Al Oir Un grito fuerte me di vuelta hacia la izquierda y vi a un adolescente corriendo hacia mí con un enorme cuchillo. Al notar que él miraba a alguien que estaba más lejos, miré en esa dirección y vi a otro adolescente que le estaba apuntando con un revólver. Le grité que no disparara, pero apretó el gatillo y el adolescente con el cuchillo cayó hacia atrás mortalmente herido.
Pocos minutos antes me habían puesto la afilada punta de uno de esos enormes cuchillos contra el cuello. Dos veces había escapado de la muerte esa tarde, hace ya casi veinte años. No crecí en un barrio pobre, tampoco pertenecía a pandilla alguna; pero en la escuela pública a la que asistía las pandillas habían creado un clima de violencia.
Hoy en día la actividad de las pandillas aún me llega a través de los informativos semanales sobre muchachos adolescentes. Se matan entre ellos y también matan a personas inocentes que se encuentran cerca. A pesar de lo que a veces siento cuando leo esas noticias, sé que la oración tiene el poder de sanar el crimen y los disturbios sociales. Encuentro apoyo y fortaleza en un pasaje de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy cuando se refiere a las fuerzas en conflicto y a la destrucción del mal: “Durante ese conflicto final, mentes malignas se esforzarán por encontrar medios con los cuales causar más daño; pero quienes disciernan la Ciencia Cristiana refrenarán el crimen. Ayudarán a expulsar el error. Mantendrán la ley y el orden y esperarán gozosos la certeza de la perfección final”.Ciencia y Salud, pág. 96.
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