Dios Nunca Esta inactivo. El se expresa continuamente a Sí mismo. La expresión, o efecto, de Dios es el hombre espiritual y el universo.
Pero eso no significa que Dios o la expresión de Dios penetren en la materia, incluyan materia, ni siquiera que admitan materia. Su expresión se compone por entero de ideas divinas. Es completamente mental, es decir, está comprendida en la Mente divina. Dios, y los pensamientos de Dios, son la única sustancia, la única realidad. Sólo la acción o expresión de Dios constituye la verdadera expresión. Y es siempre el bien en acción.
“Dios expresa en el hombre la idea infinita, que se desarrolla eternamente, que se amplía y eleva más y más desde una base ilimitada”,Ciencia y Salud, pág. 258. escribe la Sra. Eddy en Ciencia y Salud. Esta alentadora declaración, muestra con claridad las posibilidades ilimitadas que tiene el hombre como expresión de Dios. A mi modo de ver, las cuatro primeras palabras indican una conducta a seguir para que esta verdad se cumpla en nuestra vida, o sea, para reconocer que la acción de la expresión, es siempre la acción de Dios, reflejada por el hombre.
En Ciencia y Salud leemos: “El hombre es la expresión del ser de Dios”.Ibid., pág. 470. Dios existe y está en acción y su resultado es el hombre. El hombre espiritual es verdaderamente el efecto, o pensamiento, de Dios. La expresión de Dios no es independiente de El, sino que es siempre Su posesión. Unas páginas antes, el libro de texto destaca este concepto vital: “Todo es Mente infinita y Su manifestación infinita, porque Dios es Todo-en-todo”.Ibid., pág. 468. Nosotros somos la manifestación de Dios, no algo que desde nuestra propia órbita intenta manifestar a Dios.
No hace mucho tiempo, asistí a un concierto donde se presentaba a Sarah Chang, una violinista adolescente considerada como una de las mejores del mundo. Su interpretación estuvo tan desprovista de todo personalismo, tan perfecta y pura, que me hizo sentir que no sólo estaba escuchando música sino que realmente, ¡la estaba viendo! Yo sentía que no era una persona ejecutando música sino la música misma. Pienso que ella también disfrutó contemplando la música. Sus dedos tocaban en conformidad a lo que había escrito el compositor, y ella respondió a la composición y la ejecutaba de tal modo que daba la impresión de que la música era lo único que estaba sobre el escenario.
Un violinista es responsable de interpretar o “acertar” con el tono exacto a fin de tocar correctamente una nota. Escuchar a Sara Chang resulta maravilloso debido a que canta con sus manos de una manera perfecta, sin intervalos en la entonación y valorando en gran medida la composición.
En la interpretación de la violinista, cada nota cobra vida. No actúa por su cuenta. No busca expresarse a sí misma. No resuelve de una manera independiente cuál debe ser el sonido. La nota que toca la violinista sólo puede ser lo que es. Un sol agudo no puede tomar la decisión de convertirse en un re bemol. Tampoco puede sentir temor de convertirse en un re bemol, ni llegar a creer que es un re bemol.
Del mismo modo, el hombre no puede dejar de ser lo que Dios dispone que sea. Se podría decir que el hombre es la interpretación de Dios, el Alma divina. El hombre es lo que Dios hace.
Una parte integral de la curación cristiana es llegar a comprender la naturaleza tanto de lo que es Dios como de lo que constituye Su creación. Dios es Espíritu. Dios, el Espíritu divino, es perfecto. Dios es Uno. Este Uno es Amor. En consecuencia, la expresión de Dios es espiritual, perfecta, individual, la imagen del Amor. Lo semejante sólo produce su semejanza. Dios no produce el mal ni la enfermedad. El no crea el pecado ni produce deterioro ni daño. El no se expresa a Sí mismo como materia, sea sana o enferma.
Partiendo de estas verdades, podemos comenzar con la práctica de la curación cristiana. La curación cristiana no restaura ni crea la salud. Su efecto es revelar la salud que Dios está expresando ahora y eternamente en el hombre. No es un método de curación que consta de aciertos y fallas. Su base es la ley de Dios y, por lo tanto, es genuinamente científico.
La materia enferma no es la expresión de Dios, como tampoco lo es la materia sana. En realidad, la enfermedad o el pecado no son de ninguna manera una condición material, aunque ciertamente casi siempre parezcan serlo. Si el objetivo de la oración se limita a tratar a la materia o a una condición física, no estamos practicando verdaderamente la curación cristiana. De una u otra forma, debemos informar a la creencia — la falsa creencia — acerca de la naturaleza de Dios y de lo que El está expresando. Puesto que Dios es absolutamente Todo y Su expresión es espiritualmente perfecta y saludable, la enfermedad y la discordancia no pueden ser verdad. Deben ser creencias erróneas acerca de lo que es la verdad.
