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Sólo a través de Dios, no por medio de la adivinación o la astrología

Del número de julio de 1995 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Todos Conocemos Personas a quienes las ciencias ocultas las tientan aunque no sea más que por curiosidad. Tal vez la preocupación por su futuro las impulse a buscar una razón para tener esperanza. A veces, esperan recibir consejos para poder alcanzar alguna meta, como por ejemplo encontrar compañía, dinero o un trabajo. También puede ocurrir que estén buscando la solución a un problema de relaciones. Todas estas preocupaciones son legítimas, pero confiar en el ocultismo es un gran error.

Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento denuncian los diversos aspectos del ocultismo. En Deuteronomio leemos: “No sea hallado en ti quien haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, ni quien practique adivinación, ni agorero, ni sortílego, ni hechicero”. Deut. 18:10.

Y entre los que seguían las enseñanzas de Cristo Jesús, encontramos en la primera epístola de Juan esta declaración: “Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo”. 1 Juan 4:1.

La confianza en el ocultismo es una plaga; el monto enorme que se gasta en sus prácticas, ilustra el alcance de este fenómeno. Destacados políticos consultan en forma regular a los llamados parapsicólogos o a astrólogos. Los diarios, la televisión y la radio apoyan estas prácticas.

Creer en la adivinación es confiar ciegamente en algún poder oscuro y desconocido que intenta sugerir que podemos estar separados de Dios, el bien. Significa renunciar a nuestra individualidad, ignorando nuestra habilidad de recibir en forma directa la guía de nuestro amoroso Padre-Madre Dios. Es decir, puede hacernos creer que nuestra relación con Dios puede interrumpirse y que sólo podría ayudarnos un “médium” humano, quien puede que en realidad no esté dotado de mayor sabiduría que la nuestra.

La Ciencia Cristiana nos permite vencer esta clase de mal, tal como pude comprobarlo hace algunos años. Una mujer estaba muy preocupada porque le había pedido ayuda a un mago oriundo de Africa. El hombre le aseguró solemnemente que podía ayudarla a solucionar su problema por medio de una poción mágica que él le iba a preparar. Pero a cambio ella debía abonarle una suma de dinero mensualmente y esa obligación no tenía fin. Le dijo que si ella dejaba de pagarle, ¡iba a perder todo su cabello! La mujer le creyó. Y llegó el momento en que no le pudo seguir pagando. Ella estaba tremendamente preocupada. En esas circunstancias, conoció a un Científico Cristiano que se sintió conmovido por su situación. Vio con toda claridad que la mujer había sido mesmerizada. Estaba aterrorizada por la creencia de que el mago poseía realmente un poder maligno y que lo utilizaría en contra de ella.

El Científico Cristiano se ofreció a ayudarla por medio de la oración, y ella aceptó. El hizo todo de su parte para calmar sus temores, asegurándole con firmeza que su cabello no se iba a caer.

Luego se volvió a Dios en oración silenciosa. Reconoció el amoroso gobierno que Dios tiene sobre todos Sus hijos y la naturaleza pura y espiritual del hombre. De esta manera calmó tanto sus propios temores como los de la mujer. Afirmó que puesto que Dios es el Todopoderoso, no hay lugar para ningún otro poder.

Continuó orando en estos términos, tratando específicamente cada aspecto del caso a medida que iban acudiendo a su pensamiento. El resultado inmediato fue que la mujer al retirarse, dijo tranquilamente, que no iba a asistir a la entrevista con el mago.

Unos días más tarde, volvió a visitar al Científico Cristiano, sintiéndose feliz por haberse liberado de toda dominación y también ¡porque su cabeza seguía conservando todo su cabello! Esta prueba de la protección que Dios dispensa a Sus hijos vino, sin lugar a dudas, a través de la Ciencia Cristiana.

Hay mucha gente que instintivamente percibe que no es sabio prestar oídos a las palabras de médiums, astrólogos o magos, pero los estudiantes de la Ciencia Cristiana tienen una base sólida desde la cual combatir este error. Por medio de la Biblia y los escritos de Mary Baker Eddy, aprendemos que el universo, incluso el hombre, fue creado por la inteligencia divina, la Mente divina, Dios. Por lo tanto el universo es espiritual; es un reino de ideas. Por eso el hombre creado a la semejanza de Dios, tal como nos informa la Biblia, es una idea de Dios. Solo puede expresar el bien. Esa es su Mente, no posee otra. Sin embargo, estas realidades absolutas a veces deben soportar los desafíos que provienen de las cosas que suceden a nivel humano. Es aquí donde se nos presentan las oportunidades para probar que somos realmente espirituales e inseparables de Dios. Cualquiera sea la batalla que debemos librar, siempre tiene lugar en la consciencia humana. Allí, la voz del Cristo, la Verdad, nos dice qué es lo que debemos saber a fin de vencer las falsas creencias del sentido mortal y material, que intenta convencernos de que tenemos temor, que estamos solos o separados del bien. Recurrir al ocultismo es aceptar la falsa creencia de que existe una fuente de pensamientos correctos aparte de Dios, un poder aparte de El. Esto es ofender a Dios y negar nuestro derecho de conocer Su bondad en nuestra vida. El ocultismo es uno de los numerosos ejemplos del mesmerismo que la Sra. Eddy denuncia en el capítulo titulado “El magnetismo animal desenmascarado” de Ciencia y Salud. El magnetismo animal, o mal, trata de esconder de nosotros el verdadero propósito de la vida para que busquemos erróneamente metas ilusorias. Pero cuando desenmascaramos este mesmerismo, comenzamos a ver el propósito que tiene Dios para nosotros: la perfección moral y espiritual. Dios nos ayuda a cumplir con este propósito. Pero debemos examinar nuestros móviles. “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia”, dijo Cristo Jesús. Mateo 6:33.

La oración y el estudio de la Biblia y Ciencia y Salud, nos proveen de nuevas ideas y puntos de vista más inspirados acerca de la vida y su propósito. La Sra. Eddy explica: “Discerniendo el opuesto espiritual de la materialidad, o sea, el camino mediante Cristo, la Verdad, el hombre reabrirá con la llave de la Ciencia divina las puertas de Paraíso, que las creencias humanas han cerrado, y se encontrará no como hombre caído, sino erguido, puro y libre, que no tiene que consultar almanaques para enterarse de las probabilidades de su vida o del tiempo, que no tiene que estudiar el cerebro para saber hasta qué punto es realmente hombre”.Ciencia y Salud, pág. 171.

A cada uno de nosotros nos llega la luz de Dios, del mismo modo que cada uno de nosotros, bueno o malo, puede sentir los rayos del sol. La oración nos permite escuchar los planes llenos de amor que Dios tiene para nosotros y saber que solamente Su poder puede influir nuestra vida.

Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra,
porque yo soy Dios, y no hay más. Por mí mismo hice juramento,
de mi boca salió palabra en justicia, y no será revocada:
Que a mí se doblará toda rodilla, y jurará toda lengua.
Y se dirá de mí: Ciertamente en Jehová está la justicia
y la fuerza; a él vendrán, y todos los que contra
él se enardecen serán avergonzados.

Isaías 45:22–24

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