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La supremacía de la consciencia en el tratamiento de la enfermedad

Del número de septiembre de 1995 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Si Usted USA medicinas — o lo ha hecho — se habrá preguntado porqué un tratamiento o prescripción parece funcionar por un tiempo, pero después sus efectos parecen disminuir. O porqué una medicina en particular parece ayudar a cierta gente, pero a otros no. Me hice esta pregunta por varios años. Recuerdo que cuando era adolescente tenía mucho acné. El primer tratamiento que se me recomendó fue que me lavara la cara con un jabón especial. Hice la prueba con varios de ellos, y cada uno pareció funcionar por unas semanas o meses. Siempre había un período en el cual me sentía lleno de esperanzas, porque mi cara empezaba a aclararse, pero pronto el acné empeoraba nuevamente. Por recomendación de mi médico, hasta probé el tratamiento de cubrirme la cara con puré de bananas, ¡lo cual realmente tuvo efecto por unos días! Los antibióticos tuvieron un efecto más prolongado, pero no permanente.

Durante mi último año en la escuela secundaria, otro fenómeno de los remedios médicos se me aclaró. Cuando empecé a sufrir desmayos momentáneos y pérdida de consciencia durante la práctica de fútbol americano, nuestro médico de cabecera dijo que mi presión sanguínea era peligrosamente alta. Para tratar de determinar la causa del problema, me sometieron a una cirugía exploratoria, y tuve que tomar medicinas contra la presión alta todos los días. Este tratamiento me ayudó temporalmente, y pude empezar a jugar fútbol americano nuevamente cerca de dos meses más tarde. Sin embargo, dejé de tomar los medicamentos pocos meses después, debido a que me producían efectos secundarios; me hacían sentir soñoliento y bastante apático. Un examen físico en la universidad el año siguiente mostró que mi presión sanguínea todavía era anormalmente alta. Me dijeron que tenía que empezar a tomar medicamentos nuevamente y que tendría que hacerlo todos los días por el resto de mi vida para no tener una enfermedad del corazón. Me pareció, una vez más, que los remedios físicos no eran una ayuda permanente para mí; no eran consecuentes ni seguros en sus efectos.

Cuando estaba en la universidad, empecé a estudiar la Ciencia Cristiana. Mediante la práctica de esta religión he aprendido que para que la curación sea permanente, es primordial que cambie la consciencia del paciente, no que se alteren físicamente los tejidos o la química del cuerpo. En el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud, la Sra. Eddy escribe: “La receta que tiene éxito en un caso fracasa en otro, y esto se debe a los diferentes estados mentales del paciente. Esos estados no se comprenden y quedan sin explicación, excepto en la Ciencia Cristiana”.Ciencia y Salud, pág. 149.

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