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Recordemos nuestras victorias espirituales

Del número de septiembre de 1992 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Gente De Todos los credos se regocija con la oración que halló respuesta. La evidencia tangible y convincente de la cercanía y poder de Dios, que se logra al comprender a Dios, produce recuerdos inspiradores. Pero las curaciones son todavía más valiosas pues brindan una base para avanzar en nuestro progreso espiritual.

El David del Antiguo Testamento, cuya poesía de agradecimiento y alabanza a Dios ha enriquecido la vida de innumerables multitudes, respetaba profundamente sus victorias iniciales, logradas mediante la oración y confianze en Dios. En uno de sus propios versículos en el libro de los Salmos, escribe: “Estos confían en carros, y aquellos en caballos; mas nosotros del nombre de Jehová nuestro Dios tendremos memoria”.

En cierta ocasión en que los Israelitas se enfrentaron con el gigante filisteo Goliat, el joven David pidió permiso al Rey Saul para enfrentarse en batalla con este agresor. Es obvio que le dio nuevo valor el recordar los éxitos pasados, como cuando defendió a sus ovejas al ser atacadas, porque David concluyó su ruego al rey con estas palabras: “Jehová, que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, él también me librará de la mano de este filisteo”. El relato dice que siguió un triunfo rápido y magnífico.

La inspiración espiritual jamás tiene fecha. Es siempre nueva, activa e ilimitada. El Cristo, la Verdad, y sus revelaciones concomitantes de la bondad de Dios, tampoco están fragmentados ni dependen del tiempo. Son tan omnipresentes e intactos como Dios.

Algunos negocios contemporáneos que tienen que ver con la depredación de compañías, las adquisiciones hostiles y las compras ventajosas de partes de una compañía, pueden recordarnos de modernos Goliats. Una de las características de la práctica en los negocios es reducir el personal existente, lo que significa que menos personal se tiene que hacer cargo de más responsabilidades. Y para aquellas personas que tienen que ver, inocentemente, con la maniobra, esto resulta, con frecuencia, en duda, tensión y temores en cuanto al futuro.

A un Científico Cristiano, que ya estaba desempeñando tareas gravosas en una gran compañía, se le informó que tenía que hacerse cargo de todas las tareas de otro empleado que se iba a jubilar pronto.

Esta decisión repentina de sus superiores lo exasperó. No obstante, como estudiante de la Ciencia Cristiana, lo primero que hizo fue orar. Y el primer efecto de su oración fue no reaccionar, no tener resentimiento contra quienes habían tomado lo que parecía ser una decisión injusta.

Percibió que era prudente hacer a un lado, por el momento, todos los detalles de este nuevo desafío en su trabajo. Después decidió celebrar un pequeño culto de acción de gracias, en el cual recordó muchas de las victorias obtenidas mediante la oración. Ellas cubrían una amplia gama de necesidades humanas que hallaron respuesta. Muchas de ellas excedían en importancia a la que él estaba enfrentando ahora.

Estaba agradecido por el impulso espiritual y el aumento en su comprensión de Dios que cada una de esas victorias le había dado. No obstante, hizo un esfuerzo especial para mantener sus pies firmemente plantados en el presente. También decidió no persistir en los detalles específicos de cada caso, sino, más bien, magnificar la iluminación espiritual que había acompañado a cada curación y la lección espiritual que cada una le había ayudado a aclarar.

Recordó en esta ocasión un provechoso versículo bíblico de la Epístola a los Filipenses: “Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer por su buena voluntad”. Luego razonó que la ley de Dios del bien no había dejado de actuar. El bien que había obtenido en el pasado era evidencia de que el bien está siempre presente. Como John Greenleaf Whittier escribió en cierta ocasión: “... lo bueno del ayer, el hoy también viene a alegrar”. También recordó esta línea del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy: “Todos somos capaces de hacer más de lo que hacemos”. Comprendió que ninguna medida de cuán ocupados pareciéramos estar puede afectar este hecho. También en este momento un practicista de la Ciencia Cristiana compartió con él un valioso hecho espiritual sobre el cual meditar: Dios es nuestro verdadero empleador.

Este hombre pronto descubrió que realmente todo lo que se le pedía era reflejar fiel y firmemente las cualidades de Dios aquí y ahora — cualidades como inteligencia, amor y obediencia — y llevar a la práctica de una forma nueva su concepto más elevado del bien.

Como resultado de llevar a la práctica este razonamiento espiritual, muy pronto se evidenciaron ajustes notables en el cumplimiento y atmósfera de su trabajo. No se empleó a nadie para reemplazar al empleado que se había jubilado, sino que una gran cantidad de papeleo resultante de la fusión de los dos puestos se transfirió para que otro departamento lo hiciera. Esto le dio libertad a ese hombre para hacer el resto del trabajo él mismo, algo que pudo hacer fácilmente.

El recordar nuestras victorias espirituales, como ocurrió en este caso, muestra el significado sanador de la gratitud. Ya sea que se exprese silenciosa o audiblemente, la verdadera gratitud es el reconocimiento de la amable y permanente presencia de Dios, el Amor divino. Esta es la razón por la cual siempre recibimos tantos beneficios cuando expresamos agradecimiento en la vida diaria, y la razón por la cual el mal, en cualquier forma, no puede dominar a un corazón agradecido.

El recordar triunfos inspirados por la oración, no es una artimaña para iniciar de alguna manera, nuevas victorias. Pero puede subrayar y dar la prueba de que, en cierto grado pequeño, hemos demostrado que Dios es Todo-en-todo. Y lo que es más importante todavía, las victorias espirituales confirman que hay una Ciencia de la Vida, Dios, que se puede demostrar y que está siempre presente, siempre disponible para que toda la humanidad la lleve a la práctica.

Cantad a Jehová cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas;
su diestra lo ha salvado,
y su santo brazo.

Salmo 98:1

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