Hasta Que Termine mis años de secundaria asistí a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, pero más tarde comencé a alejarme de lo que había aprendido allí y a dejarme llevar por las numerosas tendencias intelectuales de la época.
Llegué a sentirme vacilante, confusa y rebelde en mis relaciones con mi familia y con la sociedad. También comencé a beber, fumar y robar objetos en los negocios locales. Mis valores morales decayeron. Ya no podía conciliar mi forma de pensar, o mi comportamiento odioso y antisocial, con la pureza y la verdad sanadora que enseña la Ciencia Cristiana.
Esta confusión duró muchos años. Después de que mi matrimonio terminó en divorcio, fui a la universidad: allí las cosas empeoraron. Comencé a tomar drogas. A medida que el dinero comenzó a adquirir mayor importancia para mí, me dediqué a mi trabajo de tiempo completo y resté tiempo a mis estudios. Un día mi jefe me llamó, pidiéndome explicaciones por otro error que había cometido. Me dijo: “Será mejor que encamines tu vida o tendré que despedirte”. También me dijo confidencialmente que se había dado cuenta de que me faltaba una guía espiritual y me sugirió que recurriera a la religión en la cual había sido criada. Este hombre sentía un gran amor por Dios, y yo lo respetaba.
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