En Estos Momentos, la democracia se encuentra arraigada en el pensamiento de muchas personas. En todo el mundo hay gente que se está esforzando por lograrla. Las enseñanzas de la Ciencia Cristiana demuestran que en los asuntos humanos hay una base espiritual para la democracia. Un entendimiento de esta base espiritual proporciona un fundamento firme a todo aquel que desee ayudar a establecer o a mejorar un sistema democrático de gobierno, ya sea en su iglesia, en su comunidad o en su país.
De acuerdo con la Biblia, la Ciencia Cristiana enseña que hay un sólo Dios, el Espíritu, y que el hombre es Su linaje, creado a Su imagen. Por lo tanto, la verdadera identidad de cada uno de nosotros es nada menos que la imagen espiritual de Dios. Esto significa que todos somos iguales ante los ojos de Dios. Aunque cada uno de nosotros en sí mismo es individual, Dios no ve a uno de nosotros “mejor” que a otro. El no favorece a uno de Sus hijos en mayor medida que a otro, debido a que El creó a cada uno como la expresión perfecta de Su naturaleza.
Por supuesto, cuando observamos la escena humana, comprobamos que la igualdad no es precisamente lo primero que podemos ver. Algunas personas parecen ser más ricas, más inteligentes, más talentosas, más lindas y, de alguna manera, más afortunadas que otras. Pero esta apariencia exterior no tiene nada que ver con la igualdad espiritual de que estamos hablando.
En los asuntos humanos, nuestra igualdad en Dios es la que confiere la base espiritual para la democracia. Esta igualdad espiritual es una realidad inmutable creada por Dios, que jamás podrá ser abolida por ningún ser humano, circunstancia o gobierno. En la medida en que un gobierno humano esté basado sobre esta realidad, tanto más beneficiará a todos los involucrados. Y si nosotros aceptamos este hecho de todo corazón, nuestra lealtad a esta premisa en pensamiento y acción fortalecerá nuestra habilidad para apoyar a un gobierno democrático en cualquier lugar del mundo.
Las filiales de la Iglesia de Cristo, Científico, se gobiernan democráticamente. En el Manual de La Iglesia Madre, la Sra. Eddy escribe: “En la Ciencia Cristiana cada iglesia filial será netamente democrática en su forma de gobierno, y ninguna persona ni otra iglesia deberá intervenir en sus asuntos”.Manual, Art. XXIII, Sec. 10.
La democracia en una iglesia filial significa mucho más que una mera reunión para tratar y decidir por medio del voto las soluciones para los diversos asuntos que pueden plantearse. Es un tema que surge de la mismísima base del cristianismo: el amor. Requiere que se ponga en práctica el mandamiento del Antiguo Testamento, reiterado por Cristo Jesús: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Mateo 22:39. La obediencia a este mandamiento puede impulsar a los miembros de la iglesia más allá del simple acto democrático de votar hacia una democracia de amor fraternal y al respeto más profundo por la relación individual que tiene cada miembro con Dios y sus aptitudes para contribuir en el gobierno de la iglesia.
Dios, la Mente, es la fuente de todas las ideas correctas y cada persona tiene iguales posibilidades de acceso a todo lo que es bueno y a toda la creatividad que siempre emana de la Mente. Por lo tanto, en las reuniones que tratan sobre los asuntos de la iglesia, podemos escuchar a los otros miembros con amor, con mentalidad abierta y con la expectativa de que compartirán ideas provechosas. Durante las reuniones, ningún miembro debería sentirse intimidado para hablar ante el temor de que los demás no van a valorar debidamente sus comentarios. Cuando los miembros demuestran en forma activa este sentido de democracia más elevado en las reuniones de la iglesia, se abren todas las posibilidades para el bien. Pueden surgir conceptos nuevos y maravillosos, a veces de fuentes inesperadas.
Esta clase de democracia nos enseña a renunciar al ego personal que nos puede inducir a sentirnos más o menos sabios que los otros miembros. En vez de eso comenzamos a confiar en la relación que tenemos nosotros y los demás con la sabiduría divina. La guía de Dios está al alcance de todos y cada miembro de la iglesia está capacitado para escucharla y ser guiado a tomar decisiones sabias.
¿Y qué decir respecto a la elección de funcionarios y el nombramiento de comités? Un sentido más elevado de democracia ayuda a la iglesia a cubrir estos puestos de manera que bendigan a todos. A medida que los miembros resisten la tentación de erigirse en jueces de las habilidades o disposición de otros para servir, se pueden revelar talentos escondidos. Dios, el Espíritu divino, es la fuente de toda iniciativa verdadera. A medida que nos demos cuenta de esto, tendremos mayores evidencias de que los miembros son impulsados a descubrir la mejor manera de servir a su iglesia en todo momento. Esto significa a veces asumir una mayor responsabilidad en una de las áreas de la iglesia mientras servimos en otra área como miembro de algún comité.
