Antes De Una carrera u otro acontecimiento importante, los atletas se preparan para su “gran día” a través de años de duro entrenamiento. Quieren estar en buena forma para poder lograr la deseada victoria. ¿Estamos nosotros también siempre dispuestos a reconocer el camino correcto (por ejemplo en el caso de una situación problemática) y seguirlo hasta alcanzar la meta? ¿Qué necesitamos para estar bien preparados y listos para comenzar?
En el diccionario etimológico, bajo la palabra alemana bereit, que significa “listo”, encontramos entre otras explicaciones: “originalmente: preparados para un viaje”. Así que cuando descubrimos que alguien está listo para iniciar algo nuevo y hacerlo bien, sabemos que esa persona está “preparada para el viaje”. Esto en realidad no es el principio de un cambio, sino que debe haber habido cierto desarrollo previo.
Quizás este desarrollo consiste en darnos cuenta de que debemos orar por una condición física que no es armoniosa. O nos percatamos de que deseamos cambiar nuestra profesión. O quizás nos damos cuenta de que sin ninguna razón reconocible, parece perfectamente natural y correcto dar algún paso que no habíamos querido dar hasta ese entonces, tal como aceptar una nueva responsabilidad en la iglesia.
Al ser más receptivos y abiertos al cambio, entendemos mejor que Dios gobierna nuestra vida. Hemos reconocido elementos en nuestro pensamiento que necesitan purificación o que queremos nutrir más intensamente para progresar más. Y podemos regocijarnos simplemente con el hecho de que, a través de ese reconocimiento, en realidad ya estamos en la senda y no tenemos que avanzar haciendo grandes esfuerzos.
Dependerá en gran medida de cada uno de nosotros individualmente el grado de preparación que alcancemos para avanzar rápidamente en nuestro camino, de lo dispuestos que estemos a aceptar el cambio y usar nuestras habilidades para enfrentar los desafíos. Pero en la medida que estemos listos para aceptar a Dios como la fuente de todo el bien, aprenderemos que el estar listos para el bien es precioso y natural porque es una cualidad que Dios da al hombre.
“Este pueblo he creado para mí; mis alabanzas publicará”, Isa. 43:21. dice el libro de Isaías en la Biblia. Cuando tenemos presente que todas las buenas cualidades y habilidades que tiene el hombre provienen de Dios y que tienen el propósito de manifestar Su naturaleza, no cedemos a la tentación de creer que ahora podemos relajarnos, y que no tenemos nada más que probar. Cuando comprendamos que el estar preparados espiritualmente es una condición que se desarrolla eternamente, estaremos listos para el progreso.
Pero no debemos descubrir que estamos listos para el cambio y el progreso solo cuando nos enfrentamos a problemas personales graves. Cristo Jesús no necesitaba la presión de circunstancias externas. En ninguna situación dejó de estar preparado. El estaba siempre consciente de su unidad con Dios, su Padre, y lleno de esa expectativa firme y gozosa de percibir el trabajo todopoderoso de Dios. Para él no tenía ninguna importancia si la condición del enfermo era aguda o crónica, resultado de un accidente o congénita, una deformidad física o mental. El simplemente estaba convencido de que nunca podía haber una situación en la que Dios no pudiese ayudar, y estaba prontamente dispuesto a reconocer y confiar en la omnipotencia, omnipresencia y omniciencia de Dios.
Si estamos listos para seguir el ejemplo de nuestro Maestro, esto se manifiesta primero en la desinteresada y humilde disposición de estar atentos a la guía de Dios. Nutriremos los elementos buenos y verdaderos de nuestra consciencia y no tomaremos ninguna acción precipitada antes de que veamos con claridad el camino de Dios. Pero tampoco vacilaremos en aprovechar las oportunidades para hacer un cambio y dar los pasos humanos necesarios cuando estamos seguros de cual es el camino correcto a seguir.
Así es como nosotros con prontitud y alegría reconocemos la acción del Amor divino en el hombre y el universo, y expresamos en el más alto grado de nuestro entendimiento las cualidades espirituales que nos ha dado Dios. Descubriremos a menudo que ya manifestamos todas las cualidades sanadoras que necesitamos para alcanzar nuestra meta. Nuestra humildad y prontitud para confiar en Dios abrirán el camino aun cuando estemos orando para sanar un problema físico.
Recientemente, fui testigo de lo beneficioso que es estar preparados para reconocer y hacer el bien. En este caso, la madre de un niño que estaba seriamente enfermo pidió a su hermana, que es Científica Cristiana, que orara por el niño para que sanara. En ese momento la Científica Cristiana se sentía cansada, deprimida, y simplemente inadecuada para ayudar, por algo que había ocurrido anteriormente. Sin embargo, puesto que la madre del niño nunca antes había recurrido a la Ciencia Cristiana en busca de curación, la Científica Cristiana sentía mucha gratitud y alegría por la prontitud con que lo había hecho esta vez. Aceptó ayudarla sin vacilar. Ella se daba cuenta de que su inmediata prontitud para orar, en vez de continuar sintiéndose mal, también era una expresión de la omnipresencia del Amor divino y sanador. El resultado fue que el niño mejoró rápidamente y finalmente sanó.
La prontitud de la madre para dejar de lado su conocimiento de las leyes médicas y abrir su pensamiento a la influencia sanadora de la oración, coincidieron con la prontitud de la Científica Cristiana para abandonar los pensamientos de ineptitud, y orar. Ambas habían abierto su pensamiento a algo nuevo; se habían vuelto receptivas a la verdadera idea del hombre como imagen y semejanza de Dios.
Así como estar preparados para un viaje es parte necesaria del viaje, nuestra disposición para reconocer y afirmar la acción del Amor divino, no solo es una preparación, sino también el primer paso hacia el progreso y el desarrollo. Podemos permitir que la alegría de esperar el logro de nuestra meta se convierta en la alegría de reconocer los elementos verdaderos y perfectos que hay en la presente situación.
Cuando tengamos la idea verdadera del bien, la veremos expresada cada vez más a nuestro alrededor. Comenzaremos a entender que Dios y Su idea espiritual, el hombre, son uno. La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud: “Dios expresa en el hombre la idea infinita, que se desarrolla eternamente, que se amplía y eleva más y más desde una base ilimitada”.Ciencia y Salud, pág. 258. La armonía y el progreso se producirán como resultado de nuestro anhelo de alcanzar un concepto más claro de Dios y el hombre, de nuestra humilde y consagrada disposición para abandonar los viejos puntos de vista y olvidar — como lo expresa la epístola a los Filipenses — “ciertamente lo que queda atrás”. Filip. 3:13.
¿Qué estamos esperando entonces? “¡En sus marcas.. . listos.. . fuera!”