Es Muy Probable que la mayoría, si no todos, hemos oído algo referente a “un nuevo orden mundial”. Hace unos años oí por primera vez este término cuando los medios de comunicación anunciaron la participación militar de Australia en el Golfo Pérsico. Yo no estaba seguro de lo que significaba, pero percibí que si hemos de asegurar una paz duradera en el mundo, es necesario encontrar una solución que no sea la guerra.
Obtuve un sentido de paz sobre esto cuando reflexioné acerca de la experiencia del profeta bíblico Habacuc. El enfrentó dificultades de la misma índole que las que algunos de nosotros estamos enfrentando hoy. Leemos como él se esforzaba por encontrar la paz, pero estaba rodeado de maldad. El terrorismo y la violencia prevalecían y el futuro parecía desolador.
Pero aun en medio de estas circunstancias, Habacuc manifestó una serena confianza en el poder de Dios. El se empeñaba en mantener la paz espiritualmente, cuando clamó a Dios diciendo: “¿No eres tú desde el principio, oh Jehová, Dios mío, Santo mío?” Y luego agrega: “Muy limpio eres de ojos para ver el mal, ni puedes ver el agravio”. Hab. 1:12, 13. De este modo Habacuc centró su atención en su confianza en Dios y no en la maldad, el terror o la violencia que lo rodeaba.
Al reflexionar sobre la experiencia de Habacuc, me sentí fortalecido en mis oraciones. Y a pesar de los alarmantes informes de los noticieros, fue un consuelo recordar que Dios es Amor y que El solo gobierna a Su creación. El razonar de esta manera me dio algo concreto con que podía orar por la paz mundial, y parece justo decir que todos podemos seguir el ejemplo de Habacuc cuando oramos por la paz mundial, al orar por lo que podríamos llamar “un nuevo orden espiritual mundial”.
Buscar la paz mundial no significa simplemente anhelar y orar por el cese del fuego en las confrontaciones militares. El concepto de armonía mundial se extiende a todas las áreas de la existencia humana, desde la economía hasta la búsqueda de la identidad nacional y personal. Es evidente que esto ya está sucediendo de diversas maneras. Por ejemplo, la primera cumbre económica de líderes de países asiáticos y de la zona del pacífico, se llevó a cabo recientemente en los Estados Unidos. Y el Primer Ministro de Australia, Paul Keating, hace unos meses visitó Corea del Sur y China en un esfuerzo por fortalecer los vínculos económicos en el área. También se ha estado discutiendo sobre la identidad de Australia, si debería o no identificarse como una nación independiente, en vez de permanecer como súbdito de la Reina de Inglaterra. Cualquiera sea la decisión acerca de estos temas, son indicadores de la constante búsqueda de la humanidad por resolver asuntos de gobierno propio, su identidad, igualdad y el deseo de vivir juntos en paz.
Nosotros, como ciudadanos individuales, no tenemos que dejar todos los esfuerzos que se puedan hacer por la paz en manos de los profesionales o los gobiernos. Aunque entre nosotros podamos tener grandes diferencias religiosas, políticas o culturales, todos podemos buscar la dirección de Dios para alcanzar la paz mundial. Esta es una actividad que debe llenar de gozo a cada ciudadano, de hecho, es realmente una responsabilidad.
Esto no implica que no necesitamos gobiernos; ciertamente que sí. Tampoco sugiere que la democracia debe estar influida por la religión. Sino que el gobierno democrático puede ser fortalecido por nuestra oración amorosa y entendimiento espiritual. Y podemos recurrir a la Biblia, para que nos enseñe que el hombre está realmente sujeto sólo al gobierno de Dios. Job nos recuerda: “Ciertamente espíritu hay en el hombre, y el soplo del Omnipotente le hace que entienda”. Job 32:8.
De manera que aunque el futuro del mundo parezca poco prometedor o confuso, cuando estamos protegidos y fortalecidos por la inspiración de la percepción espiritual, y la visión de nuestra verdadera identidad como hijos de Dios, el futuro cobra esperanza y renovada dirección. En Ciencia y Salud, Mary Baker Eddy dice: “Los mortales tienen que mirar más allá de las formas finitas y perecederas, si quieren obtener el concepto verdadero de las cosas. ¿Dónde ha de descansar la mirada sino en el reino inescrutable de la Mente?” Ciencia y Salud, pág. 264. Y nuestra mirada debe descansar en la Mente infinita si hemos de mantener nuestro equilibrio espiritual ante las agresivas o sutiles estratagemas económicas y políticas. A través de la oración, discernimos que tales fuerzas no son de Dios, sino que proceden de influencias mundanas y falsos temores de que la vida y el bien dependen de una fuente material. Podemos reconocer que, en verdad, el hombre de Dios está creado a imagen y semejanza del Divino. El hombre es capaz de pensar y expresar sólo desde el punto de vista de la inteligencia divina.
Por su propia naturaleza, el Amor divino es incapaz de crear un hombre agresivo o uno que sufra carencia o pobreza en alguna forma. La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud: “Tenemos que dirigir la mirada en la dirección en que deseamos caminar y debemos actuar como poseedores de todo el poder de Aquel en quien somos”.Ibid. ¿Acaso una persona que recurre a Dios en busca de guía de esta manera, no tendría plena confianza en que sus oraciones son una fuerza leudante para ayudar a que se efectúe un cambio, hacia un concepto más espiritual de gobierno? Tales oraciones podrían ser nuestra contribución para el logro de “un nuevo orden espiritual mundial”.