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“¿Qué está ocurriendo realmente?”

Del número de junio de 1994 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La Experiencia Humana a veces parece ser un proceso de dar un paso atrás por cada dos hacia adelante, un poco como subir por una escalera mecánica descendiente. Parecería que a menudo nuestro progreso depende de condiciones que están fuera de nuestro control; que nuestro adelanto está inevitablemente sujeto a la frustración y al desengaño. Sin embargo, Jesús enseñó: “No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio”. Juan 7:24. Lo que parece y declara estar gobernando nuestra vida no es la autoridad máxima; Dios es esa autoridad. En vez de ser engañados, podemos apartarnos de la evidencia de victimización y escuchar en la oración lo que Dios nos dice que está realmente ocurriendo, y qué es lo que está realmente en control.

Como enseña la Biblia, Dios es el bien supremo y Su ley de armonía y orden continúa ininterrumpidamente y está siempre al alcance para ayudarnos. Cuando humildemente apelamos a esta ley, comprendiendo que ésta es en realidad la verdad del ser, todo lo que sea necesario para alinear nuestra experiencia humana con Su perfecta voluntad y el propósito que El tiene preparado para nosotros, se manifestará, y ocurrirán los ajustes necesarios.

¿Qué es lo que nos impediría alcanzar nuestro objetivo, o nos haría vacilar en seguir un curso de acción que creemos es bueno? Según la epístola a los Romanos, San Pablo llamó a esta influencia “la mente carnal”, que él dijo era “enemistad contra Dios”. Rom. 8:7. Ahora, Dios es el bien y la fuente de toda acción e inteligencia correctas, la única Mente; pero la tal llamada mente carnal, con su influencia terrenal y materialista, se opondría a esta verdad. El dar crédito a sus falsos argumentos nos hace menos receptivos a la guía de nuestro creador. Esto, a su vez, estorba nuestro progreso espiritual y tiende a limitarnos.

Esta mentalidad carnal, o mortal, resiste ser expuesta a la luz de la Verdad. Trataría de frustrar todo intento de escapar del temor, la enfermedad o el pecado hacia la libertad que proviene de la comprensión espiritual de Dios y de que el hombre es Su perfecta semejanza.

Cristo Jesús dijo que la decepción de la mente mortal — de naturaleza contraria a Dios, la Mente inteligente e infinita — era una mentira. Otro modo de describir esta mentira, este mal, es lo que la Ciencia Cristiana llama magnetismo animal. Es un estado mental mesmérico, una creencia de que lo que los sentidos físicos nos informan es todo lo que existe o es digno de nuestra atención. Este punto de vista limitado obstruye la perspectiva que Jesús probó que es una realidad presente: la omnipotencia y omnipresencia de Dios.

El discernimiento espiritual y reconocimiento del poder de Dios nos permite “[juzgar] con justo juicio”, mirar más allá de las imágenes falsas de los sentidos físicos y ver los hechos espirituales del ser. Cuando trabajamos con vigor y devoción dentro de estos lineamentos, se anulan las pretensiones de la mente carnal y nos libera para pensar de modo claro y correcto, y así progresar espiritualmente.

El relato bíblico del lisiado que estaba al lado del estanque de Betesda Véase Juan 5:2–9. ilustra cómo las tradiciones y creencias mortales paralizarían el pensamiento humano. Este hombre creía que había sólo un modo de obtener su libertad, ser el primero en entrar en las aguas del estanque cuando fueran agitadas. La clara percepción de Jesús del verdadero ser del hombre y su indestructible relación con Dios, elevó el nivel del pensamiento de este hombre por encima de la ilusión de los sentidos, hacia la posibilidad de una completa curación. Y así fue sanado.

