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La promesa permanece: blanco como la nieve

Del número de abril de 1994 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Conozco A Un experto orador al que en una ocasión invitaron a dar una charla a un grupo de mujeres en prisión. Cuando estaba de pie en la plataforma a la hora de comenzar, quedó momentáneamente paralizado al contemplar esos rostros endurecidos por el odio, preocupados y asustados, o resignados e indiferentes. De pronto vio a una mujer joven sentada en la primera fila. Y en un instante su percepción se transformó y pudo ver más allá de las apariencias de su carácter. Percibió la profundidad de su verdadero ser como la mujer que Dios creó, inocente, pura y sensible al bien. Y entonces exclamó para sus adentros: “¡Esta es la verdadera naturaleza de todos los que están aquí!”

Los Científicos Cristianos no tratan al pecado superficialmente ni tampoco pasan por alto los efectos devastadores del mal, que pretende producir placer o beneficiar a aquellos que están dispuestos a quebrantar las leyes morales. Pero la misión del Cristo es quitar los pecados del mundo, buscar y salvar a los que están perdidos. ¿Cómo se logra esto? El aparente poder del pecado es desarmado cuando las personas luchan con sus pretensiones y lo vencen al comprender que el hombre es hijo de Dios, sin pecado.

Los discípulos de Cristo Jesús de hoy en día saben que aquél que amó tiernamente a los lirios, que predicó y practicó el perdón y el amor incondicional, tuvo palabras duras para el pecado. A la hipocresía y la justificación propia los llamó “sepulcros blanqueados”. Mateo 23:27. A los fariseos orgullosos los trató de “generación de víboras”, Mateo 23:33. y los vendedores deshonestos y avarientos fueron reprendidos severamente por convertir el templo de Dios, Su “casa de oración”, Mateo 21:13. en cueva de ladrones. Y aunque estos infractores de la ley moral no siempre comprendían el significado de las palabras y obras de Jesús, él igualmente procuraba salvarlos de sus propios errores.

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