosas desde una perspectiva tremendamente limitada. Tomemos, por ejemplo, esos puntos de vista sobre la “vida” y el “propósito”. Supongamos que tenemos que meditar sobre ellos. Tal vez usted haya finalizado sus estudios recientemente y tenga por delante importantes decisiones que tomar sobre el empleo y su carrera. Tal vez esté luchando con otros asuntos que tienen implicaciones para toda la vida: si se casa o no; de ser así, si va a tener hijos o no; encontrar el maestro correcto para tomar instrucción en clase de la Ciencia Cristiana.

Humanamente no existe una forma fácil de evaluar los años futuros. Hasta las semanas futuras pueden parecer un poco oscuras. En un mundo que cambia constantemente hay una mejor manera de tomar decisiones. Si nuestra decisión está basada solamente en la mejor información humana, por supuesto, eso es mejor que decidir a ciegas. Pero no es suficiente. La mente humana realmente no es capaz de trascender todas las variables, lo alterable, las fluctuaciones. Dado que la existencia mortal es fundamentalmente un cuadro de la mente mortal inconstante, una mentalidad humana individual ve las cosas principalmente desde el punto de vista de la incertidumbre. Pero el potencial de la vida es demasiado grandioso para dejar que lo defina un concepto limitado y material.

Para encontrar las respuestas más satisfactorias, empezamos con la clase correcta de premisa. Aunque sorprendente para una mentalidad material, la premisa está relacionada con la metafísica. Es muy fácil declarar verdades espirituales (si las hemos aprendido), pero discernirlas realmente, bueno, eso requiere sentido espiritual. Y todos poseemos sentido espiritual. El Cristo nos lo revela. Nos da la habilidad de ver que el hombre expresa a Dios que es infinito, no finito; a Dios que es el que todo lo sabe, no incierto. Sí, se necesita humildad para admitir que este Dios es divino, perfecto, y que el hombre es Su expresión, espiritual, pura, a semejanza de Dios. Cuando tenemos la humildad para empezar con este tipo de premisa, se hace mucho más lógico preguntar lo que Dios Mismo va a hacer con nuestra vida, cuál es Su propósito para nosotros.

La Biblia nos abraza con la consoladora promesa de Dios: “He aquí yo envío mi Angel delante de ti para que te guarde en el camino, y te introduzca en el lugar que yo he preparado” (Exodo). Bien podemos confiar expectantes en que el Cristo nos guardará en el camino. Quizás hemos estado albergando la esperanza de que este Cristo nos guiará exactamente al “lugar” correcto, el empleo, el matrimonio y demás. Sin embargo, la verdadera existencia en realidad tiene que ver con la consciencia espiritual. ¿Acaso no debiéramos estar orando para que el Cristo nos guíe al estado de pensamiento correcto? Nuestro lugar es la consciencia de la realidad, no una localidad.

Claro está que esto no quiere decir que la necesidad humana no será satisfecha, que las respuestas son teóricas. Cuando realmente vemos y empezamos a experimentar el estado puro de pensamiento que Dios nos está impartiendo, ocurren cosas muy prácticas. La vida comienza a perder sus dudas y restricciones.

Consideremos la clase de transición que nuestro pensamiento puede experimentar. Al orar sobre la vida y el propósito podemos razonar espiritualmente que dado que Dios es la Mente divina, el hombre debe ser el reflejo inteligente de la Mente. Sobre esta base, es natural rechazar la creencia en un ego mortal finito que resiste la dirección divina. La disposición humilde de conocer y hacer la voluntad de Dios — la disposición que es el resultado de despojarse de ese ego — puede ser el estado de pensamiento más espiritual al que es preciso que nos conduzcan. O tal vez el hecho de que nos liberemos del temor puede ser el punto importante, el “lugar” al que Dios nos está llevando. La decisión que estamos enfrentando puede ser realmente descrita como una demanda para deshacerse del temor a equivocarse, y aprender que la Mente divina es infalible. La Sra. Eddy insiste en Ciencia y Salud: “Esa Mente no comete equivocaciones que después corrige”. Es nuestro amor a Dios, y el hecho de que el hombre refleja Su naturaleza infalible, lo que nos da la habilidad de actuar con convicción espiritual.

Una mentalidad mortal limitada no reconoce la exigencia de tratar esos asuntos más profundos como el Ego divino y su infalibilidad. Y, no obstante, cuando uno quiere saber sobre la vida y su propósito, éstos son los temas que realmente son más importantes. Las respuestas a ellos nos dan la habilidad para movernos a través de la cambiante escena humana con un sentido de equilibrio y calma que provienen del Cristo. Los pasos a dar se ajustan con más naturalidad a medida que empezamos a sentir que el propósito verdadero, el lugar verdadero tiene que ver con expresar a Dios más cabalmente.

Cuando nos vemos ante la necesidad de decidir realmente quiénes somos y hacia donde vamos, primero hagamos todos los esfuerzos para elevarnos por encima de los aspectos humanos. No les permitamos que nos desalienten. Oremos para tener más visión sobre lo que Dios está haciendo con nuestra vida y cómo está delineando nuestro propósito. Necesitamos esa verdadera visión de largo alcance. Si la logramos, obtendremos vislumbres que El es nuestra Vida, El es nuestro propósito. Entonces, pondremos en práctica con más percepción las decisiones humanas que tenemos que tomar.

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