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Podemos evitar la enfermedad

Del número de septiembre de 1992 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

The Christian Science Monitor


La Mayoria De la gente cuando tiene gripe piensa que no es mucho lo que se puede hacer, salvo permanecer en cama y soportar el acosamiento de los síntomas. La gente gasta grandes sumas de dinero todos los años tratando de aliviar esta incomodidad, pero la medicina no ofrece ninguna cura para este azote periódico.

El hecho es que no somos víctimas indefensas de la enfermedad. Gente común, como usted y yo, ha comprobado que una persona no solo se puede sanar de los síntomas de gripe, sino que puede lograr una inmunidad permanente a esta dolencia.

Lo bueno es que cada uno de nosotros puede servirse de los recursos espirituales y poderosos para vencer los síntomas gripales y mantenerse libre de enfermedades contagiosas. Cuando digo “recursos espirituales” no me estoy refiriendo al poder de la mente humana sobre el cuerpo y el sistema inmunológico; hablo de los verdaderos recursos de curación divinos que descubrimos al obtener un mejor entendimiento de Dios y de nuestra relación con El.

Veamos un ejemplo práctico. Hace algunos años los noticieros informaron que un brote de gripe producida por un virus había surgido en la zona donde yo vivía y que muchas personas se habían enfermado. En algunos lugares la asistencia a la escuela había disminuido casi en un cincuenta por ciento, y las autoridades de salud estaban recomendando la vacunación masiva. Más de la mitad del personal de donde yo trabajaba estaba ausente por enfermedad.

Yo era bastante nueva en mi práctica de la Ciencia Cristiana, y para ser franca, en el pasado solo había logrado rechazar a medias la gripe. Pero había tenido algunas curaciones muy rápidas que me alentaron a recurrir a las Escrituras en busca de una respuesta y de intuición espiritual para saber cómo orar en relación a este contagio.

Uno de mis salmos favoritos de la Biblia me vino al pensamiento. Trae esta promesa a quienes confían en Dios: “El te librará del lazo del cazador, de la peste destructora. Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro; escudo y adarga es su verdad”.

La verdad que se convirtió en mi “escudo y adarga” fue doble. Primero, la maravillosa verdad bíblica de que el hombre es la imagen y semejanza de Dios. La Ciencia Cristiana arroja una nueva luz sobre esta conocida idea. Lejos de hacer a Dios semejante al hombre, esta verdad hace al hombre semejante a Dios.

La imagen de un Dios del todo bueno, que es el Espíritu mismo, debe ser absolutamente semejante a su creador; en otras palabras, no puede ser ni siquiera parcialmente física, sino completamente espiritual. Este hombre a semejanza de Dios e incorpóreo, es la realidad espiritual que resplandeció en la vida y la persona de Jesús en tal grado que la humanidad captó algunos destellos de lo que significa ser el Hijo de Dios.

Ahora bien, este ser espiritual, aunque invisible para nuestros sentidos físicos, es el verdadero ser de usted y mío también. Este fue el maravilloso evangelio de Jesús: que Dios es nuestro Padre y que en la luz del Cristo descubrimos que nosotros también somos los hijos de Dios: puros, sin pecado y hechos a la imagen de Dios.

La segunda verdad que me protegía era que Dios, por ser todo el bien, no da ningún poder, ni siquiera realidad, a la enfermedad. Todo lo que un Dios todo bueno puede crear es bueno y completamente espiritual. Por lo tanto, no puede haber ningún poder ni realidad en algo llamado gripe, ni en cualquier otra enfermedad. Esta parece ser una afirmación sorprendente, pero ¿no fue exactamente esto lo que Cristo Jesús probó con sus curaciones, que la enfermedad y la dolencia son ilegítimas y que no forman parte del reino de Dios que él estaba anunciando a la consciencia humana?

Mientras oraba y meditaba sobre estas verdades, sentí una paz inmensa. Sabía que estaba a salvo con Dios. Imaginen mi sorpresa cuando todos los síntomas de gripe me arrollaron como una locomotora. Al principio estuve a punto de desanimarme, pero me aferré a mi “escudo”, el hecho de que mi ser creado por Dios, mi ser verdadero era espiritual y, por lo tanto, ningún mal podía invadirlo. La gripe no podía formar parte del reino de Dios, en el cual el hombre vive, porque Dios, no la materia, es la Vida y la fuente del ser del hombre.

Este entendimiento espiritual da poder a nuestras oraciones, como la Sra. Eddy lo explica en Escritos Misceláneos: “El hombre que conoce la Vida como es, o sea Dios, el bien eterno, no adquiere meramente un sentido de la existencia, sino una consciencia concomitante de poder espiritual que subordina la materia y destruye el pecado, la enfermedad y la muerte”.

En minutos los síntomas desaparecieron y me sentí completamente bien. Lo que es más, nunca más sufrí de gripe ni de ninguno de sus síntomas en los últimos veinte años, a pesar de haber estado expuesta a contraerla en repetidas ocasiones. Esta inmunidad no es corporal, o “mente sobre materia”, sino espiritual. Es el resultado de reconocer que el hombre realmente vive en Dios.

Y lo más importante es que cualquiera puede aplicar estas verdades inmediatamente en su propia vida y en sus oraciones. Usted no tiene que soportar una gripe o cualquier otra enfermedad. La verdad que, Jesús dijo, nos haría libres, es una realidad científica que cualquier corazón honesto puede comenzar a entender y practicar.

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