Tuve Una Curacion que me da mucha fortaleza, y por la cual agradezco a Dios con frecuencia en silencio.
Una tarde cuando no me sentía del todo bien, pedí permiso para retirarme del trabajo temprano. La oficina militar donde yo trabajaba requería un examen médico para poder autorizarme una licencia por enfermedad, así que obedecí el reglamento. Un médico diagnosticó mi condición como un caso serio de hemorroides indicando que se requería tratamiento médico. Para detener la dolorosa inflamación, se programó una operación para la semana siguiente. Nunca tomé los medicamentos que me dieron en ese momento, porque inmediatamente decidí recurrir a la oración exclusivamente.
Aunque yo era una soldado raso, me encontraba en una situación especial, ocupando sola una habitación en la ciudad, en vez de tener que vivir en los cuarteles militares. Siempre aprecié esta libertad porque me permitía estudiar la Ciencia Cristiana a cualquier hora del día sin interrupción alguna, y podía asistir a los servicios religiosos de la iglesia sin tener que pedir permiso especial.
Cuando volví a mi habitación, me di cuenta muy pronto de que necesitaba la ayuda inmediata y la oración consagrada de un Científico Cristiano con experiencia. Como no tenía teléfono y tampoco un ejemplar de The Christian Science Journal, tomé el metro a una Sala de Lectura para poder ponerme en contacto con una practicista. Durante el trayecto, me desmayé. Unos buenos pasajeros samaritanos me levantaron, y pude recobrar el conocimiento justo antes de llegar a mi parada. La atmósfera mental de la Sala de Lectura era muy agradable y bendita. La ayudante entendió la situación y me dejó usar el teléfono para que pudiera llamar a la practicista que yo había elegido.
Después que hablé con ella, la practicista inmediatamente comenzó a orar por mí, y me sentí con fuerzas como para tomar el transporte para ir a visitarla a su oficina, situada al otro lado de la ciudad. Esta fue la primera señal de que Dios es “nuestro pronto auxilio en las tribulaciones” como indican las consoladoras palabras del Salmo 46. Ciencia y Salud se refiere a este verso en las páginas 12–13: “En la Ciencia divina, donde las oraciones son mentales, todos pueden contar con Dios como 'pronto auxilio en las tribulaciones’. El Amor es imparcial y universal en su adaptación y en sus dádivas. Es el manantial abierto que exclama: 'Todos los sedientos: Venid a las aguas’ ”. La practicista y yo declaramos juntas la verdad que enseña la Ciencia Cristiana de que Dios, el Espíritu, es Todo, que es el bien omnipresente; y que no puede haber lugar en Su creación para la materia y sus pretensiones de que existen bultos indeseables y dolorosos. Este fue el único contacto que tuve con esta querida y dedicada practicista hasta la semana siguiente; pero ella continuó orando por mí diariamente. (Me olvidé de darle mi dirección a ella o a la ayudante de la Sala de Lectura.)
Pasé los días siguientes en condiciones que podrían considerarse muy difíciles para un paciente. Tuve una hemorragia constante acompañada de dolor y debilidad. No recibí ayuda de una enfermera ni tampoco recibí comidas en mi pequeña habitación, que consistía de una cama, una mesa y una silla. Y aunque estaba sola, los ángeles de Dios, Sus ideas, estaban velando por mí e inspirándome. Pasé todo el tiempo leyendo la Biblia y Ciencia y Salud. Estuvieron siempre conmigo, día y noche.
El día de la operación, a pesar de la falta de comida y cuidado físico, me sentía mucho más fuerte; el dolor se había ido y pude ir al hospital que me habían asignado. Allí el médico encargado me hizo un examen médico completo y mencionó que la condición física había desaparecido y que no necesitaba someterme a una operación. ¡Qué contenta y agradecida estaba de volver al trabajo al día siguiente!
Esta condición física volvió a repetirse en varias ocasiones años después, pero con mucha menos intensidad. Durante esos momentos pude orar por mí misma negando cualquier sugestión de que puede haber espacio alguno para que el error crezca en el reino de Dios, el cual es puro, completo, lleno de amor y armonioso. También declaré que la enfermedad es errónea, que no existía entonces, ni nunca había existido. Por lo tanto, lo que no ha existido no puede presentarse nuevamente. Este fue el final del problema del que he estado libre durante todos estos años.
Quiero expresar mi agradecimiento por esta curación y muchas otras que he tenido mediante mi estudio y la aplicación de la Ciencia Cristiana. Entre ellas: mis tres hijos fueron protegidos de las enfermedades infantiles, surgieron soluciones armoniosas en el campo del trabajo y las finanzas, y muchas otras curaciones físicas, como el dislocamiento de tobillos, insolación y aparente mononucleosis. Para mí, estas curaciones son evidencias del cuidado de Dios. “Presiento verdes prados que aún no logro ver.. .” (Himnario de la Ciencia Cristiana, N.° 148).
Natick, Massachusetts, E.U.A.