¡Que Bueno Es poder decir de alguien: “El es mi mejor amigo”! Nuestro mejor amigo comparte nuestros momentos felices y nos hace sentir mejor cuando estamos deprimidos. ¿No sería estupendo que este amigo estuviera siempre con nosotros? En la escuela tuve varios compañeros a quienes consideré mis “mejores amigos” en diferentes épocas. Pero me di cuenta de que el amor que sentía cuando estaba con ellos está siempre conmigo porque Dios es la fuente de todo amor verdadero. Dios es Amor, y percibí que siempre podía contar con este Amor. Comencé a pensar que Dios es mi mejor amigo.
Así fue como sucedió: Apenas había comenzado mi tercer año de enseñanza secundaria, y me sentía muy desdichada. Me era difícil hacer amigos. No solo era un poco tímida, sino que en la escuela anterior, otros compañeros se habían burlado de mí, y temía que esto sucediera otra vez. Mi participación en diversas actividades no dio resultado. Me sentía fuera de lugar y me parecía que nunca tendría amigos.
Fue en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana donde aprendí que Dios es Amor. Allí también aprendí que podemos resolver los problemas por medio de la oración y de lo que aprendemos sobre Dios en la Biblia y en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy. También había leído en el Christian Science Sentinel cómo otras personas solucionaban sus problemas y eran sanadas, y yo quería poner en práctica lo que estaba aprendiendo de Dios para sanar esta situación.
Me di cuenta de que si Dios es Amor, El siempre está amando y ama a todos, ¡incluyéndome a mí! Dios no ama sólo a los que alientan a los equipos de fútbol o a los jugadores o a los estudiantes más populares. El no creó a unos extrovertidos y simpáticos y a otros aburridos y poco atractivos. Nuestra identidad verdadera es la semejanza espiritual de Dios. Dios da a cada uno de Sus hijos gracia, inteligencia, felicidad y talento. Para Dios, que sabe lo que es verdadero, todos somos hermosos, buenos, alegres y amados.
Cristo Jesús enseñó que todos somos dignos del amor de Dios. El no sólo se relacionaba con las personas que recibían más atención o con los ricos y poderosos, sino que iba con quienes más necesitaban entender que ellos eran hijos perfectos de Dios: los enfermos, los pobres y aquellos que eran considerados pecadores. Cuando los discípulos le preguntaron quién era el mayor en el reino de los cielos, él les presentó a un niño pequeño, ¡que por cierto no estaba en la lista de los diez personajes más importantes de la sociedad de su tiempo! Jesús destacó que necesitamos seguir el ejemplo de ese niño, siendo más humildes. Jesús enseñó que ello realmente nos llevaría a una vida mejor. Véase Mateo 18:1–5.
Todo lo que iba comprendiendo acerca de Dios y Su idea espiritual, el hombre, me ayudó a verme más a mí misma como Dios me ve. Dios me ve como Su reflejo espiritual que ya es feliz, valioso, completo y tiene confianza en sí mismo. Cualquiera sea la actividad en la que yo participe, puedo expresar todas las cualidades que Dios me da, como creatividad, belleza y fortaleza. Comprendí que no tengo que compararme con otros para medir cuán buena soy. Soy buena ahora mismo, porque es así como Dios me creó. Pero mis oraciones no podían terminar ahí. Tenía que ver también a los demás de esa manera. No sería justo verme a mí misma como una magnífica idea de Dios, y a los demás simplemente como populares o impopulares.
No recuerdo exactamente en qué momento todo comenzó a cambiar, pero me sentí más feliz y más confiada. Ya no tuve temor de que la gente se burlara de mí ni de que me consideraran una marginada. Me di cuenta de que estaba más abierta al trato con los demás y estaba haciendo nuevos amigos. Y un maestro dijo que yo tenía una sonrisa muy linda.
Creo que podemos decir que Dios es el mejor amigo de todos. En Su reino no hay camarillas ni marginados, sino que todos estamos incluidos y celosamente cuidados, como una gran familia.