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Expresemos gratitud en la iglesia

Del número de julio de 1995 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Yo Estaba Sentado en la congregación, cuando se leyó un anuncio invitando a los presentes a hacerse miembro de la iglesia. Yo era miembro desde hacía muchos años, pero me sentí agradecido por ese gentil aliento que se daba a los demás.

Luego percibí que la invitación venía dirigida a mí también, no sólo a los demás. En efecto, hacía ya mucho tiempo que había firmado mi solicitud, pero ese domingo por la mañana, sentí que la verdadera invitación seguía en pie, ayudándonos a todos a unirnos a La Iglesia Madre. Al referirse a la iglesia que está “edificada sobre el Principio divino, el Amor”, Mary Baker Eddy explica en Ciencia y Salud: “Podemos unirnos a esta iglesia sólo a medida que nazcamos de nuevo en el Espíritu, que alcancemos la Vida que es Verdad y la Verdad que es Vida, produciendo los frutos del Amor — echando fuera el error y sanando a los enfermos”.Ciencia y Salud, pág. 35. Al reflexionar brevemente acerca de este punto, me resultó claro que el “unirse” a la iglesia también incluye un importante elemento de continuidad.

Desde entonces, al encontrarme en la iglesia, he aprovechado la oportunidad de agradecer en silencio que la Iglesia de Cristo, Científico, no sólo exige sino que apoya nuestra habilidad para experimentar un renacer espiritual y fortalece nuestra capacidad para sanar. El servicio religioso de los domingos y las reuniones de testimonios de los miércoles, pueden ser una ocasión para nutrir esas cualidades que traen renovación y curación. Y el ambiente espiritual, sea la congregación grande o pequeña, puede impulsarnos a dar gracias por lo que significa realmente, unirse a la Iglesia.

Ese sentimiento de gratitud fue una respuesta interior natural que experimentó la Sra. Eddy cuando visitó por primera vez La Iglesia Madre después que fue construida en 1894. Ella dice: “Los queridos miembros me querían recibir con escolta y repique de campanas, pero no acepté y fui sola en mi carruaje a la iglesia, entré en ella y me arrodillé en agradecimiento sobre los peldaños de su altar”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 302.

Tal vez sea ese mismo sentido de gratitud que menciona la Sra. Eddy lo que hoy sienten muchos miembros por la Iglesia que ella estableció. Yo he sentido algo de esa gratitud. La he sentido porque la Iglesia ha hecho una diferencia muy concreta en mi vida.

Un ejemplo muy claro tuvo lugar hace algunos años. Durante muchos meses se me habían estado deteriorando los músculos, lo que me causaba mucho dolor. De una manera u otra, esta condición me afectaba todo el cuerpo. Después de seis meses, yo no podía, honestamente, decir que hubiese habido algún progreso desde el punto de vista físico, aunque sentía que se había producido un tremendo desarrollo espiritual. Aunque la condición era un verdadero desafío, no tuve necesidad de faltar ni un solo día a mi trabajo a causa de ese problema.

Mi trabajo involucraba viajar a menudo y en esa época, se iba aproximando la fecha en que tenía que hacer un viaje al Lejano Oriente. Mi esposa y yo hablamos muy seriamente acerca de si era sabio emprender ese viaje, que implicaba treinta días de viaje continuo. El año anterior, se habían hecho arreglos muy importantes y cancelarlos podría ocasionar perjuicios. No obstante eso, yo deseaba ser sabio y realista acerca de lo que estaba en condiciones de cumplir. Aunque no creo haber tomado una decisión final hasta que prácticamente estaba entrando al avión, decidí ir.

Durante los próximos treinta días, se fueron cumpliendo todos los compromisos contraídos y al regresar a mi casa, sentí que la condición estaba en gran parte estabilizada. Durante los próximos seis meses, la oración y el esfuerzo por escuchar continuaron intensamente. Un día, mientras regresaba del trabajo a mi casa, me di cuenta de que después de haber caminado dos cuadras, por primera vez en casi un año, el malestar no era tan intenso. Me sentí animado y alegre. Tuve la seguridad de que la curación era inevitable. Tres o cuatro meses después, ya estaba perfectamente bien.

¿Qué fue lo que produjo la curación? En un sentido general, fue, probablemente, mis esfuerzos por espiritualizar mi pensamiento. En algunos de los momentos más difíciles, encontré muy reconfortante la promesa de Cristo Jesús: “.. . nada os dañará”. Lucas 10:19. La Sra. Eddy habla de la importancia de mantener un modelo de perfección en el pensamiento y luego nos asegura: “Esa espiritualización del pensamiento deja entrar a la luz y hace que estéis conscientes de la Mente divina, de la Vida y no de la muerte”.Ciencia y Salud, pág. 407.

Hubo un factor, por encima de todos, que sin duda alguna fue la clave para esta curación. Yo sentía el amor que la Iglesia tiene por sus miembros. Durante la enfermedad, estuve reflexionando una y otra vez acerca de que la Iglesia que fundó la Sra. Eddy es una Iglesia que cuida de sus miembros, y este cuidado tan especial fue muy importante para mi curación.

Con el correr de los años, tuve evidencias continuas del aprecio que la Iglesia de Cristo, Científico, siente por sus miembros. Tal vez haya miembros que no se dan cuenta del amor y el cuidado desinteresado que les brinda la Iglesia. Por mi parte encuentro muy reconfortante el hecho de que estas cualidades llegan hoy en día a los miembros de todo el mundo que están buscando curación.

Si bien resulta natural pensar que el momento más apropiado para dar gracias por su iglesia es en el servicio de Acción de Gracias, que se celebra anualmente, o en una reunión de testimonios de los miércoles, algunos Científicos Cristianos sienten que pueden expresar esa gratitud con mayor regularidad. No es de sorprender que un individuo que percibe que su Iglesia ha desempeñado un papel importante al ayudarlo a resolver un problema difícil en su vida, sienta un gran aprecio por su Iglesia. Pero un sentimiento de esa naturaleza es mucho más profundo que un afecto por la institución humana. Tiene como base la convicción de que a través de su descubrimiento de la Ciencia Cristiana, la Sra. Eddy nos ha dado el fundamento puro de la Iglesia, una roca de verdades espirituales que nos mantienen firmes en medio de cualquier tormenta que durante décadas o siglos pudieran presentarse.

Estas verdades revelan que la Iglesia es una idea espiritual, mantenida en el corazón del Amor divino y reflejada por los corazones de los que sienten la presencia de este Amor. El puntal espiritual de la actividad de iglesia, incluye también la extraordinaria devoción de los trabajadores de las iglesias filiales de todo el mundo, al igual que de los empleados de La Iglesia Madre. Y esa devoción tiene sus raíces en este poder divino definido como Amor.

Nuestra comunidad llamada “iglesia” se ha apoyado siempre en la fuerza del Amor. A veces, enfrenta desafíos, incluso puede ser fuertemente azotada por sucesos turbulentos. Pero la percepción de que cada miembro está relacionado con esta comunidad porque ha vislumbrado algo de la revelación de que el hombre es espiritual y perfecto en lugar de material y mortal, provee una base que nada puede socavar.

Realmente, hay mucho para agradecer a Dios en la iglesia. Y naturalmente, parte de esa gratitud va dirigida a aquellos cuyo trabajo en la organización expresa un amor muy especial por sus miembros. Es precisamente este amor el que pudo haber desempeñado una función en las curaciones que todos hemos experimentado.

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