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El bienestar espiritual, totalmente real y práctico

Del número de julio de 1995 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Discurso pronunciado en la reunión de la National Order of Women Legislators (Orden Nacional de Mujeres Legisladoras) en 1994

La National Order of Women Legislators cuenta entre sus miembros con cientos de legisladoras que representan a las cincuenta legislaturas estatales de los Estados Unidos de América. Actualmente casi un tercio de los legisladores estatales de ese país son mujeres. Uno de los temas de su reunión anual de 1994 fue “el bienestar”, y, al reconocer la variedad de puntos de vista expresados en la preocupación universal por la salud y el bienestar, la National Order of Women Legislators extendió una invitación a La Junta Directiva de la Ciencia Cristiana para que diera uno de los dos discursos principales el día inaugural de la reunión. La Junta Directiva aceptó la invitación y le pidió a su presidenta, que diera el discurso. La Sra. Harris habló ante un público atento el 20 de noviembre en Nápoles, estado de Florida.

La Sra. Harris, quien fue elegida recientemente para prestar servicios en la Comisión Directiva de la National Foundation of Women Legislators (Fundación Nacional de Mujeres Legisladoras), habló acerca de la importancia de preservar el derecho a elegir la curación espiritual, y dio ejemplos de la eficacia del tratamiento mediante la Ciencia Cristiana. El otro orador principal durante esta sesión de la reunión fue el Dr. Robert E. McAfee, presidente de la American Medical Association (Asociación Médica de los Estados Unidos), quien se refirió a la necesidad de reformar el sistema jurídico que rige los agravios indemnizables, de hacer cesar la violencia doméstica y de dar a los pacientes más control sobre su vida.

Lo que sigue es el texto del discurso de la Sra. Harris.

Es un verdadero privilegio estar con ustedes esta tarde. He estado esperando este momento con mucho entusiasmo. Todas ustedes, legisladoras, se merecen un aplauso por sus esfuerzos, y yo sé que, al final de un año electoral, probablemente recién estén recobrando el aliento. No hay nada más extenuante que una campaña electoral. Nunca he estado en una, pero he vivido varias a través de la experiencia de integrantes de mi familia que trataron de ocupar cargos públicos.

Fue divertido escuchar un discurso de aceptación hace un par de semanas en el que uno de los funcionarios estatales dijo que se sentía un poco como una tortuga encima del poste de un cerco. La gente al pasar por allí se preguntaría cómo diablos había llegado allí, para darse cuenta luego de que requirió de mucha ayuda.

Ahora bien, acabo de ser elegida para prestar servicios en la Comisión Directiva de la Fundación, y creo que es muy significativo en esta celebración del centenario de la elección de las primeras mujeres legisladoras. Considero que existe una relación histórica entre la organización de la iglesia que presido y la National Order of Women Legislators. En la época en que esas tres mujeres legisladoras fueron elegidas para ocupar cargos estatales en el estado de Colorado (Clara Cressingham, Carrie Holly y Frances Klock), Mary Baker Eddy, la mujer pionera que descubrió la Ciencia Cristiana, estaba por poner la piedra fundamental de su primera iglesia en Boston, Massachusetts.

Con anterioridad a ello, la Sra. Eddy había escrito un libro, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, y este libro en estos ciento veinte años, ha llegado a ser un faro para quienes buscan la conexión entre la oración y la curación, la mente y el cuerpo, la salud integral y el bienestar. Es interesante notar que la Sra. Eddy era una abierta defensora de los derechos de la mujer y de su capacidad para desempeñar funciones públicas. De hecho, en este libro, Ciencia y Salud — escrito varias décadas antes de aprobarse el sufragio femenino — la Sra. Eddy, hermana de un legislador de New Hampshire, buscaba que se le diera el derecho a votar a la mujer. También les resultará interesante saber que Ciencia y Salud ha sido reconocido recientemente por la Women’s National Book Association (Asociación Nacional de Libros Escritos por Mujeres) como uno de los setenta y cinco libros escritos por mujeres cuyas palabras han cambiado el mundo.

