Cuando Deje Mi carrera para dedicarme totalmente a ser mamá, pensé que tendría mucho tiempo para orar, estudiar y descansar. ¡Ni pensarlo! Estoy segura de que todos hemos sentido alguna vez que tenemos tanto que hacer que no tenemos tiempo para hacer lo que queremos. El trabajo, las exigencias familiares, los quehaceres domésticos, etc., parecen dejarnos poco tiempo libre. Nos inclinamos a pensar que si sólo pudiéramos encontrar más tiempo, nos sentiríamos más en paz. Sin embargo, con frecuencia me he dado cuenta de que la verdad es justamente lo contrario: cuando estoy en paz, tengo tiempo de sobra.
¿Cómo encontramos esta paz? Descubriendo que todo lo que realmente necesitamos es amar. Cristo Jesús dijo que los dos grandes mandamientos son amar a Dios y amar al prójimo como a nosotros mismos. Pablo dijo que “el cumplimiento de la ley es el amor”, Véase Rom. 13:10. y describió en qué consiste amar en 1 Corintios, capítulo 13. Podemos utilizar este capítulo como si fuera una lista que revisamos para ver si en verdad estamos amando. Reflejar a Dios, el Amor divino, es algo que podemos hacer en medio de nuestras actividades, y este amor brinda paz. Pero, ¿cómo es que este sentido de paz nos da más tiempo?
De acuerdo con las normas humanas, creemos que hemos sido productivos sólo si vemos algún tipo de resultado material. Algunos dirán: “Está bien ser bondadosos, pero hay trabajo por hacer”. Sin embargo, Jesús nos demostró que si damos prioridad a nuestro crecimiento espiritual, todo lo demás estará bien. El dijo: “No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. Mateo 6:31, 33. A medida que buscamos el reino de Dios — esforzándonos por expresar cualidades divinas como el amor — descubrimos que el sentido de carga se desvanece y lo que tiene que hacerse se puede hacer. Algunas actividades puede que no tomen tanto tiempo como pensábamos que tomarían. Puede que veamos también que otras actividades no son en realidad necesarias, o pueden esperar.
Cuando sentimos que nuestro tiempo es limitado, pensamos que tenemos que escoger entre lo que queremos hacer y lo que se espera que hagamos. Este conflicto no es necesario. Tal vez pensemos que nos gustaría más ver una película que hacer el trabajo que nos toca, pero ¿acaso no queremos realmente sentirnos felices, satisfechos y en paz? Expresar más amor nos puede hacer sentir de esta manera. Más importante aún, para nosotros es natural amar porque el hombre está hecho a imagen y semejanza del Amor, Dios. Esta es nuestra verdadera naturaleza, el resultado puro del Amor divino.
Cuando decidimos dar prioridad a nuestro crecimiento espiritual y hacer del amor nuestro objetivo, podemos abordar cada tarea con gozo y sin ninguna presión. Haciendo tranquilamente lo que sentimos que Dios, la Mente divina, nos está guiando a hacer, seremos más eficientes y estaremos satisfechos encontrando la paz interior que trae el servir a Dios.
La historia de María y Marta en la Biblia es una buena lección para vencer la creencia de que no tenemos tiempo para lo que queremos hacer. El Evangelio según Lucas describe la visita de Jesús a las hermanas. Marta se sentía preocupada, en parte tal vez por su afán por preparar la gran cena que se sentía obligada a servirle al invitado. Sin embargo, María se sentó cerca de Jesús y escuchó sus enseñanzas. Cuando Marta le pidió a Jesús que le dijera a María que le ayudara a servir, él amorosamente le dijo: “Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada”. Lucas 10:42.
Si amamos, aunque sea un poco más que el día anterior, debemos sentir que hemos logrado algo.
Tengo que recordarme a mí misma cada día que mi deber más importante es amar. Puede parecer que atender a dos niños pequeños exige mucho trabajo. Algunos días estoy tan ocupada cambiando pañales y preparando comidas que apenas si hay tiempo para lavar ropa y limpiar; ni pensar en estudiar la Biblia y descansar. Cuando veo que estoy perdiendo la paciencia con mi hijo pequeño porque no estoy terminando ninguno de mis quehaceres, sé que necesito examinar mi pensamiento. Es entonces cuando recurro a la Biblia en busca de inspiración para ayudar y renovar mi empeño en ser amorosa. Algunas veces recuerdo un verso de Miqueas que dice de Dios: “Oh hombre, el te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios”. Miq. 6:8. Me recuerda que necesito “hacer justicia”: ser justa con mis pequeños, tratar de entender sus necesidades y ver a cada uno de ellos como el verdadero hijo amado de Dios. Necesito “amar misericordia”: ser bondadosa, compasiva y tierna. Necesito ser humilde y dejar que Dios, y no la voluntad humana, dirija mi vida. Estos pensamientos le dan diariamente perspectiva a mi vida y me permiten ser más flexible en las actividades humanas que realizo cada día. Es un desafío constante, pero bien vale la pena, ya que estoy creciendo espiritualmente y esto me ayuda en todo aspecto de mi vida.
En lugar de medir el éxito que usted tuvo en el día por la cantidad de cosas que tachó de la lista de cosas por hacer, pregúntese a sí mismo: ¿Qué tan paciente fui hoy? ¿Qué tan compasivo? ¿Qué tan humilde? ¿Qué tanto obedecí los Diez Mandamientos? Si amamos, aunque sea un poco más que el día anterior, debemos sentir que hemos logrado algo. En Ciencia y Salud Mary Baker Eddy da una interpretación espiritual de la palabra día que incluye esta frase: “Los objetos del tiempo y de los sentidos desaparecen en la iluminación de la comprensión espiritual, y la Mente mide el tiempo de acuerdo con el bien que se desarrolla”.Ciencia y Salud, pág. 584. Mientras midamos nuestra productividad de esta manera, sentiremos que hemos progresado, y estaremos inspirados y en paz.
Vosotros también, hijos de Sión, alegraos y gozaos
en Jehová vuestro Dios; porque.. . hará descender sobre
vosotros lluvia.. . Las eras se llenarán de trigo,
y los lagares rebosarán de vino y aceite.
Y os restituiré los años que comió.. . la langosta.
Joel 2:23–25