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La juventud en los años 90

Siempre hay una salida

Del número de septiembre de 1992 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando Era Estudiante de primer año en la escuela secundaria, fui con mi mejor amiga, Lori, y sus padres, a un lago. Al segundo día, me di cuenta, como nunca antes, que el poder de Dios está siempre presente, cualesquiera sean las circunstancias.

Salimos en una lancha a motor, y mientras Lori esquiaba en el agua yo iba segura sentada en la proa, disfrutando del viento y las gotas que me salpicaban. Súbitamente la lancha chocó con una masa de troncos sumergidos. El impacto me arrojó al agua por encima de la proa, y la lancha quedó sobre mí. Al principio estaba confundida por lo que había ocurrido, y después me di cuenta de que la lancha estaba atascada encima de mí y me encontraba atrapada debajo del agua.

El primer pensamiento que me vino fue que Dios estaba conmigo. Sabía que podía confiar en Dios y en Su poder. Esa respuesta fue natural e instintiva porque había tenido muchas pruebas en mi vida de que la oración brinda pronta ayuda y curación.

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