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Alimentemos a la multitud en casa

Del número de junio de 1994 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Al Ir Corriendo desde la parada del ómnibus de la escuela hasta su casa, Lila iba pateando las hojas amontonadas junto al borde del angosto sendero. Estaba muy feliz. Faltaba sólo una semana para el Día de Acción de Gracias. En los E.U.A., el Día de Acción de Gracias es un día de fiesta en el que se expresa gratitud a Dios, y que se celebra el cuarto jueves de noviembre. En la escuela, la Sra. Fenstermacher acababa de decir a los niños que todos estaban invitados a participar en una campaña para distribuir alimentos a los necesitados para el Día de Acción de Gracias. El que pudiera, debía traer de su casa un paquete con comestibles. Después de reunir todos los alimentos, los llevarían a alguna familia de la comunidad.

Una vez que la Sra. Fenstermacher terminó de hablar sobre la campaña, les leyó un relato sobre los primeros peregrinos. Eran puritanos ingleses que fundaron la colonia de Plymouth, en el estado de Massachusetts, E.U.A., en el año 1620. No estaban preparados para soportar el frío invierno de Massachusetts, pero entonces los indígenas les trajeron trigo y otros vegetales para comer. La Sra. Fenstermacher les dijo a los niños que podrían imaginarse que eran indígenas que llevaban alimentos a una familia de peregrinos.

A Lila le gustaba imaginar cosas. De hecho, se había estado imaginando muchas cosas desde el verano, después que su papá falleció. Ella se imaginaba que él vendría a casa después del trabajo, a la hora de cenar, o que estaría esperándola a la salida de la Escuela Dominical. Eso la ayudaba a sentirse mejor, por lo menos durante un rato. A pesar de que tenía siete hermanos, a menudo parecía que la casa estaba terriblemente silenciosa.

Pero ese día, mientras iba corriendo a su casa, se sentía muy contenta. El Día de Acción de Gracias era una ocasión en la que en su casa siempre había risas. Al entrar en la cocina, oyó que Wayde y Ricky le estaban contando a su mamá acerca de la campaña que iban a llevar a cabo para repartir alimentos. En ese momento, llegó Susan, la hermana mayor de Lila, que asistía a la escuela secundaria. Cuando escuchó lo que estaban hablando, Susan les dijo a Lila, Ricky y Wayde que fueran a jugar a la habitación de al lado, porque ella necesitaba hablar con su mamá.

Lila fue al comedor pero prestó atención a lo que conversaban. Susan le estaba preguntando a su mamá qué iba a hacer. Ella sabía que en la despensa sólo quedaban algunas latas de comida y el seguro social no efectuaría pagos hasta dentro de seis semanas. Susan comenzó a enojarse. Pero la mamá no estaba en absoluto enojada. Susan decía: “Deberías preocuparte en darles de comer a tus propios hijos antes de pensar en alimentar a otra gente necesitada del vecindario. Si les das a los niños esas latas para que las lleven a la escuela, no tendremos nada para nuestro Día de Acción de Gracias”. Susan salió enojada y Lila supo que su mamá había tomado la Biblia de un estante de la cocina y había comenzado a leer.

Esa noche la mamá les relató a todos la manera en que Cristo Jesús había alimentado a una multitud con solo cinco panes y dos peces. Véase Mateo 14:15–21. Primero, él les preguntó a sus discípulos qué cantidad de alimento tenían; luego bendijo lo que tenían y se lo dio nuevamente a ellos para que lo repartieran a la multitud. La mamá pensaba que Jesús consideraba que era importante que los discípulos sintieran que podían dar a los demás. Por lo tanto, pensó que era importante que Lila, Ricky y Wayde tuvieran la oportunidad de dar. Jesús no sintió temor de que a sus discípulos les faltara comida, porque confiaba en el cuidado de Dios. La mamá de Lila tampoco iba a preocuparse por el alimento de sus hijos.

