Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

Encontremos pruebas del cuidado de Dios

Del número de septiembre de 1994 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Adaptado de una conferencia de la Ciencia Cristiana titulada “¿Qué tiene que ver Dios con el pago de mis cuentas?”, que dio

“Las Pruebas Son señales del cuidado de Dios”.Ciencia y Salud, pág. 66. Esta es una frase de Ciencia y Salud escrito por la Sra. Eddy. A veces la gente encuentra que esa declaración les perturba. ¿Significa que Dios nos manda dificultades? No, las dificultades nos encaminan a Dios. Y cuando nos volvemos a Dios, inevitablemente encontramos pruebas de Su cuidado. Hoy trataremos sobre las pruebas del cuidado de Dios.

Supongo que para la gran mayoría de los estadounidenses de hoy, lo que pensamos que fue la gran Depresión de los años 30 no es ni siquiera un recuerdo; es solo historia, aun cuando es una historia reciente.

Nací en los primeros años de la Depresión, por lo que debo admitir que los recuerdos que tengo de ella son bastante vagos. Mis padres nunca hablaron sobre esos tiempos duros (por lo menos no en mi presencia), así que en realidad no fue hasta muchos años más tarde, luego de haberme casado, que finalmente escuché el relato de la experiencia que tuvieron.

Sabía que mis padres habían atravesado tiempos difíciles, pero también sabía que los habían superado sin que les quedara sensación alguna de la inseguridad, temor o carencia, que parecía afligir a tantos de su generación hasta mucho después de la Depresión. Yo quería saber cómo habían orado mis padres durante ese tiempo y cómo era que se sentían tan libres.

Me contaron que mi padre había perdido su empleo como vendedor de equipos de oficina. El era el que tenía menos antigüedad en el departamento y, por lo tanto, le despidieron primero. Dijo que había mucho temor en aquel entonces. Era como si el desempleo fuera esa ola gigante que uno sabía que lo golpearía tarde o temprano; y por supuesto, así fue en el caso de mi padre.

Naturalmente, yo quería saber que pasó después. Mi padre dijo que fue justo en esa época que él y mi madre se interesaron en la Ciencia Cristiana. La hermana menor de mi madre, mi tía Edith, había sido sanada en la Ciencia Cristiana de una seria condición de asma que había tenido por años; toda la familia lo sabía. Ella sanó de eso casi de un día para el otro, y esto causó una gran impresión en todos los miembros de la familia.

Bien, cuando mi padre perdió su empleo, pensó que, ya que la Ciencia Cristiana había operado tal maravilla en su cuñada, quizás también funcionara para él y le ayudara a encontrar empleo, aun cuando no sabía nada de esta Ciencia. Y así fue que se comunicó con una practicista de la Ciencia Cristiana, alguien que está a disposición del público para orar y ayudar a la gente que tiene cualquier tipo de problema. Puede ser un problema físico, como en el caso de mi tía Edith, o de desempleo como en el de mi padre, o puede ser un problema en las relaciones, o de drogas. Cualquiera que sea la naturaleza del problema, el propósito de la oración es sanar cuando uno se acerca a Dios, al aprender a conocer y confiar en Dios.

Mi padre dijo que en su caso la practicista realmente tenía las manos llenas, porque aun cuando él había sido criado como cristiano, hacía años que no pisaba una iglesia. Para ser enteramente honesto, él tampoco había pensado mucho en Dios. Así que después de su primera visita, él pensó que la mejor manera de empezar a aprender sobre Dios sería leer la Biblia desde el comienzo.

El primer capítulo del Génesis nos cuenta que Dios hizo todo, los cielos y la tierra y todo lo que ésta contiene; y que todo era bueno en gran manera. También nos cuenta que Dios hizo al hombre a Su imagen, conforme a Su semejanza, y que dio al hombre dominio sobre todas las cosas: sobre los peces del mar y las aves del cielo y sobre toda la tierra.

Mi padre dijo que encontró muy difícil todo ese concepto, toda esa descripción de la creación. No concordaba con lo que él conocía. ¡Parecía no tener ninguna relación con la vida en este planeta! Todo no era bueno. Gente que conocía, incluso él mismo, no parecía ser la imagen y semejanza de Dios. Lo que realmente le molestaba (en realidad dijo que le irritaba) era la declaración de que Dios dio al hombre dominio.

Le pregunté: “¿Qué es lo que te enojaba tanto?”: El dijo: “Bueno, dominio significa tener control o autoridad, y no me sentía con ningún control sobre nada. No podía encontrar empleo, no podía pagar mis cuentas. Parecía un chiste. ¿Dónde estaba todo ese dominio?”

Cuando habló sobre esto con la practicista, ella le preguntó de dónde pensaba él que provenía el dominio.

— Bueno, según la Biblia, proviene de Dios.

—¿Y a quién le da Dios este dominio?

— Al hombre; El le da dominio al hombre.

— Sí, pero, ¿a qué hombre?

—¿A qué hombre? ¿Qué quiere usted decir con ‘¿a qué hombre’? Hay uno solo.

—¿Ha leído usted el segundo capítulo del Génesis?