La mente mortal — el sentido materialista y carnal de las cosas que fomenta la importancia de uno mismo y siempre quiere que todo se haga a su manera — puede a veces argumentar que escuchar los puntos de vista de todos y compartir las responsabilidades entre los miembros, es tedioso e ineficaz. Pero en toda situación que requiere el ejercicio de la autoridad, hay una distinción importante que hacer entre la eficiencia y la eficacia. La eficiencia logra que las cosas se hagan con el mínimo de tiempo y esfuerzo. La eficacia logra un buen resultado.
Cuando vemos el escenario mundial es obvio que el liderazgo carismático, y aun la dictadura, parecen buenos para algunas personas, debido en parte a su aparente eficiencia en el logro de ciertos objetivos. Sin embargo, estos métodos no son dignos de confianza para producir resultados buenos y duraderos. Hay una buena razón que explica porqué no funcionan bien. El liderazgo autoritario de cualquier tipo haría que la gente fuese gobernada por el hombre en lugar de Dios, lo cual es una contradicción al orden natural de la creación divina, en la que Dios, del todo sabio, es el único gobernante de todos.
El intento de controlar a otros niega el derecho individual a escuchar la dirección divina y hacer su propia y exclusiva contribución a la sociedad. En cambio, trabajar pacientemente desde la base de que cada persona tiene acceso a la sabiduría divina, trae un sólido progreso a una nación, una comunidad o una iglesia.
Una iglesia estaba enfrentando la importante decisión de construir o no un nuevo edificio. Sus miembros pasaron meses orando al respecto, discutiendo el asunto en las reuniones de iglesia, manteniendo reuniones inspiradoras especiales y escuchando diligentemente la dirección de Dios. En un momento dado, muchos de los miembros que estaban ansiosos por construir sentían el apremio de “poner manos a la obra”. Pero quisieron dar a todos el tiempo necesario para que obtuviesen un sentido de dirección divina. Finalmente, después de diez meses, los miembros sintieron que ya estaba todo listo y tomaron la decisión de que era el momento de actuar. Obviamente, ¡este no fue un proceso eficiente! Pero fue eficaz, porque la paciencia y el mutuo amor expresados por todos los miembros dieron como resultado una unidad espiritual que de otro modo no se habría podido lograr.
A veces en el trabajo de iglesia, un sentido personal de las cosas nos tienta de un modo sutil. Al no poder controlar la situación, podemos tratar de influir o manipular a la gente y los acontecimientos. Es una tentación de hacer a otros lo que seguramente no nos gustaría que hicieran con nosotros. Cuando intentamos influir los pensamientos o acciones de otros por el rumbo que nosotros consideramos que es el correcto, interferimos con el derecho que tienen nuestros compañeros de la iglesia de apoyarse únicamente en Dios para recibir la guía adecuada.
En nuestro trabajo de iglesia, pueden presentarse ocasiones en las que tenemos la sensación de que la mayoría ha elegido un rumbo equivocado. Esta es una oportunidad para confiar en Dios. Si la decisión tomada es errónea, El se lo revelará a todos los miembros a medida que ellos continúen orando. Y si la decisión es correcta, Dios también nos lo revelará a nosotros si continuamos orando y escuchando.
El trabajo en la iglesia filial requiere de una fusión de la democracia participativa del conjunto de los miembros y de la democracia representativa de la Comisión Directiva. La Comisión se elige para representar a los miembros. Cuando los integrantes de la Comisión toman decisiones, tienen la responsabilidad de escuchar la guía de la Mente divina. También es esencial que se amen los unos a los otros, que se escuchen y se respeten entre sí, así como a los demás miembros. Esto los capacitará para llevar a cabo su tarea de una manera genuinamente eficaz y no meramente eficiente.
La Ciencia Cristiana nos muestra la base espiritual sobre la cual se apoya la democracia. Y una iglesia filial es el lugar ideal donde practicar una democracia genuina no solamente en nuestros actos sino también en nuestros pensamientos y actitudes. A medida que aprendamos a amarnos y a respetarnos más los unos a los otros dentro de la iglesia, este propósito se expandirá más allá de la iglesia. Nuestra creciente comprensión de las implicaciones más profundas de la igualdad del hombre bajo el gobierno de Dios nos permitirá beneficiar a nuestras comunidades, a nuestros países y a nuestro mundo.