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“Dire Al Norte: Da acá; y al...

Del número de septiembre de 1994 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Dire Al Norte: Da acá; y al sur: No detengas; trae de lejos mis hijos, y mis hijas de los confines de la tierra” (Isaías 43:6). Estas palabras de la Biblia estuvieron hondamente grabadas en mi corazón durante largo tiempo, con persistente esperanza. Las palabras no son suficientes para manifestar cómo la mano de Dios me trajo a la Ciencia Cristiana.

Mis padres, que eran de diferentes denominaciones religiosas, siempre parecían estar en conflicto sobre sus creencias. En mi juventud, me encontraban sentada intermitentemente en las congregaciones de diferentes sectas en busca de comprensión. Esto me dejó perpleja, y algunas veces me sobrevenía un temor tan grande que me paralizaba temporalmente. Esto, con el tiempo, me afectó mental y físicamente. A través de todo esto, yo todavía estaba tratando de encontrar respuestas a mis preguntas, leyendo la Biblia, preguntando a los clérigos, orando en agonía y con lágrimas, y suplicando a Dios que me llevara con El.

Puesto que yo había estado al cuidado de un médico por años, él sabía de mi lucha con lo que entonces yo llamaba “el diablo”. Con la intención de complacerme, el médico una vez me preguntó si el diablo era realmente rojo, con una larga cola sosteniendo una horquilla. Mi temor era tan abrumador que él reconoció la gravedad de la situación. Le dije que había estado en todas y cada una de las iglesias de la ciudad y en muchas otras iglesias en otros lugares, pero que todavía no había encontrado respuestas a mis preguntas.

Me habían hecho dos operaciones, y yo había tomado muchos medicamentos para aliviar una deficiencia femenina que me habían diagnosticado. Entonces me dijeron que me tenían que hacer otra operación. A esta altura casi no podía caminar. Habiendo sido advertida de que los exámenes médicos no parecían muy prometedores, dije con desaliento que si tenía que abandonar este mundo, primero quería encontrar algunas respuestas sobre Dios. Mi médico respondió que desafortunadamente las iglesias no tenían todas las respuestas, y me sugirió que me fuera a mi casa y que hiciera de mi hogar mi iglesia.

Justamente así lo hice, a solas con Dios, y oré en silencio a El en la única forma que yo sabía, deseando con desesperación obtener comprensión espiritual. Súbitamente me sentí muy en calma y en paz. Sentí absolutamente y sin duda que Dios estaba conmigo allí mismo, que El estaba bien, y yo también.

Fui al fregadero y eché todas las medicinas por el desagüe. Fui a la puerta como caminando en el aire, cantando en mi corazón. Había sanado. Caminé tres cuadras a la ciudad, y al llegar a una tienda de antigüedades, pensé en entrar por algunos minutos. Sin ningún esfuerzo consciente, caminé hacia una mesa y tomé ejemplares viejos de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy y el Himnario de la Ciencia Cristiana. Entonces me dirigí directamente de regreso a casa, con esos dos libros apretados contra mí, como para asegurarme de que nadie me los arrebatara. Fue como si intuitivamente hubiera sabido que eran muy especiales y que era justo que yo los tuviera.

Inmediatamente comencé a leer el libro de texto, alrededor de las cuatro de la tarde. Nunca olvidaré la esperanza que se despertó en mí al leer en el capítulo “La oración”: “La oración que reforma al pecador y sana al enfermo es una fe absoluta de que todas las cosas son posibles para Dios — una comprensión espiritual de El, un amor desinteresado” (pág. 1). Comprensión espiritual era ciertamente lo que yo estaba anhelando tener. Sabía que debía seguir leyendo.

Era bien pasada la media noche cuando salté y corrí a la puerta. La abrí y grité: “¡He encontrado la verdad!” Sentí que quería que el mundo entero compartiera este conocimiento. La próxima vez que me vio mi médico, confirmó con sorpresa que había sanado de la enfermedad que había amenazado mi vida.

Esto dio comienzo a mi viaje de regreso al hogar, lo que había parecido el lugar más lejano de la tierra. La Ciencia Cristiana llena mi corazón con la certeza de que cualquier persona, aun aquella con la necesidad más urgente, puede encontrar total libertad en la ley del amor de Dios, por medio de la comprensión que se obtiene al estudiar la Biblia y las maravillosas obras de la Sra. Eddy, cuya dedicada vida nos ha legado esta revelación sobre la cual podemos edificar.


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