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¿Está usted esperando?

Del número de julio de 1995 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hay Muchas Razones que inducen a esperar. Una de ellas es esperar a que las cosas cambien: un cambio en la economía, en el tiempo, ¡incluso en el semáforo! Parecería que hay tan pocas cosas en nuestra vida sobre las cuales podemos ejercer un control directo que nos hemos ido acostumbrando a esperar que la mayoría de las cosas cambien por sí solas. Y cuando se trata de nuestra salud, ¿actuamos del mismo modo, esperando que se produzca algún cambio que traiga mejoría, o nos decidimos a hacernos cargo de la situación y a sanar la enfermedad y el impedimento, tal como nos enseñó Cristo Jesús?

De acuerdo con el Evangelio según Juan, había un gran número de gente enferma y con impedimentos físicos que estaban esperando un cambio material que, de acuerdo con sus creencias, les traería curación. Toda esa gente, reunida junto al estanque de Betesda, “esperaban el movimiento del agua”. Ellos atribuían ese movimiento a un ángel y creían que el primero que entrara en el estanque después del movimiento de las aguas, se sanaría. Para una persona que estaba junto al estanque, inválida desde hacía muchos años, se produjo el cambio. El hombre fue sanado. Pero no fue por haberse sumergido en el agua. Fue gracias a su encuentro con Cristo Jesús. Véase Juan 5:1–9.

Si pensamos en todas las cosas que cambiaron radicalmente en la vida de ese hombre como resultado de este encuentro, deberíamos, tal vez, considerar en primer término, el cambio mental que se debe de haber producido. ¿No fue acaso la poderosa influencia del Cristo en el pensamiento del hombre lo que produjo el cambio? El relato de la Biblia nos dice que él había vivido durante treinta y ocho años con una enfermedad que lo había convertido en un inválido. Aparentemente, él y otros que estaban junto al estanque se habían rendido ante sus problemas físicos y creído que lo máximo que podían hacer por ellos mismos era esperar a que cambiara la condición externa.

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