Desde Mi Niñez sufrí de una enfermedad muy debilitante, y de mucho miedo. Por medio del estudio y de la práctica de lo que enseña la Ciencia Cristiana, ahora disfruto de excelente salud, y en lugar de atemorizarme cuando se presentan problemas, tanto en mi propia vida como en el mundo que me rodea, he aprendido a sanarme y a sanar a otros, y a vivir en paz con los que me rodean. Responder a cada maldición con una bendición, perdonar con amor y aprender el secreto de la generosidad, son el fruto de obedecer a Dios como lo enseña la Biblia y Ciencia y Salud. A continuación relato una evidencia de lo que esta enseñanza nos ha dado a mí y a los míos.
A comienzos de este año, cuando visitábamos a unos amigos, nuestro hijo de tres años se cayó de cabeza de una casa que había en un árbol. Todos los presentes corrieron alarmados a ayudarlo. El primero en alzarlo fue mi esposo que le dijo: “Dios te ama”. Nuestro hijito mostraba profundas heridas en la cabeza. Los que nos rodeaban esperaban ansiosamente que llamáramos a un médico, pues pensaban que el niño necesitaba suturas y temían que hubiera sufrido alguna concusión.
Lo alcé en mis brazos y lo consolé, sintiendo inmediatamente una completa confianza en el amor presente de Dios. Sabía que el verdadero ser del niño era espiritual, creado por Dios, intachable e invulnerable a los accidentes. Los que nos rodeaban, aun cuando no eran estudiantes de la Ciencia Cristiana, eran cristianos activos. Silenciosamente me regocijé por la oportunidad que se les presentaba de ser testigos del poder del Cristo que nos acompañaba y supe que Dios se estaba declarando a todos en ese momento.
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