— Claro que conozco esa historia, — dijo —. Es sobre Adán y Eva.

— Adán es un tipo de hombre muy diferente, le dijo la practicista —. No se parece en nada al hombre en el primer capítulo, ¿no es cierto? El hombre en el primer capítulo del Génesis proviene de lo alto, de la luz, del bien, del Espíritu y del Amor. Es descrito como la imagen y semejanza de Su creador, de Dios. Ese es el hombre a quien se le otorga dominio.

“Por otro lado, tenemos a Adán. El proviene de abajo, de la oscuridad y la niebla. Es mortal, material, hecho de tierra. En vez de recibir dominio, este hombre está condenado a trabajar la tierra. A pasar una y otra vez por la misma tierra.”

La practicista destacó que éste era un concepto muy común del hombre de hoy. Y así es, ¿no? El hecho es que, a mi parecer, la alegoría de Adán y Eva ¡tiene hoy más actualidad! Este hombre está sujeto a todo tipo de cosas sobre las cuales no tiene control: accidentes y azar, ambiente y herencia, y ciclos económicos.

La practicista estaba tratando de hacer ver a mi padre que los dos relatos del Génesis son en realidad descripciones inspiradas en dos maneras opuestas de concebir al hombre, opuestas e irreconciliables, una espiritual y la otra material. Ella se lo resumió en términos muy simples: “Mire, usted tiene que elegir. Puede seguir pensando de usted mismo como lo ha estado haciendo, un mortal indefenso atrapado en una depresión; o puede pensar de usted mismo correctamente, como hijo de Dios, como Su imagen y semejanza”.

Ella también dijo que su decisión prácticamente determinaría su experiencia, ya que simplemente uno no puede reconocerse como la imagen y semejanza de Dios — amado, cuidado y satisfecho — y al mismo tiempo seguir pensando de sí mismo como de un mortal deprimido, incompleto y desempleado.

Bueno, como dijo mi padre, finalmente empezaba a captar el mensaje. ¡Pero parecía tan radical! El hubiera preferido algo más en el medio, algo no tan blanco o negro. Agregó que en otro momento hubiera estado tentado a discutir el punto, pero en ese momento estaba tan desesperado que teniendo esta opción, comprendiendo que había una opción, es como cuando alguien nos arroja una soga cuando nos estamos ahogando. No nos detenemos a discutir, ¡agarramos la soga!

Y eso fue lo que él hizo; la agarró. Dijo que al principio, por su vida misma, tuvo que aferrarse a esta decisión. Tuvo que tener mucha disciplina. Era como hacer girar su pensamiento — su manera de pensar acerca de Dios y el hombre — casi 180 grados.

Obviamente esto no se logra de un día para el otro. Cuando se trata de la salvación (y es de ello de lo que estamos hablando, ¿no es cierto?), cuando se trata de la salvación, ¡no existen éxitos inmediatos!

Mi padre estaba comenzando a aprender más acerca del hombre como hijo de Dios, acerca de la naturaleza espiritual del hombre, y cómo vivimos esta naturaleza en nuestra vida diaria. Lograba esto mediante su lectura de la Biblia y de Ciencia y Salud. También decidió estudiar el Nuevo Testamento, especialmente los cuatro Evangelios. Dijo que le pareció que la mejor manera de obtener un entendimiento de la naturaleza espiritual o linaje del hombre sería estudiar la vida de Cristo Jesús, ya que, después de todo, Jesús era el Hijo de Dios; no un hijo de Dios, sino el Hijo. El era el Hijo de Dios de manera única y particular. Más aun, él es “el camino”. Poniéndolo de otro modo, podríamos decir que usted y yo vislumbramos al hombre descrito en el primer capítulo del Génesis, el hombre ideal, el Cristo, a través de la vida terrenal de nuestro Salvador.

Como dije ya, mi padre también estaba leyendo Ciencia y Salud, el libro que mencioné antes. Y en ese libro la Sra. Eddy emplea un término muy útil para describir este concepto de que el hombre es la imagen de Dios, y el término es reflejo. Significa que, como imagen de Dios, el hombre está hecho para reflejar a Dios, no físicamente, por supuesto, porque Dios no es físico; Dios es Espíritu. Así que reflejamos a Dios espiritualmente, mentalmente. Nuestro propósito, por ser Sus hijos, es reflejar en nuestra vida lo que Dios es, reflejar bondad, amor, compasión, gentileza.

Cuando reflejamos Sus cualidades en nuestra vida — cualidades que incluyen la creatividad, espontaneidad, percepción, perspicacia, comprensión — entonces esas cualidades nos dan dominio sobre todo lo que no proviene de Dios, tal como carencia, temor, ansiedad, enfermedad, depresión, aburrimiento, confusión. Como lo describe la Sra. Eddy: “El hombre, hecho a Su semejanza, posee y refleja el señorío de Dios sobre toda la tierra”.Ibid., pág. 516.

