Tuve La Mejor preparación posible en mi campo profesional, y me fue muy bien en la escuela. Pero cuando me casé, conscientemente decidí poner a un lado mi carrera formal para criar a mis hijos.
Aunque los amaba, a menudo me sentía como abrumada y frustrada. Las largas horas que la profesión de mi esposo requería de él con frecuencia le impedía ayudarme en el hogar.
Cuando los niños fueron mayores, sentí que finalmente mi tiempo había llegado. ¡Ahora mis talentos podían florecer! Con la ayuda y aliento de mi esposo, seguí una carrera universitaria de postgrado y comencé mi propio pequeño negocio en el ramo del arte. Mientras seguía este curso de "auto" realización, comencé con la menopausia. Después de algunos meses, este proceso pareció tomar un curso anormal; las funciones de mi cuerpo empezaron a ponerse fuera de control. Me volví cada vez más temerosa y llamé a una practicista de la Ciencia Cristiana para que orara por mí.
Un día, cuando viajaba por tren a otra ciudad cercana, me encontré con una conocida y pasamos todo el viaje conversando sobre nuestras carreras y nuestros maridos. Compartí con ella mi idea de que había estado privada de mi expresión artística y de como todo iba a cambiar ahora. Aquel día, mientras me encontraba en la ciudad, la hemorragia fue excesiva y, al regresar a casa, llamé otra vez a la practicista para pedirle ayuda. Las condiciones mejoraron tanto al día siguiente que mi esposo y yo decidimos seguir adelante con nuestros planes para salir esa noche.
Pero me levanté a la mañana siguiente con hemorragia. Yo sentía que me había llegado la hora, y, debido a las circunstancias, tuve que llamar a otra practicista para que se ocupara del caso. Con calma y seguridad ella me habló acerca de la presencia del Amor divino. Me dijo que estudiara el Padre Nuestro con su interpretación espiritual como aparece en las páginas 16 y 17 de Ciencia y Salud. Aunque encontré difícil disciplinar mis pensamientos debido al gran temor que sentía, obedientemente me volví a la página 16 y comencé a leer.
Pero antes de llegar a la oración del Padre Nuestro, una palabra en la primera oración en la parte superior de la página me llamó la atención: renuncia. Era la única palabra de la que estaba consciente en ese momento. (La oración completa dice: "Una gran renuncia de cosas materiales tiene que preceder a esta avanzada comprensión espiritual".) Me vino al pensamiento enseguida que la sangre con frecuencia significaba un falso sentido material de sacrificio a Dios. Como Pablo, yo había estado alimentando ciegamente un concepto equivocado, en este caso de que era una mortal sacrificada (o una mortal que había sido sacrificada). Pero al reconocer que este concepto mental acerca de mí misma era erróneo, di un paso en la comprensión de mi naturaleza espiritual y verdadera como hija de Dios. En ese momento me liberé totalmente de ese concepto erróneo. ¡Tenía que hacerlo! Me sentí sanada, y el sangrado se detuvo media hora después. Esto probó ser el final de la menopausia.
Hay dos cosas maravillosas en esta curación. Primero, cuando llamé por teléfono a la segunda practicista aquella mañana, llena de temor, todo lo que ella sabía era que yo necesitaba ayuda inmediata; no hubo tiempo de contarle acerca de las falsas creencias que me habían estado abrumando concernientes a mis pesares sobre la falta de autorealización. Su clara percepción de la verdad espiritual atravesó todo eso, dando paso a una instantánea libertad. Segundo, a pesar de tener el pensamiento lleno de temor, el Amor me liberó. "Ningún poder puede resistir al Amor divino" (Ciencia y Salud, pág. 224). Doy gracias a Dios por Su constante y amoroso cuidado.
Harrison, Maine, E.U.A.