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Así como la plaza o el mercado en una comunidad es el lugar de encuentro para la gente y sus actividades, LA PLAZA es un lugar donde los lectores del Heraldo pueden compartir experiencias y lecciones que han aprendido mediante las revelaciones espirituales adquiridas al trabajar para la iglesia y la comunidad.

Subamos a un tren que va a alguna parte

SEMINARIO: EL CRECIMIENTO DE LA IGLESIA

Del número de septiembre de 1992 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿Acaso Hay alguna iglesia en algún lugar que tenga demasiados miembros, que haya crecido tanto que a sus miembros les agradaría decir: “Basta ya, hemos crecido lo suficiente”?

Probablemente no haya muchas que tengan ese desafío. En cambio, una pregunta bastante común es: “¿Cómo podríamos hacer para crecer más?” Las respuestas son tantas y tan variadas como las iglesias mismas. A menudo estas respuestas indican que para que una iglesia crezca, los miembros deben estar dispuestos a pagar el precio de ese crecimiento. Tal como lo señalan las cartas y las entrevistas que aparecen en estas páginas, la experiencia cristiana debe profundizarse, teniendo a Dios como centro de los afectos.

Alguien contó una vez sobre su visita a una iglesia filial. A los miembros les agradó llevar a la visitante a recorrer el edificio cuidado y bien mantenido. Era obvio que ellos apreciaban de veras a la Ciencia Cristiana, que disfrutaban de su iglesia y se admiraban entre sí. Pero la iglesia no estaba aceptando nuevos miembros. Los congregantes que asistían con regularidad se contentaban con asistir; los alumnos de la Escuela Dominical no mostraban interés en hacerse miembro. ¿Por qué? Era lo que los miembros querían saber. Después de un momento de buscar una respuesta desde el fondo de su corazón, la visitante pensó: “¿Quién querría subir a un tren que no va a ninguna parte?” Sintió que lo que allí estaba faltando, el combustible que impulsaría a la iglesia hacia su destino, era una evidencia más vigorosa del crecimiento interior de los miembros.

Desde el punto de vista mundano, crecer es a menudo sinónimo de obtener: obtener más dinero, más miembros, más miembros activos, etc. Es un sentido de ansiedad, rara vez satisfecho y a menudo lleno de temor, que se distrae con aspectos externos. Un punto de vista radicalmente diferente de lo que es el crecimiento, se refleja en la siguiente declaración de Ciencia y Salud por Mary Baker Eddy: “La Ciencia Cristiana presenta desarrollo, no acrecentamiento; no manifiesta ninguna evolución material de molécula a mente, sino una revelación de la Mente divina al hombre y al universo”. Nuestra tarea no consiste en adquirir más materia, sino en darnos cuenta del gran caudal de bien que la Mente infinita ya ha impartido, y vivir de acuerdo con nuestro entendimiento.

Jesús dio a sus discípulos una parábola que resume perfectamente este punto. Les dijo: “El sembrador salió a sembrar su semilla”, y describió cuatro tipos de suelo donde cayó la semilla (Lucas 8:4–15). Estaba el suelo junto al camino donde fue pisoteada y los pájaros podían devorar la semilla; la piedra que no permitió a la semilla echar raíces; la tierra plagada de espinos que asfixiaron las plantas; y, finalmente, la buena tierra que alimentó a las plantas hasta que pudieron dar fruto.

¿Qué clase de tierra estamos ofreciendo a la semilla que ha sido sembrada en nosotros? Es un punto esencial para responder a la pregunta sobre el crecimiento de la iglesia. Cuando defendemos nuestros pensamientos de la oposición y la resistencia a la espiritualidad provenientes de la mente carnal, que intentaría neutralizar el esfuerzo espiritual, podemos ayudar mejor a otros a encontrar su camino hacia una vida más semejante al Cristo. Cuando nuestras “raíces” — nuestra comprensión de la Ciencia Cristiana — han alcanzado una profundidad tal que los momentos de prueba nos fortalecen en vez de atemorizarnos, podemos ayudar mejor a otros a encontrar su camino hacia los goces espirituales. Cuando nos negamos a permitir que las preocupaciones del mundo dominen nuestro pensamiento, podemos guiar mejor a otros a través del laberinto del diario vivir. De este modo nuestra vida lleva fruto y nuestras iglesias se convierten en la evidencia de ese fruto.

El libro de Eclesiastés nos habla de un hombre sabio que “libra a la ciudad con su sabiduría”. Ser ese “hombre sabio” — vivir las exigencias del cristianismo en su Ciencia — no siempre parece ser el curso más fácil. Sin embargo, en lugar de ser una carga, ¡está lleno de gozo! Es cierto que la mente mortal pretende engañarnos haciéndonos creer que vivir de una manera cristiana es una tarea triste e ingrata. Pero el sentido espiritual nos muestra nuevos alcances de libertad, curación y realización, a medida que aprendemos a marchar en la dirección en que guía el Cristo, hacia la luz y la gracia de la pura bondad del reino de Dios.

La Sra. Eddy escribe: “Lo que más necesitamos es la oración del deseo ferviente de crecer en gracia, oración que se expresa en paciencia, humildad, amor y buenas obras...

