¿Como Puede Uno ser obediente permanentemente a las señales de NO FUMAR? Un ejemplo de mi propia experiencia puede que ayude a ilustrar este punto. Hace muchos años conocí la Ciencia Cristiana y tuve varias curaciones. Ciertamente tenía la esperanza de liberarme del hábito de fumar también, pero los años pasaron y mis deseos de fumar eran más fuertes que nunca.
Los artículos y testimonios que leía en las revistas de la Ciencia Cristiana describían curaciones rápidas en que las personas habían perdido todo el deseo con poco esfuerzo y, a veces, sin ni siquiera una oración específica de parte de ellas. Sin embargo, mientras yo oraba para sanar, nada parecía ocurrir. Miembros de la Iglesia de la Ciencia Cristiana a la que yo asistía, me recibían en sus hogares, dejándome siempre con la esperanza de que el mal hábito me dejaría, según me indicaban muchas de sus experiencias.
Viví así por muchos años, “contentamente descontenta”: muy agradecida por las otras curaciones que había tenido, pero no muy satisfecha con mi hábito de fumar.
Entonces un domingo alguien en la iglesia mencionó algo sobre las bendiciones y los beneficios de la instrucción en clase de la Ciencia Cristiana. Esto me sacudió un poco. Pensé: “Yo no puedo tomar clase, ni unirme a una iglesia hasta que no deje de fumar”. Desde ese momento mi deseo de sanar tuvo un motivo específico. Al mismo tiempo, la idea de afiliarme a una iglesia me daba un poco de miedo. ¿Podría yo vivir de acuerdo con las normas de la iglesia? ¿Podría yo quizás ocupar un cargo en la Iglesia? ¿Evadiría toda responsabilidad? No podía decirlo, pero sabía que el deseo por el bien era más fuerte que los temores que me acosaban.
Ese septiembre, justo antes que empezaran las clases (me gano la vida como maestra), pensé: “Yo no quiero regresar a esos niños teniendo todavía el hábito de fumar”. Le pedí a una practicista de la Ciencia Cristiana que orara por mí. Después que compartí este pensamiento, ella me dijo: “Ese deseo generoso te sanará”. Eso fue una estupenda ayuda para mí. Por lo que a mí concierne, dejé de fumar; a pesar del deseo tan fuerte que solía presentarse, simplemente no lo hacía, no con fuerza de voluntad, sino porque estaba tratando de alcanzar metas muy valiosas que me había trazado. Y de alguna manera u otra, ese día tan largo sin un cigarrillo transcurrió. De igual manera el segundo y el tercer día. Cada día me sentía más fuerte y libre, y muy contenta interiormente.
El quinto día, logré salir con algunos amigos y me sentí bastante segura, más allá de tener que rendirme a un cigarrillo. Le agradecí a la practicista y continué trabajando con mis propias oraciones. No puedo decir que jamás volvió el deseo de fumar, porque sí regresó. Pero así como uno trata una llamada telefónica que no pidió, nunca respondí. Yo sabía que Dios era más fuerte que esos pensamientos insignificantes, y yo estaba al lado de El. En poco tiempo, tales “llamadas” cesaron por completo.
Y así comenzaron mis pasos de progreso. El nuevo año escolar comenzó sin el deseo de fumar para mí. Al mes. solicité afiliarme a una iglesia filial y ser miembro de La Iglesia Madre, y fui aceptada por ambas. El verano siguiente pude tomar instrucción en clase de la Ciencia Cristiana.
Hace ya muchos años que estoy libre del hábito de fumar. Y ¿qué fue del trabajo en la iglesia? Pues he cumplido con cada responsabilidad que me han ofrecido con mucha alegría y seguridad.
También he aprendido que Dios nos apoya totalmente en cualquier esfuerzo bueno. No hay nada que pueda resistir ese apoyo. Encuentro una maravillosa promesa en las palabras de la Sra. Eddy, que una practicista me indicó en una ocasión: “Todo lo que es bello y bueno en vuestra consciencia individual es permanente. Aquello que no lo es, es ilusorio y efímero” ( La unidad del bien, pág. 8).
Scarborough, Ontario, Canada