A Comienzos De 1991 sentí repentinamente un dolor en los riñones y síntomas de tener cálculos renales. No podía realizar las tareas domésticas y tenía que permanecer en cama. Una practicista de la Ciencia Cristiana oró por mí y me dio una maravillosa guía para espiritualizar mi pensamiento. Esforzándome por tener pensamientos más puros, fui impulsada a buscar unos pasajes sobre el bautismo en Ciencia y Salud por la Sra. Eddy. Decía: “El bautismo por el Espíritu, que lava al cuerpo de todas las impurezas de la carne, significa que los de limpio corazón ven a Dios y están acercándose a la Vida espiritual y su demostración” (pág. 241).
Gracias a este estudio, muchas impurezas que tenía en el pensamiento quedaron al descubierto. Estas impurezas debían ser eliminadas. Me esforcé por sacar el mal, la preocupación y hasta las pequeñas molestias de mi consciencia y llenarla con pensamientos de Dios, el Amor divino. Lentamente el dolor disminuyó y pude comer de nuevo, después de no poder retener nada por algún tiempo.
Antes del fin de semana me sentía tan bien que pude ir con mi hija a un recital de música, donde acompañé con el piano a unos jóvenes violinistas.
Disfruté mucho esa tarde, pero cuando volví a casa me sentí débil y me acosté. Me dolía todo el cuerpo y esta condición duró casi toda la noche. Mientras estaba despierta en la oscuridad, sin poder dormir, recordé haber leído cómo la Ciencia Cristiana destruye el poder del hipnotismo. Había comprendido la naturaleza del hipnotismo, y me di cuenta de que uno no tiene porqué caer ante sus engaños si se aferra al menos a un solo hecho espiritual. Vi que el dolor es un estado hipnótico del pensamiento y no tiene nada que ver con los hechos verdaderos de la creación de Dios.
Entonces comencé a oponerme a ese estado doloroso e hipnótico con hechos espirituales. Insistí en el hecho de que la creación de Dios es espiritual y no material, y que esta creación es armoniosa, pura y buena. Al pensar así, algo me sucedió que podría describir apropiadamente con las palabras de Pablo de estar “ausentes del cuerpo, y presentes al Señor” (2 Cor. 5:8). Vi de repente y muy claramente que el cuerpo, con su dolor, no era mi verdadero ser, y en silencio le dije a este cuerpo: “Vamos, sufre, esto no me preocupa. No tienes nada que ver conmigo. ¡Soy una idea espiritual y no un cuerpo material!”
Ese fue el fin de esa condición; me dormí y me desperté a la mañana siguiente completamente sana. La curación ha sido permanente.
Al siguiente verano, al comienzo de una estancia de tres semanas en Inglaterra, tuvimos otra curación en nuestra familia relacionada con el bautismo espiritual.
Cuando cruzábamos el Canal, nuestro hijo de ocho años se quejó de un dolor en uno de los dedos del pie; solo podía caminar rengueando. Después de llegar a Inglaterra y mientras buscábamos lugar donde hospedarnos la primera noche, el niño comenzó a llorar de dolor. Pronto encontramos un hotel y tuvimos que llevarlo en brazos, ya que él no podía caminar por su propia cuenta.
Cuando le sacamos los zapatos y las medias, vimos que el dedo estaba muy inflamado. Mientras se bañaba, hablé con sus hermanos mayores y les pedí que oraran con nosotros por su hermano, lo que hicieron inmediatamente con gran seriedad.
Sin embargo, esa noche fue bastante dura. Me llevé al niño a la cama conmigo y le hablé en voz alta acerca de su relación espiritual con Dios, que Dios lo amaba y que no había creado nada malo. A pesar de ello, el dolor parecía intensificarse y me costó bastante esfuerzo consolarlo.
Era sábado por la noche y la Lección Bíblica de la Ciencia Cristiana de esa semana estaba en mi pensamiento. El tema era “Sacramento” y comenzaba diciendo que debíamos arrodillarnos y orar al Señor. También incluía el mismo pasaje de Ciencia y Salud que mencioné sobre “el bautismo por el Espíritu”. Esa noche realmente me arrodillé ante Dios y oré para saber que ese niño, por ser la idea de Dios, no tenía “impurezas de la carne”. Más tarde en la noche mi esposo pudo localizar a una practicista de la Ciencia Cristiana quien nos aseguró que nos apoyaría con su oración.
Cerca de la mañana, el niño parecía estar mejor. Se tranquilizó y pudo dormir dos horas y media; luego se levantó con mejores bríos. Vimos que la inflamación había bajado. Me di cuenta de que se había producido un maravilloso proceso de purificación. Pusimos una venda en el dedo para protegerlo y cortamos su zapatilla y la abrimos un poco para que pudiera colocar el pie. Después del desayuno fuimos a la iglesia de la Ciencia Cristiana más cercana. Deseaba asistir al servicio y presentía que la práctica de la Comunión tendría un efecto sanador y purificador. Fue una maravillosa ocasión pues nunca antes me había arrodillado ante Dios tan agradecida.
Paseamos toda la semana por Londres y el niño pudo participar libremente en todo lo que hicimos. El pie sanó rápidamente y no nos perdimos ningún momento de diversión en nuestras vacaciones. Me gustaría agregar que habíamos visto a un amigo de mi hijo luchar con una inflamación en el pie durante semanas; el proceso de curación había incluido muchos tratamientos médicos dolorosos que mantuvieron al niño apartado de sus actividades normales. Cuando me di cuenta de que nuestro hijo se había impresionado con esta situación, pudimos eliminar su temor e incluir a todos los niños en el amor infinito de Dios por medio de la oración.
Toda la familia estuvo muy agradecida por esta curación. Pero estamos más agradecidos por el cuidado de nuestro Padre-Madre Dios, siempre disponible y que nunca falla.
Villingen, Alemania