“Simplemente pedir que podamos amar a Dios, nunca nos hará amarle; pero el anhelo de ser mejores y más santos, expresado en vigilancia diaria y en el esfuerzo por asimilar más del carácter divino, nos modelará y formará de nuevo, hasta que despertemos a Su semejanza” (Ciencia y Salud).

La vida de la iglesia no está separada de la vida de sus miembros. Lo que más necesita la iglesia es lo que más necesitan individualmente los miembros, y lo que ellos en forma colectiva pueden procurarle: la sustancia del crecimiento espiritual.


De un miembro de una iglesia en desarrollo del oeste medio de los Estados Unidos

Teniamos Ocho miembros y un alumno en la Escuela Dominical. El contrato de arrendamiento de nuestra Sala de Lectura estaba por expirar y su propietario ya nos había informado que iba a aumentar el alquiler, el cual iba a ser mucho más de lo que podíamos pagar. Después nos enteramos de que había pensado en no renovarnos el contrato.

Habíamos tenido reuniones de miembros, pero había una gran apatía. Entonces, las cosas empezaron realmente a cambiar. El Ayudante del Comité de Publicación y el Comité de Publicación de nuestro estado nos pidieron apoyo para responder a los desafíos de la Ciencia Cristiana. De modo que cada domingo después de los oficios, comenzamos a quedarnos unos minutos para hacer trabajo metafísico específico por la Causa de la Ciencia Cristiana y los derechos de los Científicos Cristianos.

Al mismo tiempo, llegó a nuestro conocimiento que estaban por expirar los derechos de autor de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras. Entonces todos aceptamos la tarea individual de leer Ciencia y Salud del principio al fin.

Poco tiempo después tuve que encontrarme con el propietario del local de nuestra Sala de Lectura. La bibliotecaria y yo habíamos estado orando sobre el concepto de que la Sala de Lectura formaba parte de la iglesia. No teníamos una iglesia, una Sala de Lectura y una Escuela Dominical como actividades separadas, sino que todas eran parte de una idea completa. Después de mucha oración, me sentí impulsada a hablar con el propietario del local como si fuese un muy querido amigo a quien conocía de hacía mucho tiempo. A medida que hablábamos, pude sentir que la resistencia iba disminuyendo.

Al ir cambiando nuestro pensamiento acerca de la Sala de Lectura, la iglesia y la Escuela Dominical, empezamos a ver cambios exteriores. Unas horas después, el propietario del local nos llamó por teléfono. No sólo rebajó el alquiler de la Sala de Lectura sino que nos ofreció un contrato por tres o cinco años.

Ahora que teníamos una situación más estable con la Sala de Lectura, teníamos que hacer frente a su decoración. La pintura de las paredes interiores era de un color castaño oscuro y el tono de la alfombra también era oscuro y la pintura estaba toda descolorida. Decidimos darle más luz.

Cuando el dueño del local vio lo que estábamos haciendo, dijo: “En realidad, me gustaba el aspecto que tenía. Parecía un cuarto privado”. Y por supuesto, no era eso lo que nosotros queríamos. Volvió un par de veces cuando yo estaba allí, y en cada ocasión aprendió algo más sobre la Ciencia Cristiana.

También otras personas han estado llamando a la Sala de Lectura y buscando Ciencia y Salud. Habían oído hablar de la Ciencia Cristiana a través del amigo de un amigo o de algún pariente lejano. Durante los últimos meses, diez ejemplares del libro de texto pasaron a manos de esos buscadores de la Verdad.

Había sido difícil encontrar personal para atender la Sala de Lectura. Prácticamente — parafraseando a Jesús — suplicábamos: “¿No podría trabajar para nosotros una hora por mes?” ¡Ahora la gente está tan dispuesta a trabajar! Inclusive han dado testimonio los miércoles, expresando cuánto aman trabajar en la Sala de Lectura y agradeciendo el crecimiento espiritual que esa tarea les ha proporcionado.

Trabajar por la Causa nos estaba impulsando realmente a despertar a lo que es la Causa. Decidimos leer una de las biografías de la Sra. Eddy para saber más sobre nuestra Guía y sus primeros colaboradores y sobre los desafíos que tuvieron que enfrentar.

Entre los miembros se estaba operando una transformación: la apatía se estaba disolviendo. Fue realmente una renovada dedicación y un profundo aprecio por la Sra. Eddy y por la Causa. Con esta apertura se presentaron cinco nuevos miembros. Tres niños comenzaron a asistir a la Escuela Dominical, y un estudiante universitario vino a preguntar si era posible contar con medios de transporte dado que no quería faltar a la Escuela Dominical ni a los servicios de la iglesia. Esto abrió oportunidades para dos nuevos maestros que antes habían dicho: “Jamás voy a enseñar en la Escuela Dominical”.

En un momento dado pareció que íbamos a quedarnos sin techo pues había una filtración que había que arreglar. Los fondos para hacerlo se presentaron en forma inesperada y pudimos colocar un techo nuevo.

