A Medida Que los Científicos Cristianos progresan en la práctica de su religión y reciben, por lo tanto, cada vez más beneficios de ella, naturalmente quieren llegar a los demás y compartir estas bendiciones. Una manera muy satisfactoria y alegre de hacer esto es dedicarse a la práctica pública de la Ciencia Cristiana.
Pero mientras nuestro corazón puede anhelar hacer esto, a veces nuestra “cabeza” puede dudar de que ese paso sea factible. En otras palabras, podemos estar atesorando calladamente este deseo como algo que nos gustaría hacer, pero preguntándonos al mismo tiempo si tendríamos suficiente consagración o entendimiento, o si nuestras propias necesidades o las de nuestra familia serían satisfechas, o si Dios realmente nos está llamando para hacer este trabajo.
Algunos años atrás, un estudiante relativamente nuevo de la Ciencia Cristiana empezó a reservar por lo menos algunas horas de la semana para orar por el mundo. Leía los diarios y a menudo The Christian Science Monitor, o revistas de noticias, orando por lo que se describía en cada artículo. Después de hacer esto por dos años, primero reservó dos noches a la semana, luego tres para orar por él mismo, por el mundo y por otras personas cuando se lo pedían.
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