Obviamente La Respuesta es que sólo es seguro encomendarse a Dios cuando tenemos la certeza de en quien estamos confiando. Es evidente que tiene sentido confiar o encomendarnos a lo que entendemos que es confiable y digno de confianza, y desconfiar de aquello que no lo es. Es sensato encomendarse a algo cuando tiene una base lógica y racional, y prueba ser verdaderamente beneficioso.
“Encomienda a Jehová tu camino, y confía en él”, Salmo 37:5. dice la Biblia. ¿Acaso es lógico creer y encomendar nuestra vida a Dios? Al principio puede parecer poco razonable confiar las cosas más importantes de nuestra vida a una presencia que no podemos ver, tocar ni sentir físicamente. Pero quizá deba parecer razonable. Definitivamente tiene sentido cuando comenzamos a comprender que en verdad estamos dependiendo de nuestro Padre-Madre Dios, quien es infinito e invencible, y nos ama con un amor ilimitado y sin reservas.
Indudablemente, la omnipotencia y el cuidado que Dios tiene por Sus amados hijos a veces puede que parezca estar oscurecido por los temores, dolores y sufrimientos que en ocasiones podamos sentir. Sin embargo, esa omnipotencia y cuidado de Dios están presentes, de todos modos. En la Biblia, los israelitas, que habían sido esclavos, vieron dividirse el Mar Rojo y abrirles el paso a su libertad. Véase Ex., cap. 14–17.
Uno imaginaría que después de ver tal demostración del poder de Dios, los hijos de Israel nunca más volverían a dudar de Dios. Sin embargo, poco después necesitaban alimento y se quejaron a Moisés, su guía, diciéndole: “Nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda esta multitud”. No obstante, conducidos por la dirección inspirada y el discernimiento espiritual de Moisés, el pueblo fue provisto de todo el alimento que necesitaba, y de la manera más maravillosa, a través del poder de Dios. Una vez más, después de ver tal prueba, obviamente se daría por sentado que este pueblo volvería a confiar completamente “a Jehová su camino”. En lugar de eso, cuando estaban sedientos le preguntaron a Moisés: “¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para matarnos de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros ganados?” Moisés oró y fue guiado a golpear la roca, y brotó de ésta todo el agua que el pueblo necesitó.
Podemos estar perflejos por las repetidas dudas del pueblo y su incapacidad para consagrarse de todo corazón y creer en el cuidado de Dios. Pero todo esto nos enseña una lección importante. La mente humana con su corta visión de las cosas — es decir, al estar basada en los límites que los sentidos físicos imponen — nunca está satisfecha ni contenta. El pensamiento fundado en una base material jamás puede desprenderse de las preocupaciones del presente y de los temores del futuro.
Sin embargo, alguien podría preguntar: ¿Acaso confiar en Dios no es después de todo, fe ciega? No, no si nuestra confianza está basada en un entendimiento de Dios. “Comprender a Dios fortifica la esperanza, entroniza la fe en la Verdad y confirma las palabras de Jesús: ‘He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo’ ”,Ciencia y Salud, pág. 446. declara Ciencia y Salud por la Sra. Eddy. La fe ciega no es realmente encomendarse a Dios. Pero sí lo son la fe y la creencia genuinas y profundas en Dios, la Verdad divina, cuando están ligadas a un entendimiento de la Verdad. Y cuando conocemos y percibimos cualquier verdad de Dios y Su creación, es una ayuda siempre presente, disponible para aplicarla en nuestra vida.
Pero ¿qué sucede si encontramos que es difícil obtener tal entendimiento? Esto sólo ocurre cuando nuestra búsqueda de la verdad está confinada a las cavernas vacías y resonantes del pensamiento mortal. No obstante, Ciencia y Salud expresa que: “La evidencia cristiana se funda sobre la Ciencia, o Verdad demostrable, que emana de la Mente inmortal, y en realidad no hay tal cosa como mente mortal”. Ibid., pág. 487.
Escuchando lo que la única Mente divina nos imparte, comenzamos a comprender la Verdad. Aun cuando sólo tenemos una vislumbre del amor y cuidado de Dios por nosotros, podemos lógicamente confiar en lo que sabemos con toda seguridad. A veces, cuando enfrentamos las decisiones más importantes de nuestra vida, cuando más necesitados estamos de curación, cuando anhelamos profundamente comprender a nuestro creador, sentimos que no hemos oído ni siquiera un susurro del mensaje que la Mente divina, Dios, tiene para nosotros. Esos son los momentos para quedarse quietos, escuchar, orar, y así obtendremos el mensaje que necesitamos. Entonces debemos encomendarnos a lo que Dios nos dice. Nuestro compromiso es lógico y bien fundado, puesto que no está basado en lo que el sentido físico y la lógica material nos sugieren, sino en una lógica más elevada, en lo que la Mente divina sabe acerca de nosotros, en lo que nosotros, como reflejo de la Mente, comprendemos.
“Las verdades de la Ciencia divina debieran admitirse — aun cuando la evidencia respecto a esas verdades no estuviera apoyada por el mal, la materia o los sentidos materiales — porque la evidencia de que Dios y el hombre coexisten está plenamente sostenida por el sentido espiritual”.Ibid., pág. 471. El sentido espiritual es el medio a través del cual comprendemos lo que Dios sabe de nosotros. Y el conocimiento que Dios tiene de nuestro ser real y el aprecio que siente por nosotros, es lo más importante para nosotros.
En una ocasión, cuando estuve enfermo por tres días o más, a medida que escuchaba y oraba a Dios, comencé a obtener la tierna sensación de que Dios me amaba demasiado para permitirme que creyera en esta enfermedad. Era nada más que un sentimiento; no hubo ningún mensaje audible definido, ninguna zarza que ardiera en fuego, ni truenos en las nubes. Era simplemente la percepción de que Dios me amaba mucho, y que siempre me amaría. Me encomendé de todo corazón a este sentimiento de ternura que expresaba la Verdad y el Amor divinos, y en un momento dado sané.
Parecería que en esa experiencia tuve un solo grano de mostaza de fe; no obstante, estaba basada sobre “la verdad demostrable que emana de la Mente inmortal”. Había probado el poder de la Verdad antes. Pero aun si no lo hubiera probado, debido a la fuerza del mensaje sanador de Dios, naturalmente sentí, sin lugar a dudas, que el entregarse a Dios y a Sus leyes es seguro, confiable y trae curación. Podemos prestar atención al consejo de la Sra. Eddy, a medida que oramos, escuchamos a Dios y confiamos en Su poder sanador: “No consintáis que ni el temor ni la duda oscurezcan vuestro claro sentido y serena confianza, que el reconocimiento de la vida armoniosa — como lo es la Vida eternamente — puede destruir cualquier concepto doloroso o creencia acerca de lo que la Vida no es”.Ibid., pág. 495.