Hace Poco Vi una caricatura que me pareció interesante. La escena se desarrollaba en el consultorio de un veterinario. Parado sobre una mesa entre el veterinario y su dueño, estaba un perro con diferentes objetos metálicos adheridos a él: una sartén, una llave de tuercas, un destornillador, una espátula y otras cosas por el estilo. El comentario del veterinario era: “Este es el caso más grave de magnetismo animal que he visto”.
Puede ser que — fuera de la literatura de la Ciencia Cristiana — es en las caricaturas como la descrita arriba, donde el término magnetismo animal aparece con más frecuencia en la actualidad. Sinónimos de la frase, tales como mesmerismo e hipnotismo, son términos más familiares del léxico general de hoy en día. Entonces, ¿por qué continúan los Científicos Cristianos refiriéndose al magnetismo animal? Y ¿qué quieren dar a entender con ese término?
Un ejemplo simple podría ayudar a poner en claro cualquier halo de misterio. Digamos que tenemos que cumplir con una tarea importante en muy poco tiempo. No sólo necesitamos cumplir con dicha tarea, sino que tenemos el profundo deseo de hacerlo así, porque merece hacerse y otros cuentan con que cumplamos con la tarea. Al disponernos a trabajar, de alguna manera nos distraemos. Tal vez sea la tentación insistente de hacer algo ajeno a nuestra tarea: ver un programa de televisión o ir a una fiesta que habíamos cancelado. O tal vez empecemos a sentirnos paralizados por alguna presión o demasiado preocupados por cierto aspecto desafiante de la tarea misma. Esta clase de resistencia mental a llevar a cabo una tarea que es buena y natural, es una evidencia del magnetismo animal.
El término específico es apropiado por varias razones. Entre otras, describe el asunto con exactitud. El estado de pensamiento que estamos considerando aquí es magnético, y la atracción es hacia lo animal o mortal, las tendencias de la naturaleza humana.
Por otra parte, el magnetismo animal es sinónimo de hipnotismo, e hipnótico es ciertamente la manera de describir correctamente un estado de pensamiento irracional y paralizante que lleva a las personas a hacer o pensar lo opuesto a lo que ellas quieren o necesitan hacer o pensar. A la vez, es importante comprender que estos términos, como se usan en la Ciencia Cristiana, se refieren a algo mucho más penetrante y pertinente en la experiencia de cada día, que la imagen tradicional de un hipnotizador que induce a alguien a entrar en un trance moviendo un objeto brillante ante sus ojos. Los críticos literarios indican algo de este uso más amplio al usar palabras tales como hipnótica, mesmerizante y hechicera para sugerir la capacidad que tiene una novela para cautivar el interés de los lectores.
La consciencia humana, hasta que no está espiritualmente disciplinada, tiende a ser influida por los pensamientos de otros y por el ambiente mental general que la circunda. Por ejemplo, los inversionistas, los especuladores, los comisionistas y los postores que se dedican al mercado de valores, tienden a pensar y a actuar de manera tan uniforme que los observadores por rutina personifican al mercado, como si fuera una persona con estados de ánimo y reacciones identificables. Implícita en todo ejemplo específico de actividad hipnótica o mesmérica, está la impresión predominante de que la vida y la consciencia están en la materia y son controladas por ella y están esencialmente separadas de Dios, el Espíritu.
Al recurrir a la Biblia, podemos encontrar la importante respuesta que el cristianismo da al magnetismo animal. En su carta a los cristianos de Roma, Pablo escribe: “... según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros”. Unas frases después Pablo identifica a la “ley” que lucha contra su disposición interior de responder a la ley de Dios, como “los designios de la carne”. Y define este estado mental como “enemistad contra Dios”. También dice que “el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz”.
Es evidente que Pablo está diciendo a sus compañeros cristianos que estén alerta contra aquello que pretende tener poder, puesto que si no se oponen a ese aparente poder, éste va a tratar de impedir el crecimiento espiritual de ellos. Es evidente que había descubierto, al seguir a Cristo, que algo de cierta naturaleza mental parece luchar activamente contra todo aquello que tiende a ir hacia Cristo. Esta resistencia mental a la Verdad puede aparecer como una acción exterior, como cuando Pablo fue perseguido y encarcelado. No obstante, se manifiesta con frecuencia bajo el disfraz de nuestros propios pensamientos y sentimientos, sugiriendo, por ejemplo, que la disciplina espiritual es pesada o aburrida o mentalmente agotadora. Pablo enérgicamente explica en sus escritos que por más malvada que pueda parecer la mente carnal, siempre se puede neutralizar y ver que no tiene poder en la medida en que seamos espiritualmente obedientes a Cristo. (Véase, por ejemplo: Rom. 6:16; 7:24—8:2, 35, 37—39; 2 Cor. 10:3—5; Gal. 5:1; Efes. 4:17—24; 6:10—18.)
