Se Han Producido curaciones maravillosas como resultado de haber reconocido la totalidad de Dios, Su perfección y Su bondad. Este es, a menudo, el impulso que encierra la oración de un Científico Cristiano.
En esta clase de oración, los Científicos Cristianos reconocen con claridad espiritual el hecho de que Dios, el Espíritu, es infinito e impecable. Ellos afirman, con gratitud, que el verdadero ser del hombre expresa la plenitud y el bienestar inherentes a la naturaleza divina. Rechazan con firmeza la falsa creencia de que el mal, el pecado o la enfermedad, cualquiera sea su tipo, puedan ocupar algún lugar en la creación de Dios.
Este enfoque de la oración puede parecer poco consecuente si se lo compara con la clase de oración que va dirigida a un Dios situado en algún lugar lejano, rogándole que se acerque y haga que las cosas mejoren. Esa forma de esforzarse por entrar en comunión con Dios — pidiendo, suplicando y hasta mendigando — no es la manera habitual en que un Científico Cristiano pensaría en encarar la oración. Y digo que no es lo habitual, porque cuando las cosas parecen desesperantes, puede parecer muy natural orar de esa manera.
Pero podemos preguntarnos: ¿Acaso es necesario que las cosas se vuelvan desesperantes para decidirnos a “pedir”en oración? Si tenemos bien claro lo que significa pedir, podemos descubrir que una petición de esa índole surge en forma regular cada vez que acudimos a Dios.
Después de todo, fue Cristo Jesús quien nos enseñó la importancia de pedir. Juan relata que dijo: “Pedid y recibiréis”. Juan 16:24.
¿Qué clase de petición encierran esas palabras? ¿Es un esfuerzo para que Dios reciba una señal de que queremos que El intervenga y arregle las cosas más de acuerdo con nuestros deseos? Decirle a Dios la manera en que queremos que se hagan las cosas podría ser simplemente el esfuerzo de la mente humana de orquestar los sucesos, en lugar de invitar humildemente que el gobierno de Dios more en nuestra consciencia. Hay una clase de petición que surge del impulso divino. Esa clase de ruego, que se basa en la espiritualidad, tiene algo en común con el tono con que Salomón expresó su ruego, cuando le pidió a Dios sabiduría y entendimiento. Esa clase de impulso tiende más a ceder que a orquestar. Procede de la humildad que anhela profundamente percibir en mayor grado lo que Dios ha dispuesto revelarnos. Es en realidad, la disposición semejante a la de un niño para recibir lo que se podría llamar el mensaje del Cristo.
Este mensaje, ilumina el pensamiento y nos hace estar aún más agradecidos por la total perfección de Dios y del hombre, por ser Su linaje. El mensaje puede incluir también ideas específicas que ayuden a tratar directamente un problema. La precisión de la verdad espiritual, puede desenmascarar y poner al descubierto diferentes elementos del error que de otra manera, inconscientemente tal vez, podrían continuar ocupando un lugar o no ser vistos.
Cuando nuestra oración incluye esta clase de petición que es, en realidad, una confesión de una total deficiencia de la mente humana y el reconocimiento de la infinita inteligencia de la Mente divina, estamos comenzando eficazmente a dejar de lado el temor y la ignorancia. Descubrimos que la luz del Cristo está ocupando el pensamiento en lugar de la oscuridad que podríamos llamar malestar o restricciones. Estamos empezando a expresar una calidad de consciencia más acorde con el Cristo.
Una vez, me encontraba luchando contra el dolor que me producía una lesión. Durante ese período, debo haber afirmado todo cuánto sabía acerca de la verdad y negado todo tipo de error que se mencionan en la Biblia y en los escritos de la Sra. Eddy. Y no me cabe duda de que ese enfoque de la oración fue una valiosa contribución a mi crecimiento espiritual. Pero no fue hasta que sentí un anhelo tremendamente profundo de sentirme libre, que dejé de lado esa manera de orar y, prácticamente de rodillas, le pedí a Dios que me enseñara lo que debía saber.
Viéndolo en forma retrospectiva, resulta claro que fueron momentos durante los cuales me estaba apartando del esfuerzo que la mente humana hacía por saber, y simplemente acepté el mensaje del Cristo acerca del amor de Dios. Después de algunas horas, sentí como si una luz hubiera comenzado a brillar en mi consciencia y empecé a tomar en cuenta algunas verdades espirituales que no se me habían ocurrido en los meses anteriores mientras había estado orando. El dolor disminuyó. Después de unos días, se produjo un ajuste en mi cuerpo y la curación fue completa.
La Sra. Eddy, al referirse a un corazón alcanzado por la Ciencia Cristiana, escribe: “.. . en oración sin palabras, rogad a Dios que os permita reflejar a Dios, que os haga ser Su propia imagen y semejanza, incluso el reflejo sereno, claro, radiante de la gloria del Cristo, sanando al enfermo, atrayendo al pecador al arrepentimiento y elevando al que está espiritualmente muerto en transgresiones y pecados, a vivir en Dios. Jesús dijo: ‘Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho’ ”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 150.
Muy a menudo, nuestra inspiración que proviene del estudio diario de la Biblia y de los escritos de la Sra. Eddy, nos mantiene bien preparados para cualquiera de los desafíos que debemos enfrentar y las curaciones se producen rápidamente y en forma natural. Pero también hay momentos durante los cuales nos volvemos humildemente a Dios, en oración, buscando precisamente la luz espiritual que necesitamos, rogando que se haga más visible la Verdad divina y aceptando como guía la presencia del Cristo. A veces, la curación se produce a través de lo que sabemos. Otras, se producen cuando estamos dispuestos a crecer. Y esto quizás implique un ruego hecho con honestidad y luego un escuchar con honestidad.