Hace poco, tres familias más se mudaron a nuestro vecindario. Esto trajo como resultado cinco alumnos nuevos a la Escuela Dominical. Y este domingo, ingresan a nuestra iglesia dos miembros nuevos. De modo que el número de miembros casi se ha duplicado.

Todo esto se produjo a través del trabajo por la Causa. Lo primero fue un aprecio más profundo por la Ciencia Cristiana. Luego una renovada dedicación con el fin de comprender la función de la Sra. Eddy como Guía. Y por último descubrimos que el deseo de vivir para toda la humanidad y traer esta revelación al siglo XXI, nos hacía partícipes del mismo, justo en el momento en que el desafío parecía tan grande.

El trabajo individual de los miembros trajo muchísimos frutos. Se están produciendo curaciones esperadas desde hacía tiempo.

Una de nuestras organistas de los miércoles no es Científica Cristiana; los domingos toca en otra iglesia. Quiso saber qué podía leer sobre Mary Baker Eddy. Comenzó leyendo la serie Conocimos a Mary Baker Eddy; luego tomó una de las biografías más extensas y la leyó también. Entonces preguntó si se le podía facilitar un ejemplar de Ciencia y Salud. Ha estado compartiendo ideas y pensamientos con el pastor de su iglesia.

Todos nos dimos cuenta de que debemos estar más activos. Uno de los miembros escucha todas las mañanas el noticiero para enterarse de cuáles son las necesidades del mundo y luego ora específicamente acerca de ellas. No es suficiente levantarse y simplemente trabajar por uno mismo, pese a lo necesario que es hacerlo.

Dos de nuestros miembros han sentido, durante el año pasado, el profundo deseo de dedicar más tiempo y mayores esfuerzos a la práctica pública de la Ciencia Cristiana. Una de ellas tenía un empleo bien remunerado y con buenas perspectivas. Ella dijo: “Ya no es mi meta. No quiero ascender en la escala administrativa; quiero algo más elevado, no simplemente subir un escalón más. Siento el deseo de trabajar en la práctica pública”. Se le presentó un nuevo cargo en otro departamento de la empresa, con un horario que le va a permitir tener mucho más tiempo para su práctica. Ella dijo: “Siento que estoy preparada para dar este paso, porque no es un paso hacia atrás; es un paso hacia una meta más elevada”.

UN PROPOSITO ABRIO EL CAMINO

Somos una pequeña Sociedad de la Ciencia Cristiana; nuestros medios económicos son modestos. Nuestro propósito más importante para establecer una Sala de Lectura era poder presentar la Ciencia Cristiana público en general, a la vez que proveer un lugar de estudio para nuestros miembros.

Deseábamos tener una buena biblioteca circulante con una abundante provisión de los libros que ofrece nuestra Sociedad Editora. Acudimos a otra iglesia filial solicitando libros usados, y nos enviaron una enorme cantidad de hermosos libros que había reunido y seleccionado cuidadosamente el encargado del comité de distribución de libros restaurados de esa iglesia. El titular del comité de la Sala de Lectura pasó muchas horas ayudándome a seleccionar los libros que necesitábamos. Otra iglesia repitió esa generosa acción. El desarrollo de este sector y de cada sector de nuestra Sala de Lectura ha sido motivo de gozo desde sus comienzos.

La verdad es que poco tiempo atrás una nube negra se cernía sobre nuestro grupo. No había crecimiento, y lo común era criticar y condenar, además de un enfoque destructivo disfrazado de “cientificismo”. Ahora todo ha cambiado y el amor cristiano genuino se hace sentir tanto dentro de los muros del edificio de nuestra iglesia como en la Sala de Lectura.

El año y medio que ha transcurrido desde que conocí la Ciencia Cristiana ha sido para mí de gran iluminación. Tengo muchísimo más que aprender y espero con entusiasmo esa experiencia. Hasta el momento, la demostración en nuestra sociedad ha sido comprobar que nuestro conocimiento y expresión del Amor divino realmente prosperan cuando los buscamos.

¿QUE ES LO QUE DEBEMOS BUSCAR PRIMERO?

Somos un grupo muy pequeño de miembros, en una iglesia del otro lado del mundo lejos de los Estados Unidos. Nuestros miembros se dieron cuenta de que debíamos hacer más de lo que estábamos haciendo. Así que nos reunimos en asamblea para hacer una genuina búsqueda de respuestas. Buscábamos inspiración, así como orar por nuestra Escuela Dominical, y por todas las actividades de nuestra iglesia. Después de trabajar mucho juntos, me siento feliz de decir que nuestra congregación aumentó considerablemente desde entonces. Nuestra Escuela Dominical donde concurrían niños ocasionalmente como visitantes, ahora tiene alumnos regulares que concurren todos los domingos y se está expandiendo lo suficiente como para tener dos maestros.

Gracias al generoso ofrecimiento de un miembro que hace poco se mudó nuevamente a esta zona, nuestra Sala de Lectura puede ahora abrir un número mayor de días. Nuestros miembros ven estos cambios como el resultado directo de aquella primitiva reunión que tuvimos juntos. Hemos llegado realmente a ver lo que Cristo Jesús quería significar cuando dijo: “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”.

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