¿Ha Considerado Usted alguna vez que no es popular? ¿O que la gente prefiere a otros mucho más que a usted? Yo sé cómo se siente porque es lo que he experimentado algunas veces.
Recuerdo un par de años en la escuela en que me condideraban la segunda niña más impopular de la clase. Me molestó muchísimo. Pero con el correr de los años, y a medida que estudiaba la Ciencia Cristiana, empecé a notar que la Sra. Eddy escribe sobre el tema de la popularidad. Me interesó esta frase referente a Cristo Jesús que aparece en su libro Ciencia y Salud: “Para ‘el varón de dolores’ los honorarios o la popularidad no constituían peligro”. Ciencia y Salud, pág. 42. ¿Es la popularidad un peligro? ¿Por qué?
Una respuesta que pensé fue que puede hacernos conformistas. La popularidad podría impedir nuestro crecimiento, podría impedir que rechazáramos el concepto mortal y limitado de nosotros mismos para percibir el concepto verdadero y espiritual del hombre hecho a imagen y semejanza de Dios. Definitivamente yo quería crecer espiritualmente. Entonces encontré esta declaración de la Sra. Eddy en su obra Escritos Misceláneos: “La popularidad — ¿qué es? Una mera pordiosera que alardea y mendiga, y a la cual Dios niega caridad”.Esc. Misc., pág. 330. Busqué la palabra pordiosera en el diccionario y vi que quiere decir “mendiga”.
¿Cómo podía ser “pordiosera” la popularidad? Hay muchas respuestas a esta pregunta, y todavía estoy aprendiendo nuevas. Pero pude ver que la popularidad involucra cierta preocupación o confianza en la opinión de la gente, y yo estaba haciendo un falso dios de la opinión de los demás. La Ciencia Cristiana enseña que debido a que Dios es Mente y Dios es infinito, El es la única Mente verdadera. Por tanto, la fuente de la inteligencia y el amor del hombre es siempre Dios. Aunque puede parecer que no es fácil reconocer la verdad absoluta de que sólo hay una Mente, especialmente cuando estamos rodeados todo el día por mucha gente, podemos empezar a hacerlo gradualmente.
Si todos los que nos rodean suponen que lo mejor es tener un grupo de amigos con cuales llevarse bien, para que no estemos solos o sin protección, podríamos empezar a pensar así también. Los buenos amigos pueden, por cierto, ser una expresión natural del amor y cuidado de Dios. No obstante, es importante que reflexionemos y empecemos a comprobar cuál es la fuente genuina de nuestra felicidad: una sensación de proximidad con Dios.
Después de un período de lo que fue para mí tener muchas citas con muchachos, descubrí que me sentía extrañamente vacía. En cierto sentido, el tener muchas citas era agradable. Me sentía bien en cuanto a mí misma por tener una personalidad simpática, materialmente hablando. No obstante, comprendí que esta percepción era limitada e incorrecta. Yo no estaba comprendiendo a Dios mejor ni reconociendo Su presencia. Yo no estaba reconociendo mi identidad verdadera y espiritual inseparable de esa presencia. No hay nada malo en tener citas con muchachos o en tener amigos, ¡pero sí hay algo de malo si los usamos para medir el éxito!
La popularidad no es ni una meta digna de alcanzarse ni un índice de nuestro afecto. Así que podemos dejar de tratar de averiguar qué cambio debemos hacer en nuestra actitud para que se nos aprecie más. Necesitamos normas más elevadas y más generosas.
¿Qué constituye la felicidad? ¿Qué nos da seguridad? ¡La espiritualidad! Aprender acerca de Dios. El aprender a amar, es decir, ver y poner en práctica la verdad de que ya reflejamos al Amor divino. Cuando nos ocupamos en amar, dejamos de preocuparnos de si les caemos bien a otras personas o si nos aman, porque cuando amamos en el sentido más verdadero, nos sentimos amados.
También he visto que es útil no verme a mí misma ni a los demás como mortales, una mezcla del bien y el mal, y hacer un verdadero esfuerzo por comprender que puesto que Dios es Espíritu infinito, nuestro ser verdadero es Su idea espiritual e ilimitada. Si este cambio de pensamiento parece difícil, podemos recurrir a Dios en busca de ayuda para ver espiritualmente. Cuando anhelamos hacer esto, discernimos que El ya nos ha dado la gracia para lograrlo.
Cristo Jesús quizás fue muy popular en algunos momentos de su vida. En ciertos casos fue seguido por multitud de gente. Sabemos, no obstante, que dijo a sus seguidores: “Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros mintiendo”. Mateo 5:11. Esta declaración ciertamente no indica que la aprobación general mortal sea algo bueno o necesario. Y en su crucifixión Jesús fue abandonado por todos excepto por unos pocos. Véase Juan 19:25–27. Pero él obedeció a Dios en todo lo que hizo. Y, al final, lo capacitó para triunfar sobre toda circunstancia adversa y para levantarse de la tumba.
Tal vez hayamos sufrido injustamente por haber obrado bien o por ser simplemente honestos con nosotros mismos. Hacer todo lo posible por obedecer a Dios por amor a El y al bien, y ser verdaderamente nosotros en lugar de tratar de ser como otra persona o ajustarnos a alguna norma, son móviles inspirados por Dios. Y los móviles correctos nos ayudan a sentir Su apoyo, como una roca bajo nuestros pies.
Años después estuve lejos de mi hogar durante un mes y me vi en una situación en la que estaba rodeada por gente que glorificaba la sensualidad, incluyendo las bebidas alcohólicas y la promiscuidad. Me di cuenta de que la burla que me hacían casi no me molestaba. Lo más importante era que estaba aprendiendo a ver que las cualidades tales como la inocencia, la pureza y la integridad son realmente bellas, no importa lo que piensen los demás. Estimaba esas cualidades y sabía que el amor de Dios estaba con todos nosotros. Aprendí a apreciar mejor el valor genuino de cada persona que estaba allí. Hice algunos amigos y también ayudé a una persona a ver su propio valor más claramente y así dejó de emborracharse todas las noches. Me sentí con más fortaleza cuando volví a casa después de ese mes que estuve fuera. ¡Esa es verdadera felicidad! Y, dicho sea de paso, al final de la escuela secundaria, una joven que me había rehuido durante años me dijo: “Realmente te respeto”. ¡Qué sorpresa!
Dios nos ama a cada uno de nosotros. Ama nuestra individualidad espiritual. El es la fuente de esa individualidad, la cual es totalmente buena. Al descubrir más de la naturaleza espiritual del hombre como Dios lo creó, y obrar conforme a ella, ayudamos a otros a hacer lo mismo. Atrévete a expresar tu pureza divina y tu originalidad. Haciéndolo, nunca estarás solo. Y comprobarás que el Amor divino cuida de todas tus necesidades, incluso la amistad.
Me hiciste conocer
los caminos de la vida;
me llenarás de gozo
con tu presencia.
Hechos 2:28
