Cuando En 1964 me preparaba para contraer matrimonio, no era obligatorio que se hiciera ningún tipo de examen médico en mi país de origen, Brasil. Por lo tanto, no conocía cuál era mi grupo sanguíneo ni el factor Rh.
Durante mi primer embarazo, cumpliendo con las leyes argentinas, tuve una consulta con el obstetra e hice los exámenes que me exigía ese país. Allí me enteré de que mi grupo sanguíneo no era compatible con el de mi esposo. Este hecho, me dijeron, debía tomarse muy en cuenta, ya que podría causarle ictericia al bebé en el momento de nacer, pudiendo llegar a ser necesario que le cambiaran la sangre.
Lo primero que hice al saber esto fue recurrir a una practicista de la Ciencia Cristiana para que me ayudara a entender más acerca de Dios y del hombre, por medio de la oración.
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