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Usted puede entrar en la práctica pública

Del número de abril de 1994 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


A Medida Que los Científicos Cristianos progresan en la práctica de su religión y reciben, por lo tanto, cada vez más beneficios de ella, naturalmente quieren llegar a los demás y compartir estas bendiciones. Una manera muy satisfactoria y alegre de hacer esto es dedicarse a la práctica pública de la Ciencia Cristiana.

Pero mientras nuestro corazón puede anhelar hacer esto, a veces nuestra “cabeza” puede dudar de que ese paso sea factible. En otras palabras, podemos estar atesorando calladamente este deseo como algo que nos gustaría hacer, pero preguntándonos al mismo tiempo si tendríamos suficiente consagración o entendimiento, o si nuestras propias necesidades o las de nuestra familia serían satisfechas, o si Dios realmente nos está llamando para hacer este trabajo.

Algunos años atrás, un estudiante relativamente nuevo de la Ciencia Cristiana empezó a reservar por lo menos algunas horas de la semana para orar por el mundo. Leía los diarios y a menudo The Christian Science Monitor, o revistas de noticias, orando por lo que se describía en cada artículo. Después de hacer esto por dos años, primero reservó dos noches a la semana, luego tres para orar por él mismo, por el mundo y por otras personas cuando se lo pedían.

Después de cuatro años de haber comenzado a reservar un tiempo específico para orar, le pareció correcto dedicarse por completo a la práctica pública, aunque tenía dinero sólo para vivir algunos meses y debía más de diez mil dólares canadienses de un préstamo que había obtenido para la universidad. También, hasta aquel momento, pocas personas le habían pedido ayuda a través de la oración, aunque él ya había comprobado la eficacia de su oración en su propia vida y, según le pareció, para ayudar a sanar las situaciones del mundo.

Uno de los pensamientos que mantuvo en ese momento fue que debido a que él era en realidad la idea espiritual de Dios, reflejaba la inteligencia y comprensión de la única Mente. Esto significaba que él sabía lo que necesitaba saber para ayudar a los demás y que tenía suficiente entendimiento sobre la verdadera sustancia, el Espíritu, para permitirle no sólo enfrentar sus gastos, sino también para pagar sus deudas. Confiando en la verdad básica de que era la idea de Dios, completa y sin ninguna necesidad, hizo el primer cheque mensual del préstamo de cinco años.

En menos de un año, fue aceptado para ser listado como practicista en The Christian Science Journal. Y después de alrededor de dos años y medio de no sólo enfrentar sus gastos diarios sino pagar su préstamo, inesperadamente tuvo acceso a una suficiente cantidad de dinero para pagar toda su deuda. Se llenó de regocijo al comprender que verdaderamente todas las cosas son posibles para Dios, que El no deja de satisfacer las legítimas necesidades de nuestro corazón.

Entrar en la práctica pública es una experiencia totalmente individual, por supuesto, y cada Científico Cristiano que toma este paso lo hace en el momento apropiado para él o para ella. No hay fórmulas. En éste como en cualquier otro esfuerzo para seguir a Cristo Jesús reverentemente, el desarrollo es individual y ni usted ni ninguna otra persona lo pueden forzar.

¿Cómo podemos saber si Dios nos está guiando a entrar y dedicarnos por completo a la práctica pública? El purificar nuestros motivos a través de la oración nos ayudará a escuchar la instrucciones de Dios. También podemos reconocer que en la medida que practiquemos activamente la Ciencia Cristiana en nuestra vida diaria, ya estamos, en un sentido muy verdadero, en la práctica. Este deseo de probar y compartir la Ciencia Cristiana aumenta en la medida que aumenta nuestro amor por Dios.

La verdad de que Dios es Espíritu infinito y que el hombre es Su expresión espiritual es universal. ¿No es natural que cuando cada uno de nosotros llega a entender estas “buenas nuevas” que liberan, deseemos compartirlas de la manera más generosa posible? Es un hecho que orar y trabajar para dedicarse tiempo completo a la práctica pública es consecuente con el propósito de nuestra Iglesia: sanar el pecado y la enfermedad.

