Cuando Era Estudiante de primer año en la escuela secundaria, fui con mi mejor amiga, Lori, y sus padres, a un lago. Al segundo día, me di cuenta, como nunca antes, que el poder de Dios está siempre presente, cualesquiera sean las circunstancias.
Salimos en una lancha a motor, y mientras Lori esquiaba en el agua yo iba segura sentada en la proa, disfrutando del viento y las gotas que me salpicaban. Súbitamente la lancha chocó con una masa de troncos sumergidos. El impacto me arrojó al agua por encima de la proa, y la lancha quedó sobre mí. Al principio estaba confundida por lo que había ocurrido, y después me di cuenta de que la lancha estaba atascada encima de mí y me encontraba atrapada debajo del agua.
El primer pensamiento que me vino fue que Dios estaba conmigo. Sabía que podía confiar en Dios y en Su poder. Esa respuesta fue natural e instintiva porque había tenido muchas pruebas en mi vida de que la oración brinda pronta ayuda y curación.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!