Por eso las tres legisladoras que estamos honrando, y la Sra. Eddy, fueron pioneras, y las que seguimos sus pasos nos estamos esforzando por llevar adelante esa valentía al siglo XXI.

Al pensar en esta tarde, siento que mi relación con todas ustedes, miembros de la National Order of Women Legislators, es muy personal. Si las cosas se hubieran dado de distinta manera, yo podría estar sentada allí entre ustedes. Me siento cerca de ustedes, del compromiso que han aceptado al desempeñar un cargo público.

Me especialicé en la universidad en ciencias políticas; después trabajé en Washington, D. C., en el Departamento de Estado; luego regresé a mi ciudad natal en Dakota del Norte para trabajar de profesora. Enseñé ciencias políticas a alumnos del último año de la Escuela Secundaria Central de Fargo. Durante todo este tiempo consideré seriamente presentar mi candidatura para ocupar un cargo público. Pero esas ideas tuvieron que posponerse. Teníamos tres hijos y mi marido fue trasladado a otro estado; por eso tuvimos que mudarnos. Pero el deseo de participar nunca se apartó de mí. Continué en la corriente principal del activismo norteamericano, en la League of Women Voters (Liga de Mujeres Votantes), en la comisión directiva de la Asociación Cristiana de Mujeres Jóvenes y en la Junior League (la rama de la organización norteamericana de ex mujeres universitarias que se dedican a actividades de sociedad).

En la década de los años setenta, un asunto llegó a estar muy cerca de mi corazón. La sociedad estaba empezando a ver la imperiosa necesidad de hacer algo sobre el maltrato y el abandono de los niños. Junto a otras personas empecé a hablar en público, a abogar por un cambio y a ayudar a establecer lo que más adelante sería un programa nacional para prevenir el maltrato de los niños.

En esa época, a mediados de los años setenta, quedamos perplejos al enterarnos de que una egresada de la universidad de Vassar golpeó a su bebé de seis meses porque se hacía sus necesidades encima. Más recientemente, Susan Smith ahogó a sus dos bebés. ¿Qué está mal? ¿No ha habido progreso en estos veinte años?

Realmente, ha habido mucho progreso, pero todavía nos sentimos frustradas, entristecidas, enojadas ante esta plaga que nos infesta. Llega hasta nuestros hogares todos los días. Leemos sobre ella en los periódicos, la vemos en los rostros de la gente de la ciudad de Unión en Carolina del Sur, y la sentimos en nuestros cuerpos. Hay un enemigo común en todo esto, pero no son los medios de comunicación, ni la burocracia ni los presupuestos limitados. Creo, queridas amigas, que nuestro enemigo común es la ignorancia, la frustración y los malos entendidos. Si bien sabemos muchísimo sobre las enfermedades, sabemos muy poco sobre la salud y el bienestar.

Siento un profundo afecto y respeto por el Dr. McAfee y por todos aquellos que dedican su vida a vencer las enfermedades, tanto en los individuos como en las comunidades. Conozco y aprecio la sinceridad y la compasión, ese compromiso total para sanar.

Pero el tema es muy amplio — es enorme — y nos va a necesitar a todos. Tengo mucha esperanza en que podemos trabajar en confraternidad para encontrar el bienestar. No siempre apreciamos la decisión que toman los demás, pero cuanto mejor comprendemos el corazón y la vida de los otros, tanto mejor respetamos sus decisiones.

Precisamos opciones, la exigencia y la necesidad de alternativas entre las que elegir. ¿De qué modo ustedes como legisladoras brindan a la sociedad la serie más grande de opciones y oportunidades en esta búsqueda de bienestar? Puede interesarles pensar en lo que denomino el enfoque de “la mamá práctica”. Como madre, nunca compré ropa de la talla exacta de mis hijos en la época en que estaban creciendo. Ustedes entienden; se levantan las mangas y se dan vuelta los puños, y se espera que les dure seis meses. Esa es la clase de legislación que precisamos, la que deja lugar a que el pensamiento crezca, se desarrolle, la que presenta opciones, alternativas.