¿No fue exactamente eso lo que Jesús nos mostró? El dijo que no podía hacer nada de sí mismo sino solo lo que él veía hacer al Padre. La obediencia total de Jesús a la voluntad de su Padre, su dulce humildad, y la manera en que reflejaba la bondad del Padre y Su amor, se expresaron en la vida de Jesús como poder y autoridad, como dominio. Cuando leemos los Evangelios, se evidencia claramente que Jesús se volvía a Dios para todo lo que precisaba, y también para todas las necesidades de su prójimo.

Esto es lo que mi padre empezó a entender. El necesitaba reclamar su propio linaje, vivir esas cualidades, reflejarlas en su vida. Dijo que cuando por fin lo comprendió, nunca se encontró tan ocupado en su vida.

El primer resultado de toda su ocupación espiritual fue que le ofrecieron un empleo para que condujera un camión. Y entonces, creo que fueron cuatro o cinco meses más tarde, recibió una carta totalmente inesperada de un hombre de otro estado. Este hombre escribió diciendo que era el gerente de una filial de una compañía internacional, y que de un modo inusual y extraño, había oído acerca de mi padre. Había oído que mi padre era un excelente vendedor, lo que era cierto.

El resultado fue que le ofrecieron un puesto a mi padre, y se quedó en esa compañía por el resto de su carrera de negocios.

La otra cosa importante es que, mientras duró la Depresión, mis padres pudieron no solo alimentar a los muchos extraños que venían a su puerta, también pudieron prestar ayuda económica a varios miembros de la familia que tenían necesidad.

Pablo dice algo en la Biblia que pienso resume bastante bien la experiencia de nuestra familia: “Aquél que provee semilla para sembrar y pan para comer proveerá la semilla para vuestra siembra; el multiplicará y agrandará el fruto de vuestra benevolencia, y seréis siempre suficientemente ricos como para ser generosos”. 2 Cor. 9:10, traducido de The New English Bible.

A mí me parece que la experiencia de mis padres es un hermoso ejemplo del hecho de que aunque las circunstancias a menudo cambian, Dios no cambia. Entonces, si permanecemos firmes en Dios, en la Verdad, siempre estaremos a salvo y mantenidos.

Esto se puede comparar con alguien que está parado en la playa. Si en la playa nos paramos sobre la arena en aguas poco profundas, después de un cierto número de ir y venir de olas tenemos que cambiar los pies de lugar porque las olas quitaron la arena que había abajo. Pero si nos paramos sobre una roca en la playa, esas mismas olas pueden cubrir nuestros pies, pero no tenemos que movernos. No tenemos que cambiarnos de lugar para acomodarnos. En ese sentido, tenemos dominio sobre las olas.

Así que la decisión fundamental que todos tenemos que tomar no es sobre cómo vamos a reaccionar ante las olas, ante las circunstancias, sino dónde vamos a pararnos. ¿Sobre la roca o sobre la arena?

Permítanme ahora hablar por un momento de Mary Baker Eddy. Quien está familiarizado con la vida de la Sra. Eddy sabe que por varias décadas su experiencia estuvo muy escasa de dominio y abundaba en privaciones. Tanto fue así que, durante los primeros años después de su descubrimiento de la Ciencia Cristiana, la Sra. Eddy continuó viviendo en circunstancias apremiantes, mudándose de una pensión a otra. Pero durante esos años iniciales después de su descubrimiento, su pensamiento estaba sufriendo un cambio radical, un cambio radical básico de la materia al Espíritu. Ella estaba saliendo de la arena y parándose sobre esa roca, reconociendo al Espíritu como la fuente y condición de todo ser.

Como resultado de poner primero a Dios, y de su creciente entendimiento de la presencia y poder de Dios, Mary Baker Eddy pudo sanar a otros por medio de sus oraciones. Esto a su vez le sirvió a ella como prueba de que el dominio espiritual revelado y reflejado en la vida de Jesús, todavía está al alcance de la mano. El Amor divino no es historia; ¡es un acontecimiento actual!

A medida que se expandió el entendimiento de la Sra. Eddy sobre la universalidad del amor de Dios, lo mismo ocurrió con la situación de su vida. Esto no es sorprendente, ¿no es cierto? La provisión de Dios abarca todo; el mismo Amor que sana la enfermedad también suplirá nuestras necesidades diarias: hogar, vestido, comida.

Es todo una consecuencia inevitable de poner a Dios primero. ¿No es eso mismo lo que nos dice Jesús en el Sermón del Monte? “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. Mateo 6:33.

Cuando Jesús alimentó a la multitud con unos pocos panes y peces, demostró que la infinitud de la bondad de Dios está aquí mismo. Entonces, ¿qué es lo que impediría que ustedes y yo experimentáramos el bien inmediato y abundante de nuestro Padre? ¿Se acuerdan de mi papá? Al principio fue bastante indeciso en su dedicación a Dios, el Espíritu. ¡El quería quedarse con un pie en la arena! No fue hasta que se dispuso a ser “radical”, a poner ambos pies sobre la roca, que empezó a experimentar el dominio que tenemos por ser los hijos de Dios.

Estas cosas os he hablado para
que en mí tengáis paz.
En el mundo tendréis aflicción;
pero confiad, yo he vencido al mundo.

Juan 16:33

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / septiembre de 1994

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.