En Chicago, Illinois, la organización que publica el Bulletin of the Atomic Scientists mantiene un reloj que indica el día del fin del mundo. La posición de las agujas en relación a la medianoche determina las probabilidades de una guerra nuclear. En este momento, están indicando las 11:43 de la noche, y es lo más lejos que han estado las agujas de la medianoche desde que el reloj fue puesto en marcha en 1947.
No obstante, hay nuevos motivos de preocupación, tales como la guerra en lo que fuera una vez Yugoslavia, el aumento de ventas de armamento sin control y el incremento de la actividad terrorista. Hay una creciente amenaza nuclear de gobiernos inestables, tanto en la antigua Unión Soviética como en otras partes. Algunos dispositivos nucleares son tan pequeños que pueden llevarse en una maleta. Bajo estas circunstancias, diecisiete minutos antes de la medianoche no son suficientes.
El fin de la amenaza nuclear no es algo que necesariamente se logrará de repente, mas el esfuerzo perseverante, apoyado por la oración, nos llevará a la victoria. Tal vez los acontecimientos humanos a veces puedan indicar lo contrario, pero nuestra oración diaria por la paz en nuestra vida, en nuestras comunidades y en nuestras naciones pueden hacer una enorme diferencia. Esta oración puede comenzar simplemente elevando nuestro pensamiento a Dios, el Amor, y reconociendo que ninguno de nosotros puede estar separado de El. El principal propósito de nuestra oración es afirmar tanto la realidad de Dios, el bien, que es el único poder, como de nuestra naturaleza espiritual y eterna por ser Sus hijos. El hecho es que tenemos una inexpugnable protección de todo ataque a través de nuestra relación inquebrantable con Dios.
Al conocer esta verdad, podemos desafiar el temor que es el factor principal en la proliferación de las armas nucleares. Este temor puede manifestarse como terror a un enemigo, a la pérdida de poder o de territorio, o a la opresión económica o religiosa. Cuando el ego y un deseo de poder personal parecen tener el mando, el temor es a menudo la motivación oculta. Y cuando tratamos este factor mediante la oración, pueden surgir oportunidades para la paz, a veces de formas inesperadas. Esto es también cierto en menor escala cuando nos enfrentamos con “mini” guerras que se manifiestan en batallas políticas maliciosas en nuestras comunidades, en violentas peleas entre pandillas o dentro de la familia.
Puesto que las Escrituras nos informan que el antídoto para el temor es el “perfecto amor”, Véase 1 Juan 4:18. nuestra mejor defensa contra todo lo que se opone a Dios, el bien, es nuestra disposición de amarnos unos a otros y crecer en nuestro entendimiento de Dios, que es el Amor mismo. De esta manera vencemos el temor y el mal, que no pueden tener lugar en el reino del Amor infinito.
El amor desinteresado que Cristo Jesús sentía por Dios y el hombre trajo curación y armonía a muchas personas. Y su ejemplo es, en verdad, nuestra norma de amor imparcial. Como se relata en el Evangelio según Juan, él dijo a sus discípulos: “Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos”. Juan 15:12, 13.
¿Qué vida es la que tenemos que ofrendar? En el caso de Jesús, literalmente ofreció su vida a fin de probar que el mal y la muerte no tenían poder. El demostró esto a través de la resurrección. En nuestro caso, podemos renunciar a la creencia de que somos seres materiales amenazados por la pérdida, ya sea de la vida, de la casa, de los seres queridos, o de amigos. En otras palabras, abandonar la creencia de que somos seres mortales nacidos del temor. Cuando renunciamos a sostener este concepto equivocado de la vida, descubrimos nuestro verdadero ser, nuestra naturaleza espiritual como ideas del Amor divino. Aprendemos que en realidad, somos inseparables de la Mente infinita e inteligente, Dios.
Abandonar el concepto material de las cosas nos exige que renunciemos a todo lo que nos incite a ser discutidores o crueles, todo lo que pretenda inducirnos al engaño, la mentira o el robo. Comprendemos que no podemos albergar sentimientos de odio o envidia. Apartarnos de tal conducta mortal puede parecer difícil, especialmente si es usual, pero ¿acaso el amanecer de la espiritualidad no es una mejor elección que el temor y la ignorancia que constituyen la medianoche del materialismo? Tal como la Sra. Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens), lo explica en Ciencia y Salud: “Debiéramos familiarizarnos más con el bien que con el mal y guardarnos de las creencias falsas con el mismo cuidado con que aseguramos nuestras puertas contra la intrusión de ladrones y asesinos”.Ciencia y salud, pág. 234.
El familiarizarnos con el bien resulta en un amanecer espiritual porque pone nuestros pensamientos y energías de acuerdo con la realidad, es decir, con el poder de Dios, el Amor. A medida que nuestro pensamiento se espiritualiza, es más natural para nosotros expresar amor, pureza, paciencia, fortaleza y adhesión a la ley divina, y este cambio trae más paz a nuestra vida.
La relación entre nuestras oraciones y nuestra vida personal puede ser relativamente fácil de aceptar. Sin embargo, relacionar nuestras oraciones individuales con la situación global a veces puede parecer difícil. ¿Cómo pueden mis oraciones hacer una diferencia en lo que está sucediendo en Argelia, Líbano o Zaire?
Cualquiera sea la necesidad humana que tratemos en nuestra oración, podemos inteligentemente afirmar que el Amor divino está en operación. Al defender a la humanidad contra el mal, podemos específicamente aliarnos con Dios, el bien omnipotente y omnipresente, y afirmar que el mal no tiene poder para existir, porque el Amor divino está siempre presente y llena todo el espacio. El hombre habita para siempre en la Mente divina e infinita, la Vida eterna.
Y a medida que tomamos una firme posición a favor de la verdad espiritual en nuestras oraciones, podemos regocijarnos en el Amor que Dios siente por todos Sus hijos y reconocer que el hombre no puede ser utilizado como una herramienta para el mal. En realidad, nadie puede estar fuera del reino del amor y la armonía de Dios. Por más remoto que un lugar del mundo pueda parecer, o más lejanas que puedan parecer las perspectivas para la paz, nuestra oración llega tan cerca como Dios lo está de cada uno de Sus hijos; Dios y el hombre están siempre unidos. En realidad vivimos en el reino de Dios, y como ciudadanos de Su reino, podemos defender tanto nuestros hogares individuales como el mundo entero.
Sería absurdo pensar que no necesitamos hacer frente a los peligros que nuestro mundo enfrenta, de una manera permanente y persistente. Sin embargo, el mundo ha progresado mucho y esto nos ha habilitado para atrasar el reloj nuclear. Nuestras oraciones ayudarán a seguir moviéndolo en la dirección correcta, y a negarnos a aproximarnos a la medianoche.
En cualquier grado que sea que comprendamos la realidad del Amor divino, buscándolo expectantes en nuestra vida y en el mundo y orando diariamente para que los demás lo conozcan, nos situamos bajo la ley del Amor. Estamos, en verdad, volviéndonos de la medianoche de la mortalidad al amanecer de la realidad espiritual, donde la medianoche nunca llega.