En Ciencia Y Salud escrito por la Sra. Eddy, encontramos gran cantidad de conceptos que explican la naturaleza mental de la existencia. Esas afirmaciones me recuerdan que las imágenes que mantenemos en el pensamiento son parte integrante de la manera en que se suceden nuestras experiencias, la esencia de lo que nos hace felices, de lo que nos produce ansiedad, de cómo vivimos nuestra vida. Por ejemplo, una de esas afirmaciones dice: “Cerrad los ojos y puede que soñéis que veis una flor — que la tocáis y oléis. Así se aprende que la flor es un producto de la llamada mente, una formación del pensamiento más bien que de la materia. Cerrad los ojos nuevamente y puede que veáis panoramas, hombres y mujeres. Así se aprende que también ésos son imágenes que la mente mortal mantiene y desarrolla y que simulan mente, vida e inteligencia“.Ciencia y Salud, pág. 71.
Cada día nos presenta un cierto número de imágenes mentales y muy pronto aprendemos que debemos analizarlas cuidadosamente. A veces pueden engañarnos; a veces hasta pueden resultar perversas o violentas. Puesto que la paz de nuestra mente, nuestra salud mental y por consiguiente nuestra experiencia, están estrechamente ligadas a cómo pensamos y qué es lo que pensamos, dichas imágenes no deben tomarse a la ligera.
Si, por ejemplo, vemos en el cine o la televisión, una escena violenta que parece auténtica o cautivante, o si leemos detalles muy gráficos de las atrocidades que últimamente se cometieron en el mundo, es importante — tanto si se trata de ficción como de relatos verídicos — determinar por medio de la oración que las imágenes de violencia no pueden tener ningún poder para atraernos, causarnos daño o transformarnos en sus rehenes. Aunque no pasamos por alto el sufrimiento humano, el curso de nuestros pensamientos debe ser encauzado conscientemente de acuerdo con el poder del amor de Dios que lo abarca todo, y con la bondad irresistible que El tiene para con todos. Esta es nuestra mejor defensa y un camino seguro para ayudar a otros. La perfección espiritual que ha creado Dios es absolutamente verdadera. Sentir y saber lo que es verdadero nos ayuda a contrarrestar los pensamientos de violencia, horror y hasta los de autodestrucción.
Si una tentación de violencia o ira aparenta adueñarse de la manera de pensar de alguien, ¿vamos a afirmar que ese alguien es una mala persona? La Biblia nos dice que Cristo Jesús fue tentado en varias ocasiones, incluso, a tirarse desde el pináculo de un templo. Pero esas tentaciones no lo tocaron ni se transformaron en parte de su identidad. Véase Lucas 4:1–13. Las vio tal como eran: sugestiones, nada más que sugestiones. No pudieron de ningún modo impulsar a Jesús a actuar según la tentación. Dejaron de molestarlo cuando él las rechazó con firmeza y continuó en los negocios de su Padre, ayudando y sanando a la humanidad.
La identidad real de cada uno es el hombre que hizo Dios. Todos somos la expresión del bien omnipotente. Ninguna cosa, sugestión o tentación puede cambiar esta realidad. Por lo tanto, cada uno de nosotros está siempre gobernado por Dios y es siempre pacífico; es siempre íntegro. Cuando nos aferramos a la verdad de la identidad real y espiritual que Dios nos ha dado, tenemos un arma que frena y destruye los pensamientos violentos.
¿Pero qué decir del mundo que nos rodea? ¿Cuántas veces al escuchar informaciones acerca de actos de terrorismo, abusos y violencia, nos sentimos impotentes para hacer algo para detenerlos? Yo me he sentido así. Pero, en realidad, nunca carecemos de poder para hacer frente a esa violencia, puesto que a través de la oración, poseemos el poder del amor de Dios que lo abarca todo, y Su bondad que no tiene oposición alguna. La oración es eficaz porque no sólo transforma nuestra propia manera de pensar sino que purifica la atmósfera del pensamiento de toda la humanidad. Ciencia y Salud explica porqué es esencial tratar con lo que encierra el pensamiento. La Sra. Eddy escribe: “¿No es claro que tiene que ser la mente humana lo que impulsa al cuerpo a cometer un acto malvado? ¿No es acaso la mente mortal el asesino? Las manos, sin la mente mortal que las dirija, no podrían cometer un asesinato”.Ciencia y Salud, págs. 104–105.