Lila sabía que Susan aún sentía temor, pero se puso contenta de saber que ella también, al igual que los otros niños, iba a contribuir con su regalo e iba a firmar la tarjeta que entregarían a la familia.

Cuando llegó el momento, la mamá ayudó a cada niño a envolver una lata para la campaña de distribución de alimentos. Cuando Lila llegó a la escuela, se sintió muy contenta de poder poner su lata en el canasto. Se preguntó si los discípulos también se habrían sentido contentos de compartir su alimento.

La víspera del Día de Acción de Gracias, la mamá reunió a todos y los hizo sentar alrededor de la gran mesa redonda de la cocina. Susan y Nancy se quejaban de que eso no era divertido. Ellas hubieran querido hacer pasteles y el relleno para el pavo y salsa de arándano y cantar canciones, tal como lo hacían cuando su papá estaba con ellos. La mamá las miró muy seria y ellas se sentaron. Luego, la mamá tomó del estante de la cocina la Biblia y otro libro, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy. La mamá les dijo que este año iban a prepararse de un modo diferente para el Día de Acción de Gracias.

Entonces abrió el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana en la Lección Bíblica para el Día de Acción de Gracias y les hizo leer a todos de los dos libros (excepto los mellizos, que tenían solo un año y medio). Lila hasta pudo leer un poco de la Biblia, con la ayuda de Linda. Una vez que finalizaron la lección, la mamá pidió a cada uno que pensara en algo por lo cual estaban agradecidos.

Ricky dijo que estaba agradecido por su bicicleta. La mamá les pidió que trataran de pensar en cosas que no podían ver ni tocar. Lila pensó y repensó. Recordó que había estado estudiando el Padre Nuestro y lo iba a decir ante su maestra de la Escuela Dominical. Entonces dijo que estaba agradecida por haberlo aprendido.

La mamá dijo que eso era algo por lo que valía la pena estar agradecidos. Y agregó: “Digamos todos juntos el Padre Nuestro”. Entonces Lila y sus hermanos y hermanas, junto con su mamá, se tomaron de las manos alrededor de la mesa y comenzaron a decir el Padre Nuestro:

“Padre nuestro que estás en los cielos:
Santificado sea tu nombre. Venga Tu reino.
Hágase Tu voluntad, como en el cielo,
así también en la tierra.
El pan nuestro de cada día... Véase Mateo 6:9–13.

En el preciso instante en que llegaron a la parte del pan de cada día, sonó el timbre de la puerta de entrada. Antes de que la mamá pudiera levantarse para salir de la cocina, los chicos atravesaron corriendo el largo pasillo que conducía a la puerta de entrada. Nancy fue la primera en llegar, y al abrir la puerta se encontró que allí había por lo menos veinte padres, niños y maestros de su escuela, incluso la Sra. Fenstermacher. Lila estaba de lo más sorprendida. Todos traían cajas y cajas de alimentos y también la tarjeta con las firmas de Lila, Ricky y Wayde. La mamá sonreía con una amplia sonrisa y había lágrimas en sus ojos. Por supuesto, invitó a todos a entrar en la casa.

Más tarde, mientras la mamá calentaba la leche para preparar cocoa de la que habían traído en las cajas, llamó a Susan para que la ayudara. Lila fue también para ver si había malvaviscos. La mamá le pidió a Susan que abriera el libro Ciencia y Salud y leyera un pasaje que estaba marcado. Susan leyó en voz alta: “No nos empobrecemos al dar en servicio de nuestro Hacedor, ni nos enriquecemos al retener”.Ciencia y Salud, págs. 79–80. La mamá explicó que ella sintió que la mejor manera en que podía servir a Dios era confiar en Su Provisión infinita, no solamente para su familia sino para todas las familias. Susan la abrazó y luego ayudó a Lila a encontrar los malvaviscos para su chocolate caliente.

La mamá tuvo realmente razón. Los alimentos que recibió la familia la víspera del Día de Acción de Gracias alcanzaron hasta que su seguro social comenzó efectuar efectuar los pagos, seis semanas más tarde.

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