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Segun Cuenta Mi mamá, una...

Del número de septiembre de 1995 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Segun Cuenta Mi mamá, una amiga la vio en una época de gran tristeza y sufrimiento y le recomendó la Ciencia Cristiana. Ella había tenido nueve hijos, tres de los cuales habían fallecido en su infancia, y uno había nacido muerto. Después de esto, gracias a que aceptó esta religión, los cinco hijos que le quedaban fueron criados sin ningún tratamiento médico. La mayor parte del tiempo mi mamá era nuestra practicista.

A la edad de seis años yo ya sabía leer, y aún siendo niña, leí en alemán una biografía de la Sra. Eddy y otras de sus obras. Como no había una iglesia cercana, celebrábamos los servicios religiosos en nuestra casa. Mamá y una de mis hermanas leían la Lección Sermón, y nuestros amigos y vecinos asistían.

Hace treinta años, después de haberme casado, enfermé gravemente. Mi garganta estaba tan adolorida que no pude hablar durante tres meses.

Mi esposo no era Científico Cristiano en ese entonces, y me pidió que visitara varios médicos, pero ninguno pudo diagnosticar el problema. Uno de los médicos me dijo que él me operaría la garganta, pero que no podía garantizar que quedara bien. Por esta razón, decidí pedir ayuda a una practicista de la Ciencia Cristiana.

Ella escogió varias citas de Ciencia y Salud que se relacionan con el temor, y me pidió que las estudiara. Una de ellas era: “Temer el pecado es comprender mal el poder del Amor y la Ciencia divina del ser en la relación del hombre con Dios — dudar de Su gobierno y desconfiar de Su cuidado omnipotente. El mantenerte superior a la enfermedad y la muerte es igualmente sabio y está de acuerdo con la Ciencia divina. Es imposible temerlas cuando se comprende cabalmente a Dios y se reconoce que no forman parte de Su creación” (pág. 231). Y otra: “Cuando desaparece el temor, desaparece la base de la enfermedad” (pág. 368).

También leí Ciencia y Salud de tapa a tapa. Otra cita que me dio mucha fortaleza fue ésta: “Observad cómo el pensamiento hace palidecer el rostro. O retarda la circulación o la acelera, haciendo que las mejillas palidezcan o se sonrojen. Del mismo modo el pensamiento aumenta o disminuye las secreciones, la acción de los pulmones, de los intestinos y del corazón” (pág. 415).

Una noche el dolor era tan intenso que cuando ya no pude soportarlo más, llamé a la practicista una vez más. Al día siguiente, mi esposo me llevó a un instituto médico en otra ciudad porque aún estaba preocupado por mí. Cuando íbamos de camino, le dije: “Podemos regresar ahora porque sané”, pero él dijo: “Ya estamos a mitad de camino; así que vamos”.

El médico me examinó y me recetó unos remedios, y mi esposo guardó la prescripción en su billetera durante catorce días. Le dije: “No necesitas guardar más la prescripción porque estoy sana”. Finalmente la arrojó a la basura.

Hasta el día de hoy nunca he vuelto a tener dolor de garganta ni ningún problema al hablar. Trabajo fuera de mi casa, he faltado pocas veces al trabajo, y estoy a cargo de algunas de las responsabilidades que entraña el funcionamiento de un hogar y una familia.

Como resultado de esta curación, mi esposo empezó a asistir a la iglesia. Hoy ambos somos miembros de La Iglesia Madre y de una iglesia filial. Es más, mi esposo ha sido Lector varias veces y también Presidente de nuestra iglesia.

Otra curación ocurrió cuando estuve postrada en cama durante casi un mes por lo que parecían graves problemas al corazón. Perdí toda fuerza en mi brazo izquierdo, lo cual me causó gran desesperación.

Llegó un momento en que era tanta la desesperación que pensé: “Si tengo que vivir de esta manera, prefiero no vivir”; pero gracias a la inmensa fe y oración en la Ciencia Cristiana, y con la ayuda de una bondadosa practicista, mi pensamiento se espiritualizó más y sané de esta condición física tan seria. Me apoyé únicamente en el poder de Dios para sanar.

Estoy muy agradecida a Dios y a la maravillosa percepción espiritual de la Sra. Eddy. También agradezco a la persona que le recomendó por primera vez a mi mamá la Ciencia Cristiana, y a los practicistas que están siempre listos para ayudar de la manera más afectuosa. Le doy gracias a Dios continuamente por Su cuidado para con toda la humanidad.


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