En realidad, ¿no es más eficaz maniatar y destruir los pensamientos que pueden impulsar a alguien a cometer un acto malvado, que imponer la fuerza — e incluso destruir — a la o las personas que aparentan ser una amenaza? Evidentemente, Cristo Jesús sabía esto. En una ocasión, se encontró con una persona que era tan agresiva que la gente había intentado, infructuosamente, encadenarla. El hombre también se había hecho daño a sí mismo, hiriéndose con el filo de las rocas. Cuando Jesús lo liberó de la demencia, la autodestrucción y la violencia, la gente lo vio “sentado, vestido y en su juicio cabal”. Marcos 5:15.
¿Qué fue lo que pudo contrarrestar una manera tan violenta de pensar? Si tomamos en cuenta lo que la Biblia nos dice acerca de Jesús, la única respuesta acertada es que fue el poder de la oración, que reconoció el amor y la protección universales que Dios brinda a todos Sus hijos y así desbarata las intenciones y actos dañinos. Del mismo modo en que Cristo Jesús recurrió a la oración en esta situación, nosotros podemos hacer lo mismo aquí y ahora, tanto por nosotros, como por los demás.
Y aquí encontrarán un ejemplo: Cuando estaba en la universidad, yo atendía, a veces por la noche, una Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana ubicada en un aeropuerto internacional. Una noche en que había muy poca actividad en el aeropuerto, decidí estudiar y orar con mucha dedicación acerca de algunas de las citas del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud. Habían transcurrido unos veinte minutos cuando un hombre entró corriendo a la Sala. Estaba totalmente descontrolado. Dijo: “Acabo de escapar del lugar donde estaba internado y voy a meterme en un avión y lo voy a secuestrar por la fuerza”.
Me pareció extraño que quisiera contarme esto a mí, pero pronto se me ocurrió que quizás la acción y el amor de Dios lo habían impulsado a venir en busca de las ideas sobre las que yo había estado orando. Empecé a hablarle acerca de ellas, y si bien sus ojos erraban por toda la Sala, empezó a prestar un poco de atención. Pienso que al principio no entendía nada de lo que yo le decía, pero la percepción que había detrás de esas ideas comenzaron a abrirse camino. Después de unos momentos se sentó para escuchar, y luego preguntó donde podía aprender más acerca de lo que yo le estaba diciendo.
Después de hablar un tiempo más, se produjo un cambio visible; era obvio que ya no constituía una amenaza. Le expliqué de qué manera podía comunicarse con un Científico Cristiano para que lo visitara en la institución donde estaba internado, y, al retirarse, llevándose un ejemplar de The Christian Science Journal que contenía la información adecuada para hacer lo que yo le había explicado, dijo en forma muy equilibrada y tranquila: “Vuelvo ya mismo a la institución donde estaba internado, porque quiero salir de allí legalmente. Y esto, (mostró el Journal) me va a ayudar a hacerlo”.
Analizando los hechos en forma retrospectiva, resulta claro que fue el poder de la oración lo que frenó los pensamientos violentos que podían haber causado daño a otros y que probablemente, por lo menos, hubieran hecho que el hombre fuese encarcelado. En esos minutos previos a su llegada, yo había estado orando para ver mejor qué es Dios y para saber más acerca de cómo Dios había creado al hombre. Percibí que Dios, la Mente divina, es verdaderamente el único poder, el único creador, y que en la creación de Dios, todo es una manifestación de la Mente divina. Cuando esas realidades aparecieron con total claridad y fueron aplicadas en relación a esta situación potencialmente violenta, el poder de la verdad espiritual contrarrestó el intento de violencia e hizo que el hombre pensara con claridad e inteligencia. Al abandonar la Sala de Lectura estaba tranquilo y sosegado. Era obvio que no iba a hacer daño a nadie.
El esforzarse por ver constantemente nuestra verdadera naturaleza, la comprobación de que en este preciso momento somos los hijos perfectos de Dios porque El así lo ha dispuesto, es un esfuerzo continuo. Pero es también un gozo muy grande, y Dios nos ayuda a hacerlo. En Ciencia y Salud leemos: “La Mente inmortal alimenta al cuerpo con frescura y belleza celestiales, impartiéndole bellas imágenes de pensamiento y destruyendo los sufrimientos de los sentidos, que cada día se acercan más a su propia tumba”.Ciencia y Salud, pág. 248. Nuestra respuesta a los mensajes de verdad que provienen de Dios, la Mente inmortal, nos ayuda a conocer nuestro verdadero ser y, por lo tanto, resulta más fácil saber cómo ha hecho Dios a los demás. Ese conocimiento acerca de uno mismo y ese entendimiento son espirituales y son vitales para contrarrestar pensamientos violentos, para desarmar situaciones potencialmente violentas y para sanar los efectos de la violencia misma.
La religión pura y sin mácula
delante de Dios el Padre es ésta:
Visitar a los huérfanos
y a las viudas en sus tribulaciones,
y guardarse sin mancha del mundo.
Santiago 1:27