Por Muy Variadas que hayan sido las circunstancias que nos hicieron interesar en las enseñanzas de la Ciencia Cristiana, todas tienen una cosa en común: había algo positivo acerca de la Ciencia que nos atraía. Puede haber sido la actitud de un vecino, un artículo que leímos, una conferencia a la que nos invitaron, una curación que presenciamos o hasta una que tuvimos nosotros mismos con la ayuda de un Científico Cristiano. Fue el rayo de esperanza grande o pequeño que recibimos que nos hizo desear llegar a saber más sobre la Ciencia Cristiana, leer la literatura de la Ciencia Cristiana, visitar los servicios religiosos de la iglesia y estudiar la Lección Bíblica semanal que se encuentra en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana.
Para contestar satisfactoriamente la pregunta de si vale la pena ser miembro de una iglesia filial, tal vez sería apropiado aclarar otras tres preguntas. Primero, ¿qué es la Ciencia Cristiana? Para ponerlo en pocas palabras como lo expresa la Sra. Eddy, la descubridor de esta Ciencia, en el Manual de La Iglesia Madre, es la Ciencia que reestablece el “perdido elemento de curación”Manual de La Iglesia Madre, pág. 17. del cristianismo primitivo para que se pueda demostrar. La segunda pregunta sería: ¿Qué nos ofrece la Ciencia Cristiana? Ayuda ante cualquier problema, curación de aflicciones mentales y físicas, mayor armonía en las relaciones humanas y una comprensión de nuestra relación con Dios que trae a nuestra vida una profunda paz. Esta respuesta fácilmente puede dar pie a la tercera pregunta: ¿Es preciso afiliarse a la iglesia para obtener todo esto? Pues bien, mientras estemos solamente interesados en nuestro propio bienestar, podría parecer suficiente estudiar la Ciencia Cristiana y practicarla para nosotros mismos en nuestra vida diaria. Pero no podemos comportarnos como el sacerdote o el levita en la parábola del buen samaritano que nos dejó Jesús y pasar de largo con indiferencia frente al sufrimiento de los demás. Como el samaritano, deberíamos procurar ayudar a quien sufre haciendo que ponga su atención en la Ciencia de la curación cristiana y ayudándolo a aplicarla. La Sra. Eddy lo dice de esta manera: “Millones de mentes sin prejuicios — sencillos buscadores de la Verdad, fatigados peregrinos, sedientos en el desierto— esperan con anhelo descanso y refrigerio. Dadles un vaso de agua fría en nombre de Cristo y jamás temáis las consecuencias”. Y unos pocos renglones más abajo dice: “Quienes estén preparados para la bendición que impartís, darán las gracias”.Ciencia y Salud, pág. 570.
Para estar preparados para ayudar a los demás, es preciso que practiquemos lo que estamos aprendiendo. Nuestro carácter se purifica y se pone a prueba cuando tratamos con otras personas. Por lo tanto, es muy importante que busquemos oportunidades para trabajar en la iglesia junto a otras personas sobre una base democrática, no para obtener ganancias personales sino para alcanzar una elevada meta espiritual.
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