Durante El Primer semestre de mi segundo año en la universidad, tomé un curso de física para principiantes. Apenas podía mantenerme al día con todas las lecturas, los deberes de laboratorio y los problemas que se nos exigía solucionar. Y debido a que dedicaba tanto tiempo a estudiar física, descuidé mis otras clases.
Después de dar el primer examen de física, me causó un gran disgusto enterarme que no lo había aprobado. Decidí tomar clases particulares, pero a pesar de mis esfuerzos, apenas pasé el segundo examen. La calificación final para el curso se componía de las calificaciones de los trabajos de laboratorio y de tres exámenes, por lo que estaba muy preocupada porque pensaba que no iba a aprobar el curso. Me sentía frustrada y con temor de que nunca pudiese comprender física.
Vi con claridad que solamente hallaría la solución a mi problema a través de la oración. Oré para comprender mejor que Dios es la constante fuente de mi inteligencia, la única Mente infinita. La Ciencia Cristiana enseña que la Mente es sinónimo de Dios. La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud: “No puede haber sino una sola Mente, porque no hay sino un solo Dios.. .” (pág. 469). Oré para comprender que tanto el profesor como los estudiantes en la clase, y yo, estábamos gobernados por esta única Mente, y que tanto los que preparaban el examen como los que lo daban estaban gobernados por la misma Mente. Comencé a darme cuenta de que puesto que Dios lo sabía todo, El me proporcionaría las ideas que necesitara, y que no dependía de una determinada cantidad de inteligencia humana. Esta declaración confirmó lo que estaba percibiendo: “Dios es inteligencia. ¿Podemos informar a la Mente infinita de algo que no comprenda ya?” (Ibid., pág. 2).
El examen final representaba el 40 por ciento de nuestra calificación final, de manera que si hacía un buen trabajo en el examen, mi calificación podía mejorar sustancialmente. Estudié mucho: a solas, con mi maestro particular y con la ayuda del profesor. La noche antes del examen acudí a Dios en busca de guía y fortaleza, y recordé el siguiente pasaje de la Biblia: “Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas” (Prov. 3:5, 6).
A la mañana siguiente me sentí verdaderamente en paz. A medida que daba el examen, venían las respuestas, y obtuve una muy buena calificación en el curso. Por lo que estoy más agradecida es por haber aprendido que la Mente infinita tiene recursos inagotables, siempre presentes, fáciles de alcanzar, en los cuales siempre puedo confiar.
También desearía mencionar una curación física que tuve cuando me encontraba cursando la universidad. Resbalé en el hielo que había en el suelo frente al edificio de los dormitorios, y me caí de espalda. Apenas pude levantarme, pero me las ingenié para ir directamente a mi habitación, donde llamé a una practicista de la Ciencia Cristiana. El dolor que sentía era muy intenso. Oramos juntas con la definición de hombre como aparece en Ciencia y Salud, (pág. 475). Estudié especialmente las siguientes declaraciones: “El hombre es idea, la imagen, del Amor; no es físico. Es la compuesta idea de Dios e incluye todas las ideas correctas.. .” Verdaderamente me aferré a estas verdades, y al hacerlo, me di cuenta de que como “idea, la imagen, del Amor”, jamás podía estar fuera de la protección o cuidado de Dios, y nunca podía estar lesionada ni herida, ni siquiera por un instante.
Al cabo de dos horas estaba completamente sana. Siempre me siento muy agradecida por esa importante prueba del cuidado infalible que Dios tiene por Su creación, y por la oración de esa practicista.
¡La Ciencia Cristiana es una gran bendición para mí!
Brooklyn Center, Minnesota E.U.A.
