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Sin resentimiento

Del número de julio de 1995 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Ante El Agravio o la ofensa, queremos mantener una posición de fortaleza, y no de debilidad. Queremos vencer el mal, y no ser vencidos por él.

El resentimiento es una posición de debilidad. Es contraproducente. No es la actitud mental que está de acuerdo con las enseñanzas de Cristo Jesús, y es un obstáculo para nuestra práctica exitosa de la Ciencia Cristiana. Como la Sra. Eddy dice: “El Científico Cristiano no abriga resentimiento alguno; él sabe que esto lo perjudicaría más que toda la malicia de sus enemigos”.Mensaje a La Iglesia Madre para 1902, pág. 19.

¿Por qué es dañino el resentimiento; aún más dañino que los pensamientos o la conducta de otros o que la circunstancia misma en la que pudiéramos encontrarnos? Porque cuando pensamos o decimos: “estoy resentido”, estamos aceptando la creencia de que alguien más que Dios tiene poder, y que tiene poder sobre nosotros; que estamos a merced de las circunstancias, y que lo mejor que podemos hacer es aceptar eso con una sonrisa.

Jesús enseñó y demostró, como lo hace la Ciencia Cristiana, que Dios, el bien, es el único poder, y que el mal, en cualquier forma, no tiene ningún poder fuera del que la creencia humana e ignorante equivocadamente le atribuye. La omnipotencia de Dios hace superfluo el poder del mal; el mal no tiene poder sobre Dios y, por consiguiente, no tiene poder sobre lo que El crea y gobierna. Podemos comprobar esto en la proporción en que correctamente atribuimos todo el poder a Dios y humildemente nos colocamos sin reserva bajo Su autoridad y servicio, en vez de ponernos a merced de las circunstancias.

Sentir resentimiento es creer que hay una mente separada de Dios, la única Mente divina. Esa tendencia debilita la energía mental. ¡Cuánto mejor es usar toda nuestra energía para mantener nuestros sentimientos, pensamientos, palabras y obras del lado (el único lado que realmente hay) de la Vida, la Verdad y el Amor omnipotentes y edificantes, para así prepararnos a nosotros mismos y a nuestras circunstancias para la reforma, curación y salvación espirituales! Por supuesto, esto requiere autodisciplina, oración persistente y amor generoso de nuestra parte. Pero Dios Mismo fortalece directamente los móviles y esfuerzos puros con la energía divina e ilimitada que nos lleva a la renovación del ser.

Nuestra situación humana, cualquiera que sea, nos da la oportunidad de utilizar el poder del bien, Dios, para demostrar que el mal no tiene poder. Eso es motivo de regocijo, no de resentimiento.

Lo que necesitamos realmente es dominar las creencias falsas acerca de Dios y Su buena creación. Esto puede (y debe) lograrse enteramente dentro de los límites mismos de nuestra propia consciencia mediante el amor, la oración, la inspiración y el razonamiento correcto. Necesitamos razonar sobre la base del ser espiritual, como se encuentra en la Ciencia divina; el hecho de que sólo Dios tiene poder y que el hombre está subordinado sólo a Su ley, la ley del bien supremo. En Ciencia y Salud, la Sra. Eddy dice: “A fin de razonar correctamente, debiera haber un solo hecho ante el pensamiento, a saber: la existencia espiritual. En realidad, no hay otra existencia, ya que la Vida no puede estar unida a su desemejanza, la mortalidad”.Ciencia y Salud, pág. 492. “Un hecho”. “La existencia espiritual”. Eso es lo que necesitamos tener claro en nuestro pensamiento y acariciar en nuestro corazón. Eso es lo que nos capacita para razonar constructivamente — en una forma que sana — y sentir el amor que Dios siente por nosotros. Esta manera de razonar correctamente hace que el poder del Amor divino actúe para satisfacer nuestras necesidades humanas.

El Apóstol Pablo, quien (antes de su conversión al cristianismo) conoció personalmente lo inútil que es darle la razón al mal en contra de las enseñanzas de Cristo Jesús, dio este consejo incisivo: “No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal”. Rom. 12:21. Con el bien. ¡Qué maravilloso! ¡Tenemos a Dios para vencer todo lo que no está bien! Podemos dejar atrás el resentimiento y, expresando el puro amor de Dios, seguir adelante con la gran obra que tenemos frente a nosotros.

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