El poder irreprimible del mensaje de las Escrituras se hizo muy evidente en Inglaterra durante el siglo XIV. A fines del siglo el idioma inglés, en lugar del francés, nuevamente era la lengua hablada por las clases sociales superiores, y algunas partes de la Biblia comenzaron a traducirse al inglés.
No obstante, al mismo tiempo que esto ocurría, al pueblo le estaba prohibido tener la Biblia. El alfabetismo era extremadamente limitado. La doctrina y práctica de la Iglesia comenzaron a ser criticadas por unos pocos eruditos y miembros del clero que pensaban que la Iglesia se estaba desviando del mensaje verdadero de la Biblia.
Uno de los grandes reformadores de esta época fue Juan Wiclef. El pasó la mayor parte de su vida en la Universidad de Oxford y se involucró profundamente en los conflictos entre la Iglesia y el Estado en lo que concierne a los derechos eclesiásticos y los grados de autoridad. La jerarquía de la Iglesia lo consideraba un desafiante antagonista. A medida que sus diferencias aumentaban, con valor apelaba a las Escrituras como la autoridad máxima. Esto le guió a iniciar planes para traducir la Biblia y formar un grupo de predicadores que llevaran el mensaje de la Biblia directamente al pueblo. Partió de Oxford en 1381 y regresó a la parroquia de Lutterworth en Leicestershire, Inglaterra. Allí comenzó el trabajo de traducción.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!