Cuando la verdad acerca de Dios y de Su expresión destruye ante nosotros las creencias de enfermedad y discordancia, estamos practicando la curación cristiana. No oramos por una enfermedad real. Con la verdad espiritual destruimos los conceptos falsos y específicos acerca de Dios y la manera perfecta en que El se está expresando a través del hombre.
El hombre es tal como Dios Se expresa a Sí mismo. La nota sol aguda, ejecutada por un violinista en el escenario, sigue siendo, para la gente que escucha en el auditorio, la nota sol aguda. No cambia. Lo que Dios expresa tampoco cambia y, por supuesto, no se desvanece ni se disipa como ocurre con una nota musical. Dios se está expresando a través del hombre de una manera espiritual y perfecta. Lo hace con cada uno de nosotros en este preciso instante. De hecho, ¡El nos ama demasiado a cada uno de nosotros como para expresar a través nuestro algo menos que la perfección espiritual! Y nada puede alterar lo que Dios expresa en nosotros. El temor no puede hacerlo. La gestación y el nacimiento materiales, no pueden hacerlo. Ni el tiempo. Ni tampoco la ignorancia ni los accidentes.
También es útil reconocer que la expresión de Dios no sólo es incapaz de ser materia enferma, sino que ni siquiera es capaz de retener una creencia falsa en el pensamiento. Dios y Su expresión son espiritualmente puros. La expresión de Dios — la idea espiritual de Dios, el hombre — nunca es el rehén de la materia ni de la creencia. Por lo tanto, no oramos para que una idea espiritual de Dios sea despojada de una falsa creencia; nos dirigimos únicamente a la creencia o concepto falso que sugiere que hay un mortal enfermo. Nuestro blanco es la creencia. Nunca la materia. Nunca la expresión de Dios aferrada a las creencias. En cuanto pensamos que estamos orando por una enfermedad real o por creencias creadas personalmente, comenzamos a sentir temor de que seremos derrotados. Pero cuando desenmascaramos y despojamos a la creencia falsa de lo que es, ya sea temor hipnótico, ignorancia o tentación, estamos preparados para ver su autodestrucción.
Una vez que admitimos que la suma total de las evidencias de un aparente problema físico es una creencia, la situamos exclusivamente en el reino del pensamiento. En el campo de acción del pensamiento (que lo abarca todo), la Mente divina es omnipotente. Cuando alcanzamos el punto en el que comprendemos y percibimos claramente — ya sea por medio del argumento o razonamiento mental, por medio de una percepción profunda de la presencia de Dios o simplemente escuchando por medio de la oración el mensaje lleno de amor, semejante al Cristo, que nos envía Dios — que una creencia falsa particular no puede existir en el reino de la Mente, estamos realmente practicando la curación cristiana. Nos hemos alistado con éxito en el tratamiento de la Ciencia Cristiana. La creencia desaparece y se revela que siempre estuvo presente el estado saludable y natural del hombre. Lo opuesto a esto, el sentido material de la existencia, es una creencia mortal objetivada, y por eso se produce la evidencia física de la curación cuando el pensamiento cambia hacia una base más espiritual y divinamente buena.
El hombre perfecto es la expresión de Dios. La creencia falsa no es expresión alguna. La creencia falsa no proviene de Dios y, por lo tanto, no es de ustedes ni mía. Lo único que podría ser es un “¿y que pasaría si.. .?” o “supongamos que.. .”. En otras palabras, “¿Y si fuese Dios quien creó la enfermedad?”. O, “Supongamos que Dios permite la existencia de la discordancia”. Pero estos errores de creencia no poseen nada que los apoye. Nosotros tenemos a Dios. La creencia falsa no tiene nada.
“No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio”, Juan 7:24. dijo Cristo Jesús. Un “justo juicio”, admite solo a Dios y lo que Dios está expresando. Dios no padece de enfermedades ni está sujeto al temor agresivo. Por lo tanto, estos errores no nos tocan. Para decirlo de cierta manera, somos lo que Dios está haciendo, y El nos está “haciendo” de una manera perfecta. Dios es la causa; el hombre es la expresión. Dios es el creador; el hombre es el reflejo. La actividad de Dios es la identidad espiritual tanto de ustedes como la mía, y constituye en realidad la única identidad verdadera. Somos la expresión individual de Dios, espiritual y perfecta, no algo que funciona por nuestra propia cuenta, independientemente de nuestro Hacedor, tratando de expresar a Dios. Cada uno de nosotros tiene esta importante relación con Dios, y el simple hecho de vislumbrarla resulta ser una fuerza poderosa para la curación.