Nuestro sistema político nunca podrá estar bien y ser completo a menos que lo defendamos y adoptemos juntas tanto la tradición de pluralismo y la libertad de elección, que marcaron el inicio de esta nación. Los Fundadores de nuestra República lucharon con las prioridades y las limitaciones de la libertad protegida por la Declaración de Derechos. Vemos en el anteproyecto de la Declaración de Derechos del estado de Virginia — precursor directo de la Primera Enmienda de la Constitución — que ellos usaron el término tolerancia religiosa. James Madison, sin embargo, argumentó que la tolerancia religiosa no era suficiente; que tenía que haber libertad de religión. Su pensamiento encontró expresión en las palabras libre ejercicio que se conserva en nuestra Primera Enmienda.

Otra voz que pregonaba libertad era la de Benjamín Rush, quien firmó la Declaración de Independencia y era el médico personal de Jorge Washington. Rush argumentó elocuentemente para que no se restringiera el arte de sanar a una clase de sanadores. Dijo, y voy a citar sus palabras: “La Constitución de esta República debe dar un privilegio especial a la libertad médica, así como también a la libertad religiosa”.

Las leyes de nuestro país deben ser justas para todos, de modo que la gente pueda escoger, sin ser castigada, lo que creen que los ayudará más. Entre las alternativas de los sistemas de atención a la salud, tiene que existir la alternativa de cuidar de la salud mediante el culto a Dios, y a través de la espiritualidad. Ese es el cuidado al que he recurrido mediante mi confianza en Dios. Esta forma de cuidar de la salud — es decir, una confianza en Dios espiritualmente informada — se ha usado con éxito por más de cien años y a través de muchas generaciones.

Al pensar en esto hoy y a lo largo de todas las deliberaciones sobre el cuidado de la salud en que participé durante todo el verano pasado en Washington, he recordado mi infancia. Mi madre es Científica Cristiana y confiaba en el cuidado espiritual, y mi padre confiaba en el cuidado médico. Cuando me enfermaba o lastimaba, acordaban juntos el tipo de cuidado que se me iba a brindar. A temprana edad, sin embargo, me incluyeron en la decisión y me permitieron escoger si deseaba recurrir a un médico o al tratamiento de la Ciencia Cristiana. Yo escogía el tratamiento espiritual porque siempre daba buenos resultados. La medicina de mi elección ha sido mental y espiritual. Es tanto curativa como preventiva. Hoy día, en familias en que ambos padres son Científicos Cristianos, existe la misma libertad de escoger la forma de tratamiento.

El Dr. McAfee estaba diciendo que le gusta atender pacientes, y a mí también. Recuerdo los años en que he estado en la práctica pública, y he visto el valor que tiene la gente que opta por la curación espiritual por primera vez. Recuerdo el caso de Linda, una jovencita de catorce años de la ciudad de Detroit a la que se le había diagnosticado una deformidad venosa arterial. Hace unos años me la trajeron para que le diera tratamiento y la sanara.

Linda había sido atendida por médicos que se interesaban por ella, pero su pronóstico daba muy pocas esperanzas. Decían que ella jamás podría dar a luz. No asistía a la escuela con regularidad. Y sus padres estaban muy preocupados. Por medio del tratamiento en la Ciencia Cristiana, sanó y ahora es madre de dos hermosos niños. Ella y sus padres estaban muy agradecidos por haber descubierto esta opción, y su derecho a elegir libremente. Me doy cuenta de que es tan solo un caso, pero es una vida.

En los últimos años he visto algunas señales alentadoras de que la medicina y la teología están comenzando a convergir en sus investigaciones y conclusiones. Es interesante ver el desarrollo de la interconexión de alma y cuerpo, de la oración y el bienestar.

Entre las señales médicas que vemos se encuentran:

1. El establecimiento de la Oficina de Medicina Alternativa en los Institutos Nacionales de Salud;

2. La gran cantidad de libros sobre la salud y la espiritualidad; la American Booksellers Association (Asociación de Vendedores de Libros de los Estados Unidos) dice que la cantidad de títulos ha aumentado en poco más de un año de 300 a 3.000.

