Es Muy Probable que la mayoría, si no todos, hemos oído algo referente a “un nuevo orden mundial”. Hace unos años oí por primera vez este término cuando los medios de comunicación anunciaron la participación militar de Australia en el Golfo Pérsico. Yo no estaba seguro de lo que significaba, pero percibí que si hemos de asegurar una paz duradera en el mundo, es necesario encontrar una solución que no sea la guerra.
Obtuve un sentido de paz sobre esto cuando reflexioné acerca de la experiencia del profeta bíblico Habacuc. El enfrentó dificultades de la misma índole que las que algunos de nosotros estamos enfrentando hoy. Leemos como él se esforzaba por encontrar la paz, pero estaba rodeado de maldad. El terrorismo y la violencia prevalecían y el futuro parecía desolador.
Pero aun en medio de estas circunstancias, Habacuc manifestó una serena confianza en el poder de Dios. El se empeñaba en mantener la paz espiritualmente, cuando clamó a Dios diciendo: “¿No eres tú desde el principio, oh Jehová, Dios mío, Santo mío?” Y luego agrega: “Muy limpio eres de ojos para ver el mal, ni puedes ver el agravio”. Hab. 1:12, 13. De este modo Habacuc centró su atención en su confianza en Dios y no en la maldad, el terror o la violencia que lo rodeaba.
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