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¿Ha dejado Dios de gobernar?

Del número de septiembre de 1994 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


A Mis Amigos de la infancia y a mí nos encantaba ir de paseo y trepar por las colinas de los alrededores lo más a menudo posible. Recuerdo con qué brío escalábamos las rocas irregulares. Sin embargo, durante uno de nuestros viajes sentí que mi confianza fue sacudida.

Después de haber trepado valientemente hasta la cima de una gran roca, me acomodé para saltar sobre otra roca. Como el espacio entre las dos era angosto, tal vez medio metro, me pareció bastante sencillo. Pero lo que yo no había previsto era que iba a caer sobre un sector pequeño del terreno con pedregullo que inmediatamente cedió ante mi peso. Como no había ningún borde aspero de donde poder aferrarme, comencé a deslizarme por el costado de la roca, y por un momento creí que esto era el fin para mí. De pronto, para gran sorpresa mía, mis pies tocaron suelo firme. Aunque en un primer momento yo no me había dado cuenta, las dos rocas estaban unidas a tan solo un metro más abajo de donde yo había saltado.

Es difícil describir la mezcla de sorpresa y gran alivio que sentí cuando comprendí que después de todo ya no estaba en peligro. Recuerdo este incidente con algo de asombro al comprobar con qué rapidez y profundidad nos afecta nuestra percepción (o percepción equivocada) de las cosas. Esa experiencia en la roca fue muy alarmante hasta que me di cuenta de que estaba en tierra firme.

Cuando hoy día contemplamos a nuestro alrededor la enorme cantidad de problemas sin resolver, algunos de ellos abrumadores, parecería que estuviéramos viviendo en tiempos cada vez peores, y con muy poca esperanza de encontrar soluciones. No importa cuanto deseamos creer que Dios gobierna — que hay un Principio divino básico que está actuando en todo el universo — podríamos pensar que El ha perdido el dominio que alguna vez pudo haber tenido.

Aun las palabras de Cristo Jesús pueden parecer no muy alentadoras. El les dijo a los que lo escuchaban: “Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido del mar y de las olas; desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra”. Sin embargo, si detenemos nuestra lectura en esta frase, pasamos por alto lo que creo es la parte más importante de su mensaje. Jesús continúa diciendo: “Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca”. Lucas 21:25, 26, 28. El no dijo que vuestra destrucción está cerca, aunque al principio pareciera de ese modo.

Al mirar las cosas desde una perspectiva más elevada y al contemplar los sucesos a nuestro alrededor a la luz de la Ciencia Cristiana, aprendemos que la aparición de perturbaciones puede indicar el cumplimiento de la ley de Dios, obrando en los asuntos humanos, y no la ausencia de esa ley. Como aprendemos en la Ciencia Cristiana, el efecto de la ley divina en la escena humana no es simplemente limar asperezas y hacer la vida más cómoda dentro de un universo físico de por sí inestable. La Descubridora de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy, percibió, en cambio, que esta ley es una influencia transformadora y poderosa. Ella escribió: “La desintegración de las creencias materiales tal vez parezca ser hambre y pestilencia, miseria y dolor, pecado, enfermedad y muerte, que asumen nuevas fases hasta que aparece su nada. Esas perturbaciones continuarán hasta el fin del error, cuando toda discordancia será absorbida por la Verdad espiritual”.Ciencia y Salud, pág. 96.

Aunque la perspectiva de que las perturbaciones materiales continúen por un tiempo pueda parecer inquietante, la Ciencia nos da la visión espiritual necesaria para lograr estabilidad, curación y desarrollo espiritual en esos momentos. Esta Ciencia nos muestra a Dios no como el creador o el vigilante ausente de un universo material y caótico que se está desmoronando, y a quien le estamos rogando que ate cabos, sino que nos muestra que Dios es el Principio omnipotente y divino de toda armonía. Dios es Espíritu, la única causa suprema que es todo el bien y cuya creación es totalmente espiritual.

Tener un punto de vista espiritual es reconocer el bien que Dios da a cada uno de Sus hijos, a cada persona sin excepción. Significa que lo primero en nuestros afectos y móviles es el sentido espiritual que revela al universo, incluso el hombre, moviéndose en completa armonía con el bien; gobernado por la Verdad, el Amor. Y se necesita solamente una vislumbre de esta verdad, la más diminuta percepción de esta actividad universal y la supremacía de Dios, para cambiar nuestro modo de ver el mundo.

Cultivar una perspectiva espiritual no significa cerrar los ojos a cualquier evidencia de infortunio o destrucción material. Significa subordinar el cuadro material a lo que nos es revelado espiritualmente sobre la verdad del ser, y a lo que aprendemos sobre la voluntad de Dios cuando nos volvemos a El en oración.

Un amigo mío relató cómo la oración cambió su punto de vista cuando se mudó a un barrio que hacía años que él sabía se encontraba en un estado bastante deplorable. En casi todas partes había visto casas en mal estado, pocas señales de renovación y las construcciones nuevas eran aún más escasas. Ahora mi amigo formaba parte de esa comunidad.

El sabía que el camino más fácil sería resignarse a vivir en el ambiente bastante deprimente de esta comunidad. Pero mientras oraba, algo en su interior lo impulsaba una y otra vez a mirar nuevamente a su alrededor para percibir lo que no había percibido antes. Comprendió que ese impulso era el Cristo, la influencia redentora y sanadora de Dios, y tuvo el efecto de ayudar a mi amigo a mirar más allá de la superficie de las cosas para percibir la presencia y la actividad del bien espiritual.

Descubrió que en vez del deterioro que siempre había esperado ver, comenzaban a aparecer señales de restauración, reconstrucción y mayor desarrollo. En un período relativamente corto, unos dos o tres meses, quedó asombrado por la transformación que se estaba operando en su comunidad. Las personas estaban pensando en forma diferente sobre su comunidad. Numerosas construcciones que habían sido descuidadas por mucho tiempo estaban siendo reparadas o reemplazadas. Modelos antiguos de pensamiento comenzaban a desmoronarse. Mi amigo sintió que esto se debía a que en todas partes las personas, incluso él mismo, estaban respondiendo gradualmente a la influencia redentora del Cristo.

La Ciencia nos impulsa a volver nuestra atención constantemente de las condiciones materiales cambiantes hacia un punto de vista más espiritual y verdadero, hacia lo que Dios ha creado y está expresando. En Ciencia y Salud la Sra. Eddy dice: “La causalidad espiritual es la única cuestión a considerar, pues, más que ninguna otra, la causalidad espiritual se relaciona con el progreso humano”.Ibid., pág. 170. Así es como aprendemos qué es lo que está realmente sucediendo en tiempos cambiantes. Así es como eliminamos el temor y la incertidumbre que surgen de las conclusiones materiales, y percibimos más claramente la mano de Dios obrando en las vidas humanas.

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