3. Los avances en la comprensión de las relaciones entre la mente y el cuerpo, tales como el trabajo que el Dr. Herbert Benson y otros están realizando en el Mind-Body Medical Institute (Instituto Médico de Mente y Cuerpo) en la Facultad de Medicina de la Universidad de Harvard y en el Hospital Diaconisa de Nueva Inglaterra;

4. El trabajo de varios investigadores, que ya no están solos, en el campo de la salud y el compromiso religioso, tales como el psiquiatra David Larson del National Institute for Health Care Research (Instituto Nacional de Investigación para el Cuidado de la Salud), y Jeffrey Levin, cuyo examen de 250 estudios clínicos en los que la creencia religiosa fue una variable conocida, encontró correlaciones consecuentes entre la actividad religiosa y la mejor salud.

Hay señales en la comunidad religiosa:

• La diaria aparición de artículos en la primera plana de los diarios como el Washington Post: Credit is Given to the Power of prayer (Se le da crédito al poder de la oración).

Del diario Los Angeles Times: Jews Seek Spiritual Help for Illness (Los judíos buscan ayuda espiritual para sanar enfermedades).

Hace poco hubo otro titular en el diario Times, en la página de los deportes, sobre un jugador de fútbol americano. Dice: His faith is his medicine — Browns’ Tommy Vardell makes hard choices because of his serious knee injury (Su fe es su medicina: Tommy Vardell del equipo de los Browns, toma una decisión difícil para sanar su rodilla gravemente herida).

Otro titular en un diario de San Petersburgo, estado de Florida, dice: A Horrible Accident, A Powerful Faith (Un accidente terrible, una fe poderosa).

• Son autores como Stephen Carter en su libro: The Culture of Disbelief (La cultura del descreimiento) que dan expresión a la raíz misma de una preocupación. El señor Carter dice que las influencias legales y materialistas le están dando poca importancia a las convicciones espirituales de la gente, desacreditando el deseo de ejercer su fe libremente.

• Tom Harpur en su libro The Uncommon Touch (El toque poco común), al señalar un ejemplo de hace dos mil años, dice, y cito textualmente: “Un estudio cuidadoso de los Evangelios revela que todo su mensaje trata realmente sobre la curación: la curación del individuo, de la comunidad y de la humanidad entera.. . La curación en su sentido más completo, espiritual y físico, es lo que significa ser salvo”.

La suma de estas dos tendencias muestra que se está llevando a cabo un autoexamen muy saludable. ¿Cómo vamos a encontrar el bienestar que intuitivamente sabemos que nos pertenece? Me pregunto: ¿No deberíamos esforzarnos por comprender nuestras fuentes espirituales y su poder sanador con la misma pasión que nos transformó en el centro tecnológico del mundo?

Debemos ser tan valientes al explorar las fronteras espirituales como lo hemos sido al fomentar el ámbito del conocimiento material.

Estados Unidos siempre ha sido un país rico en respuestas, y en buscadores de ellas. Nuestra tradición y ejemplo de democracia han enriquecido al mundo con soluciones y resoluciones. Es una tradición que surge de nuestra unidad en diversidad. E pluribus unum. Esta nación surgió de un profundo respeto por los demás y los razonables enfoques que se escogieron para satisfacer las necesidades humanas. Es sobre ese principio que debemos estar unidos.

Hubo un momento muy significativo en mi vida cuando, mirando en retrospección, estuve agradecida porque la ley del estado de Michigan aseguraba mi derecho a elegir. ¿Recuerdan el titular al que me referí hace unos momentos de un diario de San Petersburgo: “Un accidente terrible, una fe poderosa”? Eso pudo haberse referido a mí, aunque no se publicó nada sobre mi caso en los diarios.