Pero alguien puede preguntarse: “¿En realidad tengo el entendimiento necesario para orar por otras personas y ayudarlas a través de la Ciencia Cristiana?”. La Sra. Eddy dice en Ciencia y Salud: “La devoción del pensamiento a un objetivo honrado hace posible alcanzarlo”.Ciencia y Salud, pág. 199. Así como una bella pintura debe reflejar el discernimiento y creatividad del artista que la pintó, el hombre, como imagen de Dios, refleja el entendimiento y la sabiduría de la Mente divina, la inteligencia que lo ha creado. Este entendimiento espiritual está al alcance de todos, en la medida en que humildemente rechacen la creencia de otras mentes aparte de Dios y se esfuercen por expresar la naturaleza divina, para expresar aquella Mente que expresaba Jesús. Es esa consciencia santa y cristiana, en verdad la única consciencia del hombre aquí mismo y ahora, que hace el trabajo de curación. A medida que nuestros motivos para ayudar a los demás son más puros y amorosos, veremos que el poder del Cristo, la Verdad, es más evidente en nuestra vida, y que realmente sana.

En la Epístola de Santiago, el autor escribió con confianza que la oración del justo sanaría al enfermo; vio claramente que la comprensión que se necesita para sanar no era una capacidad especial que pertenecía a unos pocos. Indicando la imparcialidad y abundancia de la bondad de Dios, escribió: “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada”. Sant. 1:5. Así que, ayudar a los demás todo el tiempo a través de la Ciencia Cristiana no depende de la capacidad personal sino más bien de nuestro propio deseo de poner a un lado la creencia en el poder personal para sanar y abrazar el conocimiento total de Dios como la única Mente.

Sin embargo, dedicarse tiempo completo a la práctica pública, exige ciertos requisitos espirituales de nosotros. Quizás sea como transformarse en abogado. Si alguien decide que quiere seguir la profesión de abogado, tendría que tomar un camino definido; ese camino incluiría ir a la facultad de derecho, en su momento pasar un examen ante un jurado, etcétera. Se entendería que esta carrera requeriría un compromiso firme de varios años, pero la meta final justificaría la dedicación y el esfuerzo que se necesitan.

El punto aquí no es que el dedicarse a la práctica pública deba ser un proceso arduo, sino que al ser llamados por otros para que apliquemos la ley divina en su defensa, se debe tener por lo menos la misma visión a largo plazo, el mismo compromiso y la misma seriedad de propósito que se exigirían si se defendiera a otros con la ley humana. Aquellos que buscan con afán y devoción hacer una “carrera” en la ley divina, encontrarán que Dios está progresivamente usándolos para Su servicio. Este deseo de confiar en Dios, en lugar de sentir que se trata de mi “poder” personal, es esencial en nuestro trabajo de curación.

En Ciencia y Salud, la Sra. Eddy escribe: “De ninguna manera es científicamente cristiano pensar en ayudar al Principio divino de la curación a tratar de sostener el cuerpo humano hasta que la Mente divina esté lista para atender el caso. La divinidad siempre está pronta. Semper paratus es el lema de la Verdad”.Ciencia y Salud, pág. 458.

Ya que “siempre pronta” es el lema de la Verdad y cada uno de nosotros es en realidad la expresión de la Verdad, ¿acaso no debería ser éste nuestro lema también? Si bien es muy conveniente usar la sabiduría al aceptar los casos, cada uno de nosotros puede orar diligentemente, y reclamar la Mente de la cual habló Pablo cuando les escribió a los Filipenses: “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús”. Filip. 2:5. En otras palabras, el amor y la comprensión necesarios para sanar son innatos en nosotros, inherentes en lo que somos por ser hijos de Dios. Una clara, humilde devoción a la espiritualidad nos prepara humanamente.

En el Evangelio según Juan se relata el comienzo del ministerio público de Jesús. En las bodas en Caná, su madre le mencionó que no había vino. Su respuesta fue: “¿Qué tienes conmigo, mujer? Aún no ha venido mi hora”. Juan 2:4. No obstante pareció que María, con su puro amor de madre, rápidamente percibió que él ya estaba preparado, y él de hecho convirtió el agua en vino, como ella se lo pidió.

¿Acaso el amor de madre del Amor divino no nos ve a cada uno de nosotros como realmente somos, que siempre incluimos la percepción y comprensión espiritual que necesitamos? Si su corazón anhela entrar en la práctica pública, no hay nada legítimo que pueda bloquear este paso; seguramente este deseo es una oración poderosa que no puede dejar de tener fruto.

Yo sé los pensamientos que tengo
acerca de vosotros, dice Jehová,
pensamientos de paz, y no de mal,
para daros el fin que esperáis.

Jeremías 29:11

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