Expresiones tales como “cosas ocultas”, “el saber misterioso o esotérico”, “conocimiento secreto accesible a un círculo íntimo de creyentes”, se han usado para describir los libros apócrifos del Antiguo y Nuevo Testamento. Aunque a través de los siglos ha habido considerable interés en estos libros, no han sido aprobados como “Escritura”. Se les ha encontrado deficientes de una manera u otra, y por eso no han sido incluidos en el canon del Antiguo ni del Nuevo Testamento.
Algunos de estos libros apócrifos contienen interesante material histórico. Otros se asemejan a la literatura de la sabiduría del Antiguo Testamento. Y otros parecen más bien fábulas. Hoy en día algunas traducciones de la Biblia contienen selecciones de estos escritos apócrifos. Pero mucha gente no los acepta como canon. Opinan que estos libros sencillamente no han probado ser la auténtica Palabra de Dios de la misma manera que han demostrado ser los demás libros aceptados de la Biblia.
En uno de los libros apócrifos del Antiguo Testamento, el de 2 Esdras, se explica la antigua tradición en que se basan los libros apócrifos. En este libro, Esdras relata que Dios le habló desde un arbusto y le dijo que escribiera las palabras de sabiduría que El le daría.
De modo que Esdras reunió a cinco escribas que recopilaron, durante un período de cuarenta días, alrededor de noventa libros con las revelaciones que Dios le dictó. De estos libros, según 2 Esdras, Dios dijo a Esdras que publicara solo veinticuatro. Los setenta restantes, se afirma, Esdras debía reservarlos sólo para los “sabios entre su pueblo”, aquellos que supuestamente estaban calificados espiritualmente para participar “del manantial del entendimiento, la fuente de la sabiduría, y el río del conocimiento” (2 Esdras 14:46, 47). Según algunas interpretaciones de este pasaje, los veinticuatro libros corresponden a los libros canónicos del Antiguo Testamento, mientras que los otros setenta corresponden a los libros apócrifos.
¿Qué son estos libros apócrifos, y de dónde vinieron? En realidad, originalmente consistían en cientos de escritos, tanto judíos como cristianos. Selecciones de escritos judíos fueron agrupados en los libros apócrifos del Antiguo Testamento, y selecciones de escritos cristianos fueron agrupados en los libros apócrifos del Nuevo Testamento. En su mayoría, los libros del Antiguo Testamento fueron escritos entre los años 400 a.C. y 250 d.C., y los del Nuevo Testamento durante los primeros siglos después del nacimiento de Jesús.
LOS LIBROS APOCRIFOS DEL ANTIGUO TESTAMENTO
La mayoría de los libros apócrifos asociados con el Antiguo Testamento fueron escritos durante los años que el pueblo judío atravesaba severas adversidades, cuando los griegos y luego los romanos ejercieron su poder para persuadir a los hijos de Israel a que abandonaran su fe en un solo Dios a cambio de los dioses paganos y de la cultura helénica. Durante este período, pensadores y escritores registraron crónicas históricas, historias en forma de novela, material de enseñanza, oraciones, cartas y visiones apocalípticas que consideraron que podrían inspirar y dar fortaleza a sus compañeros judíos cuando enfrentaban la persecución y la opresión extranjera.
Así que originalmente los judíos traídos como prisioneros a Alejandría, Egipto, fueron quienes por primera vez publicaron los libros apócrifos en una traducción griega de la Biblia hebrea conocida como la Septuaginta. Esta traducción, que comenzó a circular aproximadamente en el año 250 a.C., fue aceptada enseguida no solo por los judíos de Alejandría sino por los judíos de habla griega a través del Imperio Romano.
El número de libros que está incluido en la Apócrifa del Antiguo Testamento difiere en las diversas versiones de las Escrituras judeocristianas, la mayoría de las cuales contiene entre catorce y quince libros. Por lo general, estas escrituras cuentan historias de un período de la historia judía del que no se habla en los libros canónicos del Antiguo Testamento: el período difícil entre los últimos seis siglos a.C. (cuando el sacerdote Esdras sacó a los judíos del exilio de Babilonia) y el nacimiento de Jesús. En este lapso de tiempo tuvieron lugar la reconstrucción del Templo en Jerusalén, la conquista de los judíos por Alejandro de Macedonia y su atentado contra la cultura de este pueblo, y la tiranía de déspotas tales como Antíoco Epífanes, que exigió que los judíos lo adoraran a él.
A pesar de que los libros apócrifos fueron populares entre el pueblo judío, los rabinos finalmente los rechazaron del canon hebreo hacia el final del primer siglo de nuestra era, porque desde su punto de vista, estos libros sencillamente no estaban a la altura de las Escrituras. La estrecha relación entre los libros apócrifos y la Septuaginta no contribuyó a hacer de los libros apócrifos algo más creíble para los rabinos, que miraban con desconfianza a la Septuaginta porque estaba escrita en griego y no en hebreo.
Ni Jesús ni los apóstoles citaron directamente de los libros apócrifos, de acuerdo con las narraciones del Nuevo Testamento. Y los escritores del Nuevo Testamento en conjunto no dicen casi nada acerca de las narraciones y los acontecimientos históricos que contienen estos libros.
LOS CRISTIANOS CONTINUAN LA TRADICION DE LOS LIBROS APOCRIFOS
Es interesante destacar que fueron los cristianos de habla griega quienes popularizaron los libros apócrifos después que los judíos finalmente los excluyeron de su canon. Esto puede haber sido porque la mayoría de los cristianos usaban la Septuaginta, la cual citan con liberalidad en el Nuevo Testamento. Y aunque los escritores del Nuevo Testamento no citan directamente de los libros apócrifos del Antiguo Testamento, a veces hacen eco de pasajes de estos libros.
A través de los años, el uso de los libros apócrifos entre la cristiandad ha sido un asunto que más bien ha causado controversia. Algunos de los padres pioneros de la Iglesia, tales como el erudito bíblico Origen, citó los libros apócrifos como Escritura autorizada, pero a menudo eran atacados por hacerlo. El obispo de Emmaus, Julius Africanus, por ejemplo, criticó a Origen por citar el libro de Susana. Y en el cuarto siglo d.C., el más erudito de los pioneros de la Iglesia, el estudioso de la Biblia católicorromana, Jerónimo, se negó a traducir los libros apócrifos al latín cuando estaba preparando la Vulgata, su monumental Biblia latina. Pero los obispos católicos lo presionaron para que incluyera la vieja traducción latina de los libros apócrifos en su Biblia.
Alrededor de ese tiempo, Agustín, el renombrado pensador de la Iglesia, aprobó los libros apócrifos del Antiguo Testamento e instó a que éstos formaran parte del canon bíblico. Gracias a apoyos como éstos, los libros apócrifos continuaron disfrutando de un nivel casi canónico durante toda la Edad Media.