Tuve un grave accidente automovilístico en una autopista de Detroit, Michigan. Cuatro coches. Nos llevaron a todos a la sala de emergencia de un hospital local. Los médicos le dijeron a mi esposo que no creían que yo sobreviviría debido a las heridas que tenía. Empezaron a alimentarme en forma intravenosa y querían operarme de inmediato. Consciente e inconscientemente, mi marido y yo tuvimos que tomar una decisión. Yo tenía tres hijos pequeños en casa. Quería ser su madre, verlos crecer, jugar al fútbol, graduarse. En ese momento no iba a jugar a la ruleta rusa con mi vida.

Sabía que tenía que tomar una decisión; yo quería tomar la decisión y opté por confiar en Dios para sanarme.

Se le habló a una practicista de la Ciencia Cristiana para que me diera tratamiento, y me llevaron del hospital a mi casa sin recibir ningún tratamiento médico. En dos semanas estaba completamente sana. Estaba levantada, cuidaba de mi familia y llevaba a mis hijos a la escuela en el auto.

Tomé esa decisión porque desde mi infancia yo estaba convencida de que la curación espiritual es eficaz. Los relatos de curación en la Biblia eran muy reales para mí; sabía que la curación era posible, sabía que hay leyes espirituales que son la base de las curaciones bíblicas que todavía están en vigor y a disposición de todos nosotros hoy en día.

Vi que esto se manifestó de modo palpable en Alemania Oriental. Vi el poder de la oración. Estuve allí durante las marchas del lunes por la noche. Por las oscuras calles de las ciudades alemanas del este cuando los padres y los hijos iban de la mano con una vela. Se empezaron a reunir en una iglesia. Estaban orando mientras caminaban por esas calles; estaban comprometidos a conquistar un sistema que los había mantenido en esclavitud. Pero estaban convencidos. Y hemos visto esa libertad; todo el mundo se ha regocijado con ella, sin que se perdiera una vida o se disparara un tiro. El poder de la oración.

Verdaderamente agradezco y admiro los pensamientos y los escritos del presidente de la República Checa, Václav Havel. Es un pensador maravilloso. Y en un discurso que dio este año en la ceremonia de Liberty Medal en la ciudad de Filadelfia dijo: “.. . la relación con el mundo que la ciencia moderna fomentó y dio forma ahora parece haber agotado su potencial. Es cada vez más claro que, por extraño que parezca, la relación ha perdido algo. No se conecta con la naturaleza más intrínseca de la realidad, y con la naturaleza de la experiencia humana.. . probablemente sepamos muchísimo más sobre el universo de lo que sabían nuestros antepasados, y no obstante, parece cada vez más que ellos sabían algo más esencial sobre el universo de lo que sabemos nosotros, algo que se nos escapa”.

El presidente Havel concluyó diciendo: “La Declaración de Independencia.. . declara que el Creador le concedió al hombre el derecho a la libertad. Parece que el hombre puedo comprender esa libertad solamente si no se olvida de Quién se la concedió”.

Mis amigas, la espiritualidad es una frontera que no se ha explorado lo suficiente, un recurso virtualmente sin aprovechar. Anhelamos obtener un propósito y una comprensión espirituales, porque sin ellos solo permanecemos en la superficie de la vida. El bienestar espiritual no está “allá afuera” en alguna parte en el ámbito de la teología, la teoría y ansiosa metafísica. Es enteramente real y práctico.

¿Qué podemos encontrar en el bienestar espiritual?

• una mente y un cuerpo saludables;

• una estructura más fuerte para la familia y las amistades;

• un ambiente en el que los niños son valorados, cuidados y respetados;

• el nutrimento de nuestra propia femineidad;

• la libertad de usar los talentos que Dios nos dio;

• una comunidad, nación y mundo productivos y seguros;

• y finalmente, una integridad universal, un bienestar espiritual que nos capacita a cada uno de nosotros — a cada mujer, a cada mujer legisladora, a cada niño (huérfano o no), a cada marido y amigo — a sentirse satisfecho, completo, en paz, no un extraño en el hogar que llamamos Tierra.

Esta es la salud y el hogar que espero que cada una de nosotras, de la manera que escojamos, podamos encontrar trabajando juntas.

Muchas gracias, amigas mías.

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