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Una vida con verdadero propósito

Del número de septiembre de 1994 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace Algunos Años yo hablaba con un señor que pasaba la mayoría de su tiempo viajando. Era gerente regional de ventas y viajaba de ciudad en ciudad consiguiendo nuevos clientes. Sus productos brindaban un servicio importante, y él trabajaba bien y de manera honesta. Aun así, luchaba por encontrar un sentido más profundo de propósito. De alguna manera, parecía que sólo estaba pasando la vida. Su frustración lo había llevado varias veces a tener largos períodos en que bebía mucho alcohol, lo que sólo aumentaba el vacío que sentía.

No es raro que la gente se sienta así. Muchos sienten que no tienen nada en que centrar o enfocar su vida, y que apenas logran pasar el día. La gente desea que se valore lo que son y lo que hacen, que sus logros en realidad hacen una diferencia en el mundo, que tienen un propósito y una dirección claros en su vida.

Pero ¿cómo descubrimos nuestro propósito? ¿Dónde lo encontramos?

Por último, nuestro corazón nos dice que debemos mirar más allá del ego humano con sus opiniones y perspectivas limitadas. Tenemos también que mirar más allá de las expectativas, evaluaciones y definiciones acerca de lo que la gente piensa que debemos ser o hacer. Debemos recurrir a Dios.

El mejor modelo para los hombres y mujeres de la sociedad contemporánea es en verdad alguien que enseñó y predicó hace casi dos mil años. Tan diferente como fue la antigua Judea de la Nueva York contemporánea, con seguridad la gente de entonces, al igual que la de hoy, se enfrentó con el desafío de cuestionarse acerca de su identidad y su razón de vivir. Sin embargo, Cristo Jesús vivió conociendo absolutamente el propósito sagrado que tiene el hombre. También entendió el verdadero origen divino del hombre, y tenía una convicción inconmovible en cuanto al cumplimiento de la misión que Dios le había ordenado. El reconoció sin duda alguna que su propio trabajo no sólo era profundamente importante, sino que cada persona es indispensable para Dios.

El conocimiento del origen y propósito del hombre en Dios le dieron a Jesús fortaleza, valor y dominio espiritual, que no podían ser disminuidos por las circunstancias o los antagonismos que enfrentaba en su trabajo, por más desafiantes que parecieran. Todo lo que hacía era impulsado y guiado por la voluntad de Dios, no por la falsa voluntad humana. Por esto Jesús con toda humildad, pudo decir acerca de la manera que vivió su vida para Dios: “... yo hago siempre lo que le agrada”. Juan 8:29. El Maestro también comprendió y afirmó: “No puedo yo hacer nada por mí mismo; ... porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre”. Juan 5:30.

Una clave importante para descubrir el propósito genuino de nuestra vida es volvernos con humildad a Dios en oración y dejar de lado toda voluntad humana en cuanto a qué dirección debemos tomar o lo que el futuro debe depararnos. Simplemente no podemos determinar lo que quisiéramos que Dios haga con nuestra vida. Sólo cuando hayamos renunciado a cualquier opinión egocéntrica acerca de nosotros, ya sea negativa y de autolimitación o positiva y de promover nuestro propio progreso, podremos sentir la dirección de Dios.

Y a medida que sometemos la voluntad humana a la Divina, también ganamos las más claras vislumbres de quiénes somos en realidad, como hijos e hijas de Dios. Vemos, por ejemplo, que el hombre de Dios es la semejanza espiritual de su Hacedor. Que sólo podemos hacer y ser lo que Dios hace que hagamos y seamos como reflejo Suyo; que ahora y siempre, nuestro único propósito real es expresarlo a El, en amor, integridad, inteligencia generosa, vigor espiritual, fidelidad, pureza y la verdadera belleza del Alma. El conocimiento consciente de lo que valemos por ser la expresión de Dios nos satisface y nos brinda un enfoque que ninguna otra cosa puede darnos.

Tal desarrollo espiritual sirve para apartarnos de cualquier sentido limitado acerca de nosotros mismos o de nuestras expectativas, que nos hace sentir que nos quedamos sin oportunidades de progreso. Nos ayuda a ver nuestro trabajo bajo una nueva perspectiva, y abre el pensamiento a un mayor progreso de maneras que expresan mejor nuestra propia y maravillosa individualidad. En algunos casos esto puede significar un cambio en nuestro trabajo o carrera; en otros, puede significar mayor oportunidad de servir a la humanidad, o una nueva perspectiva acerca de las posibilidades justo donde nos encontramos.

Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, escribe en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras respecto a la misión de Jesús: “El propósito de la gran obra de su vida se extiende a través del tiempo e incluye a la humanidad universal”.Ciencia y Salud, pág. 328. A medida que manifestemos más y más las cualidades divinas semejantes al Cristo en nuestra vida diaria, a medida que estas cualidades espirituales llenen nuestro pensamiento y motiven nuestras acciones, estaremos siguiendo cada vez más de cerca el camino que Jesús nos señaló. Empezaremos a ver que el verdadero propósito de la obra de nuestra vida también incluye una bendición sin límite de tiempo y un intento sanador que abraza a toda la humanidad. Sentiremos que el Padre se complace en nosotros. Y conoceremos la promesa, el potencial y el propósito sagrado que están por siempre seguros en la voluntad de Dios y que son impulsados por Su amor.

Este es el amor a Dios,
que guardemos sus mandamientos;
y sus mandamientos no son gravosos.
Porque todo lo que es nacido de Dios
vence al mundo; y ésta es la victoria que ha
vencido al mundo, nuestra fe.

1 Juan 5:3, 4

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