Hay Muchas Razones que inducen a esperar. Una de ellas es esperar a que las cosas cambien: un cambio en la economía, en el tiempo, ¡incluso en el semáforo! Parecería que hay tan pocas cosas en nuestra vida sobre las cuales podemos ejercer un control directo que nos hemos ido acostumbrando a esperar que la mayoría de las cosas cambien por sí solas. Y cuando se trata de nuestra salud, ¿actuamos del mismo modo, esperando que se produzca algún cambio que traiga mejoría, o nos decidimos a hacernos cargo de la situación y a sanar la enfermedad y el impedimento, tal como nos enseñó Cristo Jesús?
De acuerdo con el Evangelio según Juan, había un gran número de gente enferma y con impedimentos físicos que estaban esperando un cambio material que, de acuerdo con sus creencias, les traería curación. Toda esa gente, reunida junto al estanque de Betesda, “esperaban el movimiento del agua”. Ellos atribuían ese movimiento a un ángel y creían que el primero que entrara en el estanque después del movimiento de las aguas, se sanaría. Para una persona que estaba junto al estanque, inválida desde hacía muchos años, se produjo el cambio. El hombre fue sanado. Pero no fue por haberse sumergido en el agua. Fue gracias a su encuentro con Cristo Jesús. Véase Juan 5:1–9.
Si pensamos en todas las cosas que cambiaron radicalmente en la vida de ese hombre como resultado de este encuentro, deberíamos, tal vez, considerar en primer término, el cambio mental que se debe de haber producido. ¿No fue acaso la poderosa influencia del Cristo en el pensamiento del hombre lo que produjo el cambio? El relato de la Biblia nos dice que él había vivido durante treinta y ocho años con una enfermedad que lo había convertido en un inválido. Aparentemente, él y otros que estaban junto al estanque se habían rendido ante sus problemas físicos y creído que lo máximo que podían hacer por ellos mismos era esperar a que cambiara la condición externa.
¡Es difícil imaginar una actitud más opuesta al proceder del Maestro! Jesús no se rindió jamás ante la enfermedad. Una y otra vez, sin el menor titubeo, ejerció su habilidad que provenía de Dios para sanar la enfermedad. Un estudio profundo de todas sus palabras y obras nos instruye acerca de la base de su acción firme y eficaz.
La Ciencia del Cristo, descubierta por Mary Baker Eddy, nos ayuda a comprender y dar pruebas del Principio divino y las reglas sobre las que se basa la curación cristiana. La ley y el poder sanador de Dios no son algo que tengamos que esperar. La Sra. Eddy se refiere a la curación cristiana científica de la enfermedad y el pecado como una señal de lo que ya es nuestro en este preciso instante. Ella escribe en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, citando palabras de Isaías: “Son la señal de Emanuel, o 'Dios con nosotros’ — una influencia divina que está siempre presente en la consciencia humana y se repite, viniendo ahora como fue prometido antaño:
A pregonar libertad a los cautivos [de los sentidos],
Y vista a los ciegos;
A poner en libertad a los oprimidos”.Ciencia y Salud, pág. xi.
Es muy alentador y maravilloso percibir el significado de Dios con nosotros, con cada uno de nosotros. Significa que Su poder sanador, Su acción, Su amor, están aquí. La influencia divina, el Cristo, está con nosotros, nos demos cuenta de ello o no, debido a que su fuente, Dios, está siempre presente.
El Cristo revela la realidad divina de que el hombre ya es, en este momento, el efecto del Espíritu, Dios, la única causa perfecta, y que su verdadera naturaleza es espiritual, no material. Por medio de esta influencia divina, reconocemos en mayor grado la inteligencia que nos pertenece en todo momento por ser reflejos de la Mente divina, Dios. El Cristo nos enseña la continuidad y permanencia de nuestro ser, puesto que el hombre es, en este preciso momento, la verdadera expresión de la Vida. Descubrimos que nuestra salud no puede escaparse, porque la salud del hombre está gobernada por el Principio divino que mantiene perpetua armonía.
Si estamos esperando que Dios nos haga sentir mejor o que El actúe a favor nuestro en momentos muy difíciles, entonces nuestra necesidad más imperiosa es reconocer en mayor grado lo que el Cristo, la Verdad, pone de manifiesto acerca del verdadero estado del hombre en este preciso instante, y de su indisoluble unión con Dios y Su perfecto cuidado.
Este entendimiento espiritual y esta base para vivir difieren profundamente del modo de pensar que tiene la mayoría de la gente acerca de la vida y la salud, que para ellos es esencialmente física. En razón de que ellos dan crédito a la información que les proporcionan los sentidos materiales de que la causa y el efecto son materiales, puede parecerles lógico que a través de medios materiales, que incluyen esperar a que la materia actúe por sí misma, sea posible restaurar la salud y mejorar la vida. Sin embargo, esta creencia es falsa y actúa en contra de la curación cristiana; su propósito es silenciar la Verdad y el efecto sanador y purificador que tiene en nuestra vida.
En Ciencia y Salud, la Sra. Eddy nos da un ejemplo acerca de cómo la creencia en condiciones materiales cierra nuestros ojos a la verdad del ser y de este modo obstaculiza nuestra habilidad para sanar. Este ejemplo indica también la manera en que el entendimiento espiritual nos da poder para sanar y nos permite gobernar adecuadamente nuestra vida. Presenta dos puntos de vista diferentes acerca de cómo tratar un caso de enfermedad de los huesos: el punto de vista de un cirujano y el de un Científico Cristiano. La Sra. Eddy escribe: “El cirujano, sosteniendo que la materia forma sus propias condiciones y las vuelve funestas en ciertos estados, abriga dudas y temores acerca del resultado final de la lesión. No teniendo las riendas de gobierno en sus manos, cree que algo más fuerte que la Mente — es decir, la materia — gobierna el caso”.Ibid., pág. 422.
Un poco más adelante, podemos leer lo que dice acerca del modo de pensar totalmente diferente del Científico Cristiano: “El Científico Cristiano, comprendiendo de manera científica que todo es Mente, comienza a destruir el error con la causalidad mental, la verdad del ser”.Ibid., pág. 423. En este ejemplo, vemos que el metafísico no se basa en la condición material; por el contrario, adopta una acción cristianamente científica, poniendo su atención en la realidad espiritual de Dios y del hombre y, de este modo, encara su trabajo con una posición firme. Esta es la mentalidad del Cristo que sana.
La espera pasiva para que cambien las condiciones materiales o para que esta mentalidad del Cristo llegue a nosotros, no es el camino de la curación. En realidad, la única mentalidad que podemos tener — la única que poseemos en este preciso instante — es la del Cristo, debido a que el hombre refleja a Dios, la única Mente. Para demostrar este hecho, lo que se requiere es un mayor entendimiento de Dios, de Su presencia, aquí y ahora, de Su naturaleza como Verdad y Amor, que desenmascara y elimina todos los elementos desemejantes al Cristo de nuestro pensamiento, tales como el temor y el pecado. Lo que se requiere es ceder humildemente a la Mente y su poder purificador.
Esta clase de acción es vital para la curación cristiana e incluye abandonar la creencia de que esperar a que se produzca un cambio en las condiciones materiales es una opción viable. Y más importante aun, esta acción recibe con agrado en nuestra vida la influencia divina del Cristo, que está eternamente con nosotros y sana.