Mientras este hombre aguardaba su curación al lado del estanque, quizás experimentó la misma desesperación, depresión o frustración que nosotros podemos sentir cuando estamos aguardando recibir lo que creemos no tener. No obstante, Dios, que es el Amor inalterable, nos impulsa a través del poder salvador y sanador del Cristo a mirar más arriba y aceptar nuestra verdadera identidad espiritual como Su bienamado linaje. El nos conforta con la promesa que se encuentra en Jeremías: “Mas yo haré venir sanidad para ti, y sanaré tus heridas, dice Jehová”. Jer. 30:17. Y lo que Dios promete, El cumple según Su ley infalible. Nada — ninguna obturación, obstrucción, restricción — tiene poder para oponerse a la supremacía de la ley divina, que está siempre activa, y está siempre en operación. Por eso es que podemos comprobar que los métodos maliciosos de la mente carnal carecen de poder para interrumpir el propósito que Dios ha establecido para el hombre.

En una ocasión tuve la oportunidad de ver esto en mi trabajo. Acababa de entrar a trabajar en una agencia del gobierno, y esperaba con anticipación desarrollar una buena relación de trabajo con los miembros más jóvenes del personal quienes, me habían asegurado, se beneficiarían con la experiencia y disciplina de un colega de mayor edad. Al principio disfruté la atmósfera informal y amistosa de la oficina, pero gradualmente empecé a irritarme por la baja ética en el trabajo y el abuso de las reglas. La situación continuó deteriorándose, particularmente con un colega que trabajaba conmigo en un proyecto. Cuanto más trataba yo humanamente de corregir la situación, más empeoraba el problema. Establecimos una precaria tregua entre nosotros que resultó en casi la falta total de comunicación. Yo sabía que esto no era la solución del problema.

La solución surgió finalmente de modo inesperado. Los detalles no importan tanto como lo que logré entender por medio de la oración. Pero antes de aparecer la solución, el gerente dio a conocer su evaluación anual del trabajo, comentando favorablemente sobre la gran cantidad de trabajo valuado en dólares que había logrado mi sección. Este informe me tomó de sorpresa, y me abrió los ojos a lo que había estado realmente ocurriendo todo el tiempo. Comprendí que había estado tan preocupado con la obstrucción y sus consiguientes retrasos que no había podido percibir los buenos logros que se habían realizado progresivamente en el trabajo.

Tal es la diabólica naturaleza de la mente mortal. Al influirnos erróneamente, nos oculta la presencia continua del bien y la paz y armonía que en realidad son nuestros y que debemos reclamar. Tenemos que estar completamente convencidos del poder y eficacia de Dios, la Mente única, que gobierna toda acción correcta. El conocer y confiar en que la Mente divina es la única influencia que gobierna al hombre, nos habilita para desechar los falsos efectos de creer en cualquier otro tal llamado poder.

Esta fue una valiosa lección para mí. Pude ver, como nunca antes, la naturaleza irreprimible del continuo despliegue del bien que hace la Verdad. Otra lección para mí de esta experiencia fue estar más alerta a las sugestiones agresivas del magnetismo animal.

Una noche durante ese tiempo, tuve la necesidad de sentir consuelo y seguridad espirituales. Me volví al libro de texto, Ciencia y Salud, a la página donde la Sra. Eddy nos instruye: “Científicos Cristianos, sed una ley para con vosotros mismos que la malapráctica mental no puede dañaros, ni dormidos ni despiertos”.Ciencia y Salud, pág. 442. Trabajando diariamente con esta frase comencé a entender más la naturaleza impersonal de la resistencia al bien, Dios, y la necesidad de proteger mi pensamiento contra cualquier aseveración falsa que desafiase la supremacía de Su reino y el dominio que tiene el hombre sobre el mal. El estar conscientes de la falsedad de tales aseveraciones nos ayuda a rechazar sus argumentos y a mantener firme nuestra confianza en Dios. Lo hacemos al reforzar nuestro entendimiento de la naturaleza de Dios, de Su universo infinitamente bueno, y de la verdadera identidad que tiene el hombre por ser Su hijo.

Estar alerta al magnetismo animal ayuda en la demostración del poder y la presencia de la Mente única y asegura nuestro progreso espiritual. Así surgimos de las trabas impuestas por las mentiras de la mente carnal hacia la luz y la libertad el entendimiento espiritual. La libertad y el progreso del hombre es lo que está ocurriendo, ahora y siempre.

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