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La oración: una protección contra el horror de las calamidades

Del número de septiembre de 1994 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Mi experiencia en el ejército durante la Segunda Guerra Mundial me llevó a encontrarme en medio de una horrorosa matanza de soldados en el frente de guerra en Burma. El temor a la muerte dominó mi pensamiento. Entonces, poco después de la guerra, nos enviaron a Japón como fuerza de ocupación, y observé la terrible conmoción y el horror de la gente que todavía se recuperaba de la explosión de la bomba atómica. Mientras estaba allí, también hubo un terremoto.

Una mañana temprano nos despertaron unos crujidos y nuestro edificio se estaba sacudiendo. Corrimos afuera del edificio en gran estado de incertidumbre y desamparo. De nuevo me sentí abrumado por el temor a la muerte. Oré a Dios. Pero en aquella época no había mucha profundidad espiritual en mis oraciones, debido a mi creencia en el poder de la materia.

De todos estos eventos devastadores surgió una pregunta profunda en mi pensamiento. ¿Podría haber alguna clase de protección contra tales tragedias? No estaba seguro si las oraciones pidiendo auxilio llegaban a Dios. Puesto que no había tenido ninguna experiencia del poder sanador de Dios a través de la oración, la pregunta perturbadora permaneció sin respuesta por un largo período de tiempo.

Más adelante, durante mi vida civil, en 1973, asistí a una conferencia de la Ciencia Cristiana, la cual me llevó a la Ciencia Cristiana. La conferencia fue una experiencia maravillosa. El conferenciante explicó el poder sanador del Cristo, la Verdad, y la iluminación que me brindó acerca del Padre Nuestro reemplazó la oscuridad en mi consciencia con un gran brote de luz espiritual. Supe que mis oraciones podían ser respondidas. También sané del hábito de fumar, que había tenido por tres décadas. Mi hijo mayor que sufría de asma, fue sanado a través del tratamiento de la Ciencia Cristiana, o sea, mediante la oración.

El estudio y la práctica de la Ciencia Cristiana me enseñaron a volverme a Dios a través de la oración. La oración en el sentido más verdadero no es suplicarle a Dios que ejerza su poder salvador. Es el reconocimiento de Su omnipresencia y omnipotencia. Es la afirmación y el reconocimiento de la unidad inseparable que tiene el hombre con Dios por ser Su idea espiritual. Los sentidos materiales y su impresión del supuesto poder de la materia despiertan el temor en la consciencia humana. Pero esto indica que se ignora la unidad inmortal que el hombre tiene con Dios, y que Cristo Jesús demostró tan plenamente. La oración que se hace con la sencillez de un niño desarma el mal disipando el temor y la tristeza.

En mayo de 1990, un ciclón devastador azotó mi país, la India, en el estado costero de Andhra Pradesh. El gobierno avisó al público del peligro inminente. Como se había pronosticado, hubo vientos tormentosos, relámpagos y aguaceros en todo el estado.

Durante ese período, cuando tantas personas tenían terror, pensé en mis seres queridos que estaban en el medio del área de este ciclón. Las familias de mis dos hermanos menores estaban en las zonas costeras. Estaba especialmente preocupado por el hijo de un hermano que estaba trabajando con lanchas en los canales del gobierno. Pero como yo ya había aprendido a confiar en la omnipotencia de Dios, el bien, refuté esos pensamientos temerosos y me volví a Dios. Oré para saber que Dios no es destructivo, sino que es el Amor divino. El hombre, como linaje de Dios, está gobernado y protegido por El.

La disposición de refutar el testimonio de los cinco sentidos físicos, que reclaman que la vida está centrada en el cuerpo material, abre la puerta de nuestro pensamiento para reconocer que la vida es realmente inmortal y espiritual. Desafié en oración la falsa creencia de que la existencia es material y mortal, sujeta al azar, la incertidumbre y el desamparo. El hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, el Espíritu, es espiritual y está seguro bajo el cuidado de Dios. Hablando del hombre, la Sra. Eddy dice en Ciencia y Salud: “Su patrimonio es señorío, no servidumbre. Señorea sobre la creencia de tierra y cielo y está subordinado sólo a su Hacedor”.Ciencia y Salud, pág. 518. Oré para saber que la herencia del hombre como linaje de Dios no es una promesa futura sino un hecho presente; es el estado verdadero de nuestro ser.

Fue una alegría enterarme luego que las familias de mis dos hermanos estaban a salvo. Mi sobrino que estaba trabajando en las lanchas estuvo protegido. La pérdida de vidas humanas y propiedades fue controlada en las áreas afectadas por ayuda y evacuación rápidas. Estoy convencido de que la oración brindó la protección contra el ciclón en el caso de las familias de mis dos hermanos. La oración es eficaz. Tiene el potencial de enfrentar los desafíos que hay en el mundo, puesto que el poder de Dios es omnipotente.

El desafiar la autoridad del mal en sus varias formas no quiere decir darle la espalda a la necesidad humana. Quiere decir aprender a apartarse del pensamiento basado en la materia y el sentido mundano de la tragedia en el mundo, y vislumbrar el hecho espiritual de la justicia y el gobierno armonioso de Dios. Y este discernimiento de la Verdad sí tiene un efecto práctico, aun si a primera vista parece poco.

Hay muchos casos en las Escrituras donde los seguidores de Dios fueron protegidos en situaciones difíciles. Elías, a través de una confianza inquebrantable, sobrevivió al hambre. Cuando Pablo fue prisionero en un barco camino a Roma y una tormenta violenta sacudió el barco, él consoló a la tripulación asustada, dando gracias a Dios en presencia de todos ellos; todos en la nave fueron protegidos. El poder espiritual, afirmado persistentemente y aceptado con confianza, actúa como una ley de protección.

Cuando el pronóstico del tiempo nos informa de condiciones severas, no nos tenemos que asustar. Estas condiciones son realmente un llamado a confiar en Dios y a elevarnos por encima de nuestras creencias materiales a la clara consciencia de la verdad del ser. Al espiritualizar nuestro pensamiento en la oración, estamos actuando en obediencia a la ley más elevada que existe. Esto nos ayuda a encontrar la mejor protección contra el peligro.

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