Cuando Criaba A mi hijo, sufrí de fiebre del heno durante muchos años. Oraba devotamente para purificar mi pensamiento de la irritación y la impaciencia. Una noche, antes de acostarme, decidí irme a la cama, y con gran empeño afirmé mi derecho divino de respirar normalmente. Repasé cuidadosamente “la declaración científica del ser” que aparece en el libro Ciencia y Salud. Desperté en la mañana libre de todos los síntomas, que nunca han regresado.
Mi esposo y yo dependimos totalmente de la Ciencia Cristiana para criar a nuestro hijo, y logramos curaciones de enfermedades de la niñez, de una muñeca fracturada, de síntomas de polio, y la recuperación completa después de un accidente de esquí. Porque he confiado en un Padre-Madre Dios amoroso que cuida de todos Sus hijos, estuve libre de los continuos temores que frecuentemente aquejan a las madres.
Leemos en Ciencia y Salud: “Las artes profiláctica y terapéutica (es decir, la preventiva y la curativa) pertenecen decisivamente a la Ciencia Cristiana, como se vería fácilmente, si se comprendiese la psicología, o Ciencia del Espíritu de Dios” (pág. 369). Yo he podido demostrar este concepto al encontrar curación cada vez que he sentido dolor en cualquier parte del cuerpo. He dedicado mi vida entera al estudio de la Ciencia Cristiana y siempre me he dejado llevar por el siguiente consejo: “Mantened vuestro pensamiento firmemente en lo perdurable, lo bueno y lo verdadero, y los experimentaréis en la medida en que ocupen vuestros pensamientos” (pág. 261).
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!