Cuando Mi Esposo me abandonó me sentí desolada. Su partida me dejó sintiéndome sin amor, resentida y rechazada. Pero sobre todo, estaba desconcertada por la sensación de que alguien me hubiera arrancado una parte de mi vida que yo quería conservar. Yo sentía que lo que él veía como su libertad lo había obtenido a mis expensas, y me sentía terriblemente frustrada por el hecho de que mi vida pudiera parecer tan fuera de mi control.
Desesperada me volví a Dios en oración. Creo que cuando empecé a orar sólo Le suplicaba que me ayudara. Pero poco a poco empecé a sentir exactamente lo cerca que estoy de Dios en realidad. Sabía que El nunca abandonaría a uno de Sus hijos, ni siquiera permitiría que se sintieran abandonados por alguna otra persona. La Biblia nos dice en tantas formas diferentes y maravillosas quién es Dios y quiénes somos nosotros por ser Sus hijos. Una historia tras otra nos dice que Dios cuida como una madre a Su linaje. Yo sabía que al igual que El cuidó de aquellos sobre los que habla la Biblia, El estaba cuidando de mí y Su cuidado incluía el control adecuado de mi vida. Aun cuando yo no sabía cómo ser feliz, Dios sí lo sabía. En el Evangelio según Marcos encontramos una promesa de Cristo Jesús que yo había probado una y otra vez en el pasado y que me dio esperanza en ese momento: “Para los hombres es imposible, mas para Dios, no; porque todas las cosas son posibles para Dios”. Marcos 10:27.
Mary Baker Eddy usa el término Mente como otro nombre para Dios en su libro Ciencia y Salud. Ella escribe: “La Mente divina que creó al hombre, mantiene Su propia imagen y semejanza. ... Todo lo que realmente existe es la Mente divina y su idea, y en esa Mente todo el ser se halla armonioso y eterno. El camino recto y estrecho consiste en ver y reconocer ese hecho, ceder a ese poder y seguir las indicaciones de la verdad”.Ciencia y Salud, pág. 151. Hice lo mejor que pude para aferrarme a los hechos espirituales, ceder al poder de Dios y seguirlo. La verdad es que la Mente realmente está en control de todo lo que ha creado.
Poco tiempo después, me di cuenta de que en realidad no eran las acciones de mi ex esposo las que me hacían tan infeliz, sino más bien era la manera en que yo reaccionaba ante su comportamiento. Yo no podía cambiar lo que él hacía, ¡pero podía hacer algo inmediatamente respecto a mis reacciones! Mi frustración acerca de mi falta de habilidad para hacerlo actuar de la manera que yo pensaba que él debía actuar, se disolvió. Descubrí que no deseaba controlarlo al igual que no deseaba que él controlara a mí. La. Sra. Eddy nos dice en Ciencia y Salud: “Dios ha dotado al hombre con derechos inalienables, entre los cuales se encuentran el gobierno de sí mismo, la razón y la conciencia. El hombre se gobierna a sí mismo debidamente sólo cuando está dirigido correctamente y gobernado por su Hacedor, la Verdad y el Amor divinos”.Ibid., pág. 106. Piense en lo que esto significa. El gobierno de sí mismo es un derecho inalienable que Dios nos da. Nadie nos lo puede quitar. No estamos a merced de cualquier situación desagradable. Dios ha establecido nuestra libertad sobre una base espiritual, y es nuestra para siempre.
Hice un esfuerzo especial para vigilar mis pensamientos y las acciones correspondientes. Alguien me había dicho que nuestras acciones dicen lo que realmente estamos pensando. Grandes cambios ocurrieron en mi vida cuando empecé a poner mis pensamientos más en armonía con Dios. Me di cuenta de que estaba tratando mejor a otras personas y que era más amorosa con ellas. Las cosas que hacía o dejaba de hacer mi ex esposo no afectaban mi gozo, aunque con el tiempo se volvió más bondadoso y respetuoso conmigo. La lección más importante que aprendí de esta experiencia es que yo no tenía que esperar que alguien me tratara bien para ser feliz o sentirme bien. Pude ver que la nueva actitud de mi ex esposo hacia mí fue el resultado natural del mayor entendimiento de Dios y del hombre que yo había adquirido.
Como hijos de Dios, tenemos el derecho de dominar todas las áreas de nuestra vida. Podemos probar que El nos cuida muy bien en nuestro hogar, en el trabajo y en todas partes. No estamos sujetos al control personal, sino al gobierno de nuestro Padre–Madre Dios, ¡y qué maravillosa bendición es ésta!
El amado de Jehová habitará
confiado cerca de él;
lo cubrirá siempre,
y entre sus hombros morará.
Deuteronomio 33:12
