“Cuando Alguien Se saca la lotería o le va bien en el casino, ¿cómo sabes que no es la obra de Dios?”, me preguntó un amigo. Pensé por un momento antes de responder: “Porque para que esa persona gane, muchos otros tiene que perder”. “¿Acaso Dios no obra de esa manera?” “No, Dios no obra de esa manera”.
Cuando pensamos en el ejemplo de Cristo Jesús, es evidente que el Maestro siempre sabía qué esperar de Dios, y obraba de acuerdo con esa expectativa. Cuando él y su apóstol necesitaron dinero para pagar los impuestos, le indicó a Pedro que sacara tan solo un pez del agua y le abriera la boca. Allí encontraría una moneda. Véase Mateo 17:24–27. ¡Pedro no sacó una gran cantidad de peces para sacar ventaja!
El Hijo de Dios no obraba de acuerdo con la casualidad, y su provisión no le venía a expensas de la provisión de los demás. El demostró que el bien proviene de Dios. Jesús se sentía muy cerca de Dios; era tan receptivo a la guía de la Mente divina que sabía que podía confiar en que Dios le proporcionaría lo que él necesitaba.
Como hijos de Dios, nosotros también podemos acercarnos a El y recibir su provisión permanente. No obstante, esto exige nuestra total confianza. El tomar parte en los juegos de azar y en las apuestas nos cuesta más que una estampilla de correo o unos pocos dólares. Perdemos porque aceptamos, aunque sea por un momento, la idea de que algo aparte de Dios es la fuente del bien. Pero cuanto más comprendemos y confiamos en el amor invariable e infinito de Dios, este amor se convierte en una ley para nosotros. Y la manera en que nuestras necesidades sean satisfechas reflejarán en mayor grado la certeza y la paz que se sienten al escuchar a Dios. El Salmista alabó a Dios con estas palabras: “Bueno es Jehová para con todos.. . abres tu mano, y colmas de bendición a todo ser viviente”. Salmo 145:9, 16. La mano abierta y omnipotente de Dios elimina la casualidad.
Mi padre aprendió la importancia de permanecer siempre fiel a la ley de Dios en vez de depender de la casualidad. El acostumbraba a apostar. En una oportunidad, una noche lluviosa, un hombre se atravesó delante del auto de mi padre y fue atropellado. Aunque las autoridades determinaron que la culpa había sido del peatón, mi padre se sintió muy mal. Se interesó por su estado de salud y sintió gratitud cuando esta persona se recuperó por completo.
Sin embargo, al orar por esta experiencia, mi padre la relacionó con su propia vida. Se consideraba que el hecho de que un peatón se hubiera atravesado delante de su auto había sido una casualidad. Pero mi padre estaba aprendiendo que Dios gobierna toda Su creación con ternura e inteligencia. El estaba estudiando las verdades sobre la ley de Dios en Ciencia y Salud. En este libro, la Sra. Eddy escribe: “Los accidentes son desconocidos para Dios, o Mente inmortal, y tenemos que abandonar la base mortal de la creencia y unirnos con la Mente única, a fin de cambiar la noción de casualidad por el concepto correcto de la infalible dirección de Dios y así sacar a luz la armonía”.Ciencia y Salud, pág. 424.
Mi padre comprendió que si él se sometía a la influencia de la casualidad en un aspecto de su vida, estaba aceptando el efecto del azar en otros aspectos también. Si el bien puede venir por casualidad, el mal y la aflicción también pueden ocurrir como fruto de la casualidad. Pero lo que Dios nos da es permanente y siempre bueno. Mi padre quería estar gobernado por Dios y no por la casualidad. Perdió el interés en las apuestas.
Cuando aceptamos que Dios es la fuente de todo el bien que existe, podemos experimentar la recompensa de una vida espiritual, y las promesas permanentes de la Biblia. Dios es todopoderoso. Su infinitud destruye el concepto de que el bien es limitado. Su amor imparcial por todas las personas condena la creencia de que algunos deben perder para que otros ganen. Cuanto más comprendamos y confiemos en la ley divina de Dios, tanto más esta ley irá armonizando los acontecimientos de nuestra vida. El volverse a Dios, el Amor infinito, brinda el bien a todos todo el tiempo.