Todo esto es muy pertinente y esencial si estamos interesados en el crecimiento espiritual, en descubrir la relación entre nuestra propia vida y el propósito fundamental de la vida misma, todo lo cual tiene que ver con nuestra relación con Dios. La Sra. Eddy descubrió que al permitir que Dios, y no la mente humana, defina nuestro entendimiento de nosotros mismos, del mundo y de Dios, captamos un concepto totalmente claro y nuevo de lo que significa estar vivos. Este proceso de descubrimiento revela el significado espiritual y el ejemplo de la vida y las enseñanzas de Cristo Jesús.
En el descubrimiento de la Sra. Eddy predomina la comprensión de que Dios es Mente infinita y que la verdadera identidad de cada persona — o lo que Pablo llama el “hombre interior”— es enteramente espiritual porque es la expresión del Espíritu, o Mente divina. El seguir a Cristo entraña el descubrimiento creciente de nuestra identidad espiritual y el esfuerzo de vivir nuestra vida sobre la base de este descubrimiento.
Vemos la plena pertinencia del término magnetismo animal cuando recordamos que es “enemistad contra Dios”; se opone con violencia a todo esfuerzo por vivir más cerca de Dios y a pensar y a actuar más plenamente de acuerdo con lo que somos por ser Sus hijos. Pero en el descubrimiento del cristianismo científico también es fundamental el hecho de que la totalidad de Dios, el bien, excluye la existencia de cualquier otro poder. El mal es un simulador porque no tiene legitimidad en el universo de Dios.
¿Por qué parece la mente carnal odiar y luchar contra todo lo que es espiritual? Aquí hay una manera en que podríamos razonar acerca de esto: Si fuéramos una mentira, ¿cuál sería nuestra actitud hacia la verdad específica que pudiera probar nuestra falsedad y, por lo tanto, nuestra falta de pertinencia? Aun cuando, por ser una mentira, seríamos ilegítimos e inútiles ¿no trataríamos de usar nuestras tácticas engañosas para echar abajo los hechos que nos echarían al olvido?
La Ciencia Cristiana explica que el magnetismo animal es un estado mental engañoso o ficticio; algo que, por muy real que pueda parecer a la consciencia humana, no puede ser real frente al hecho de que la única Mente divina es literalmente infinita. La única manera en que el magnetismo animal podría coexistir con Dios, es si Dios fuera la fuente del bien y del mal, de la luz y de las tinieblas. La primera carta de Juan categóricamente contradice esa noción. “Dios es luz”, proclama el Evangelista, “y no hay ningunas tinieblas en él”.
Stephen Parsons es un ministro de la Iglesia de Inglaterra. En una entrevista publicada en el Sentinel no hace mucho tiempo, hizo la siguiente observación: “Ciertamente se siente la oposición a la obra de amor y curación, y yo tomo seriamente la enseñanza de las Escrituras: ‘En Cristo somos más que vencedores’. ¿Qué es lo que estamos venciendo? Se refiere a ‘principados y potestades’. No quiero ser dogmático acerca de lo que son estas cosas, pero estoy en estado de alerta por cualquier cosa que quisiera oponerse” (véase Christian Science Sentinel, 29 de enero de 1990).
Tal vez más que ninguna otra cosa, el descuido de no estar “en estado de alerta” respecto a la influencia mesmérica de la mente carnal, es lo que obstruye el progreso individual y colectivo de la humanidad en su movimiento natural hacia una nueva era espiritual. En el Manual de La Iglesia Madre, la Sra. Eddy aconseja a los miembros de la Iglesia que ella fundó, como sigue: “Será deber de todo miembro de esta Iglesia defenderse a diario de toda sugestión mental agresiva, y no dejarse inducir a olvido o negligencia en cuanto a su deber para con Dios, para con su Guía y para con la humanidad. Por sus obras será juzgado, — y justificado o condenado”.
Debido a que Dios es Mente infinita, y el hombre, en su ser verdadero, es la expresión directa de la Mente, no es de sorprenderse que nuestra oración para estar alerta traiga como resultado un estado mayor de vigilancia. A medida que sincera, humilde y persistentemente procuramos comprender y obedecer al Dios que es Mente, reflejamos de manera natural la claridad de consciencia que nos permite ver a través de las mentiras de la mente carnal y a caminar con firmeza en el camino de Cristo. La inmensidad del amor que Dios tiene para con Sus hijos brilla por todas partes a medida que salimos de las tinieblas que rodean a la materia y entramos a un mundo nuevo de tangible luz espiritual.
