¿Acaso Hay alguna iglesia en algún lugar que tenga demasiados miembros, que haya crecido tanto que a sus miembros les agradaría decir: “Basta ya, hemos crecido lo suficiente”?
Probablemente no haya muchas que tengan ese desafío. En cambio, una pregunta bastante común es: “¿Cómo podríamos hacer para crecer más?” Las respuestas son tantas y tan variadas como las iglesias mismas. A menudo estas respuestas indican que para que una iglesia crezca, los miembros deben estar dispuestos a pagar el precio de ese crecimiento. Tal como lo señalan las cartas y las entrevistas que aparecen en estas páginas, la experiencia cristiana debe profundizarse, teniendo a Dios como centro de los afectos.
Alguien contó una vez sobre su visita a una iglesia filial. A los miembros les agradó llevar a la visitante a recorrer el edificio cuidado y bien mantenido. Era obvio que ellos apreciaban de veras a la Ciencia Cristiana, que disfrutaban de su iglesia y se admiraban entre sí. Pero la iglesia no estaba aceptando nuevos miembros. Los congregantes que asistían con regularidad se contentaban con asistir; los alumnos de la Escuela Dominical no mostraban interés en hacerse miembro. ¿Por qué? Era lo que los miembros querían saber. Después de un momento de buscar una respuesta desde el fondo de su corazón, la visitante pensó: “¿Quién querría subir a un tren que no va a ninguna parte?” Sintió que lo que allí estaba faltando, el combustible que impulsaría a la iglesia hacia su destino, era una evidencia más vigorosa del crecimiento interior de los miembros.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!